Delincuencia, una 'industria' que crece
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Gengis Kan, léase “Chinguis Jaan” en versión romana, fue un guerrero y conquistador mongol.
Su política era presentarle dos opciones a las ciudades que ocupaban: podían abrir las puertas, dejar entrar a los mongoles y someterse a sus reglas y pagarles un tributo o impuesto; en ese caso los mongoles se retiraban de forma pacífica.
La otra opción era que la ciudad ofreciera resistencia, la derrota significaba la destrucción y masacre de sus habitantes.
Los mongoles querían que todo mundo supiera de su política, para no batallar y sólo cobrar impuestos, desde entonces este modelo práctico para obtener dinero mediante el uso de la fuerza es una de las bases de los gobiernos democráticos.
El Gobierno tortura a la disidencia para desanimarla, igualito que el señor Chinguis Kan.
La pandilla más grande de la ciudad se llama La policía, quien controla La policía, controla la ciudad. Cuando el estado-policiaco no cumple su función, la población recurre a otras fuentes, así ocurrió en Sicilia, ante autoridades débiles y corruptas, la gente buscaba la protección ilegal, pero efectiva de la mafia.
Robar bancos es rentable, aunque los riesgos también se disparan: 80 por ciento de probabilidades de que los atrapen; creo que cuentan con protección de la mafia.
La policía tiende a intervenir hasta que se comete el delito, demasiado tarde para la víctima. En algún lugar leí que los criminales contribuyen a la creación de empleos: abogados, jueces, legisladores, policías, celadores, profesores y teóricos del derecho, dependencias de Gobierno, gobernantes, el problema es que nuestro sistema legal, judicial y político está tan corrupto que, en lugar de proteger, se convierte en parte de la misma industria del crimen a la que debería perseguir.
La prioridad del funcionario es ahora obtener dinero mediante la corrupción y con el mal uso de la ley. Durante la premiere de Spiderman en nuestra ciudad, robaron varios autos en el estacionamiento de un centro comercial. Spiderman 0-Los Ladrones 1.
Veamos las noticias de nuestra ciudad: “Siguen los robos a escuelas”, “Asaltan a mano armada par de tiendas”, “Cuchillo en mano asalta a un trailero”, “Detienen a banda de jóvenes tras robar tienda de conveniencia”. La pregunta que surge es: ¿Por qué alguien toma la decisión de robar?
Entre las hipótesis pudiera estar el robo famélico o por hambre. La idea queda descartada cuando vemos que se roban cervezas y cigarros, el desempleo pudiera ser una causa, la otra es el bajo salario que no alcanza.
La sociedad de consumo exige a sus miembros comprar algo más que comida y ropa. En el libro la teoría general del crimen, se afirma que la mayoría de los delitos requieren poca habilidad, paciencia, credenciales o planeación.
Hacer dinero de manera legal requiere adquirir habilidades que lleva años de entrenamiento. Para robar una tienda de conveniencia se necesita poco, una pistola, un cuchillo, y unos minutos. Los delitos suelen ser espontáneos y sin planeación, a diferencia de lo que el cine hace creer.
Quien elige robar lo hace porque es fácil y viable, la misma lógica práctica de Chinguis Kan, la del funcionario y la del ciudadano de a pie.
La comodidad y la inmediatez son signos de nuestros tiempos; el delito es su síntoma. El crimen puede traer beneficios en el corto plazo, a la larga los criminales no terminan ricos; las circunstancias contribuyen a elegir la opción del mal. Creo que la raíz del problema está en que el Gobierno no facilita los medios a los individuos para que, con paciencia, esfuerzo y medios, creen sus empresas sustentables.
jesus50@hotmail.com