50 años de ‘Blanco’
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Tan grande como un faro de luz en la oscuridad y sevicia del mundo pasado y actual, tan duro y acerado como un árbol de vida centenaria con raíces anciladas lo mismo en la tierra que en el cielo. Tan luminoso como su clara sombra y de crítica veloz y afilada, como el puñado de libros, ensayos y reflexiones que nos dejó en su obra señera. Así es el Nobel de Literatura mexicano, Octavio Paz (1914-1998). Premio máximo de las letras en 1990, su figura, conforme pasa el tiempo, se agiganta. No es fácil leerlo, hoy menos, en un cosmos plagado de rapidez, lecturas simples y fáciles bañadas en el hálito ubicuo y sombrío de Internet y sus letales “caracteres”.
Figura polémica en su momento que aún hoy sigue causando adhesiones y divisiones. Se le ama y detesta por igual por su posición política, pero se le respeta y tributa; siempre se le respetará por sus poemas altos, vivos, los cuales pergeñó en aureola de santidad. Su obra poética es invulnerable. Lo mismo su portentosa obra ensayística. Y claro que usted lo sabe como buen lector que es. Cuando empezaron a aparecer en el firmamento nacional sus obras completas publicadas por Fondo de Cultura Económica, a la par, aparecían otras obras completas, editadas de manera diferente, en armado integral: notas, edición y selección incluso, pero en España. Es decir, el Nobel tenía varios libros publicados para editorial Seix Barral, los cuales, y en su momento, en las obras completas nacionales, creo recordar, pues no, no aparecían por ningún lado. Debo de haber comprado dos o tres libros. No más.
Ya luego, oteando en las surtidas librerías defeñas, revisé a ojo de pájaro algunos tomos de sus obras completas, pero las españolas, las cuales, insisto, eran muy diversas a las nacionales.
Recuerdo dos títulos al azar los cuales no veía por ningún lado en las ediciones domésticas antes referidas, “La Llama Doble” y “La Otra Voz”. En fin, cosas de lector enfermo que uno tiene con este tipo de santones, admirados poetas a los que uno les tributa siempre. Y hoy celebramos los primeros 50 años de la edición de un poema fundacional en la obra de Octavio Paz: “Blanco”. El cual, y si mi memoria no me falla, viene incluido como la tercera parcela en “Ladera Este”. El poema fue publicado originalmente en 1967, pero está fechado por su redacción en 1966. Y en su propuesta original (que no tengo, caray, fue pasando el tiempo y la vida, y lo caro del libro nunca me hizo completarlo y adquirirlo. Ni pez), es una propuesta artística y visual que se desdobla en sus páginas conforme se va leyendo.
ESQUINA-BAJAN
De hecho, y en su tablero de orientaciones y lectura, Paz escribe en su liminar: “‘Blanco’ es una composición que ofrece la posibilidad de varias lecturas… en su totalidad, como un solo texto… la columna del centro, con exclusión de los de la izquierda y derecha… la columna de la izquierda es un poema dividido en cuatro momentos… La columna de la derecha es otro poema, contrapunto del anterior… cada una de las cuatro partes formadas por dos columnas puede leerse, sin tener en cuenta esa división…”. Y así, entre variantes y columnas que se ajustan y desdoblan, el poema es el mismo y es otro al momento de abordarlo de acuerdo con el orden que nos propone el poeta en su segmentación visual. Lo que usted y yo hemos explorado sabatinamente en la columna de Café Montaigne, al enrollar y desenrollar el ensayo el cual nos lleva y nos trae a su antojo y arbitrio.
No soy el más capacitado ni el lector más erudito para leer y descubrir a Paz y glosarlo. Los hay mejores que yo, cito a tres buenos lectores del Nobel: los maestros Armando González Torres, Armando Oviedo (a quienes saludé en Guadalajara en la FIL en par de ocasiones) y el lagunero avecindado en la CDMX, Gilberto Prado Galán. Ellos son mejores que su servidor. Arriesgo algunas claves de lectura del poema para celebrarlo en sus 50 años de vida, vida que a la Secretaría de Cultura de Sofía Camil ni le interesa ni le importa, como nada en materia cultural. Vaya, son burócratas, pues. Nada más.
El texto del “centro” es una exploración de la palabra y el silencio. En un verso dice: “la palabra en la punta de la lengua… sin edad…”. Lo cual me ha hecho recordar aquello que dijo Voltaire cuando, alguna vez, en defensa de una dama a su lado, al preguntarle la edad, espetó: la edad es sólo importante para los vinos y los quesos… Sin duda, la palabra no tiene edad, dijo el poeta Paz. La palabra “sube y baja, / escalera de escapulario…”. La columna de la izquierda del poema es un texto dividido en cuatro momentos; sí, los cuatro elementos griegos: fuego, agua, aire, tierra. Que luego darían forma a los cuatro evangelistas. La columna de la derecha es variación y exploración sobre la sensación, la percepción, la imaginación y el entendimiento…
LETRAS MINÚSCULAS
En fin, mucho por leer, apenas iniciaba. Octavio Paz, no apto para cibernautas.