Café Montaigne 32
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Goytisolo murió a los 86 años el domingo 4 de junio en Marruecos. En 2014 obtuvo la antesala del Premio Nobel, el Cervantes. Asistió a la ceremonia ataviado con la única corbata que tenía en su armario
Corría el año 2004 (finales, noviembre a diciembre) y como cada fin de año, enderecé mis pasos a la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, Jalisco. Era obligado como hoy, asistir a dicho encuentro internacional con los libros, la lectura y claro, con los escritores de talla mundial que aquí van en parvada merced al nivel de dicho encuentro cultural. El primer día del evento se entrega el prestigiado Premio de Literatura que en los primeros años, se llamó Juan Rulfo. Ahora se le nombra Premio de Literatura en Lenguas Romances, si mal no recuerdo. Este año del cual tengo la huella en mi memoria, el soberbio premio recayó en las manos del ibérico avecindado en Marruecos, Juan Goytisolo (1933-2017). Aquella mañana, Goytisolo leyó un texto incendiario para recibir el galardón, del cual y para fortuna mía, tengo una copia mecanografiada de su original. Lo atesoro.
Y es que hay niveles, vaya. Aquí el remedo de Feria del Libro de Ana Sofía García Camil elogia a… Arturo Berrueto. En la Fil de Guadalajara premian a Olga Orozco, Nélida Piñón, Sergio Pitol, Eliseo Diego, Juan Marsé. E incluso, mejores tiempos cuando en la Feria de Saltillo en el Museo del Desierto, llegaron a venir dos premios FIL, dos Premios Cervantes, vinieron don Juan Gelman y Tomás Segovia. Hoy la gente idolatra a un narrador mediano, Juan Villoro (no todo lo que brilla es oro. No todo lo que brilla es Villoro. En fin, ciegos) y se vende su presencia como un acontecimiento grande en la ciudad. Por eso somos provincia (“provînci”, para los vencedores) para ellos. Nada nuevo. Pero bueno.
Aquel año me acerqué a felicitar y saludar a Juan Goytisolo. Me trató con paciencia. Renovador del lenguaje a partir del multiculturalismo que nutrió su vida y sus textos, el entonces Premio Juan Rulfo era un novelista excepcional. Sus obras insisten con audacia y tino en los ejercicios paralelos de la crítica y el humor desmitificador, la introspección y el debate cívico y la aguda observación de microcosmos valiosos, aunque casi invisibles al ojo humano normal, es el caso de la plaza de Xemáa el Fna, en el centro de la ciudad que le vio morir y la cual escogió como su estampa sentimental: Marrakech. Aquella mañana, ¿sabe usted quien pronunció las palabras de bienvenida en honor de Goytisolo? El mismísimo Carlos Fuentes. Entre burlas y veras, dijo que el premio lejos de ser Goytisolitario, era Goytisolidario. El juego de palabras fue acertado: pocos autores como el catalán apostaron todo a un oficio que permite la inmortalidad: la literatura. Pero también, la incomprensión y el desdén del gobierno oficial. Aquí premian por dócil a Arturo Berrueto; allá por sus balsones a Juan Goytisolo.
Esquina-bajan
Juan Goytisolo murió a los 86 años el domingo 4 de junio en Marruecos. En 2014 obtuvo la antesala del Premio Nobel, el Cervantes. Asistió a la ceremonia ataviado con la única corbata que tenía guardada en su armario. Esa ocasión les dedicó el premio y sus palabras a sus vecinos de la Medina de Marrakech, donde se instaló desde 1997. Hijo de la Guerra Civil Española y de las atrocidades que se cometieron en su patria (la madre del escritor, Julia Gay Vives, murió en el bombardeo del 17 de marzo de 1938 en el centro de Barcelona), Goytisolo escribió en sus memorias que la figura de Franco tuvo mayor pero en su infancia y juventud, que la de su padre.
Autor de alrededor de 18 novelas, libros de relatos, textos autobiográficos, libros de crónicas y reportajes y claro, de ensayo literario, Juan Goytisolo se destacó por ser un escritor combatiente, pero no sólo en un contexto de luchas y reivindicaciones políticas o sociales. Desterrado por vocación propia y censurado en su país durante los años de la dictadura franquista, Goytisolo desacralizó mitos y fue un feroz impugnador de fábulas y pensamientos tendenciosos que siguieron en su patria española, luego de la caída del dictador Francisco Franco. “Goytisolo es desde hace tiempo el mayor enemigo del conservadurismo castizo”, han escrito con acierto sus aplicados comentaristas que tiene por decenas.
Ese año, si mal no recuerdo, deambulaban entre las estanterías atiborradas de libros, el mencionado Carlos Fuentes acompañado de Adolfo Aguilar Zinser; Porfirio Muñoz Ledo, Enrique Vila-Matas, el gran Roberto Calasso, el maestro de la prosa Antonio Skármeta; Nuria Amat al frente de la delegación de escritores catalanes. Final: con Juan Goytisolo no había posibilidad de conmiseración, paños tibios o medias tintas. Acostumbrado a nombrar con ayuda del alfabeto y con la “E” de engaño a los embaucadores y amanuenses de cuarta, sus dardos envenenados calaron hondo lo mismo en España que en América Latina.
Letras minúsculas
Outsider hasta el final: fue enterrado en Larache, Marruecos, codo con codo con su admirado Jean Genet. No hubo pompa ni te deum. Sólo la muerte de un grande.