Domingo electoral
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Se pueden hacer preguntas interesantes en tiempo de sufragio.
Si los candidatos eligieran a sus votantes, ¿a quiénes elegirían? ¿El peor votante es el que no vota por omisión? ¿Aquellos que votan son la verdadera mayoría que hace ganar a su propia dignidad ciudadana? ¿Te atreverías a saludar a familiares y amigos con manos sin mancha en día de elección? ¿Es la mayoría abstencionista la que hace que ganen los peores? ¿Es buena democracia la que da el gane sólo a la minoría mayor?
¿Voto por quien tiene buena apariencia? ¿Por el único cuyo nombre recuerdo? ¿Por el que me dijeron que era el menos peor? ¿Doy mi voto al que se me ocurra a la mera hora? ¿Por el color y las siglas de siempre? ¿Doy mi voto a uno, sólo por no darlo a otro?
¿Soy de los primeros o de los que llegan cuando casi se cierra la casilla? ¿Tomo la precaución de llevar mi propio plumón para no dejar un trazo de lápiz que se pueda borrar?
¿Vota aquél por el único candidato que conoce de cerca? ¿Da éste su voto al que tiene una virtud básica aunque tenga defectos? ¿Los de más allá se fijan en lo que propusieron y prometieron o sólo toman en cuenta a las personas? ¿Cualquier votante sólo busca, al votar, impulsar su partido? ¿Éste recibió todo lo que le dieron pero votará libremente por quien escoja como bueno?
El equipo que trabaja en casilla dando tiempo y vida contribuye con virtud cívica a que todo sea auténtico. Cualquier distracción, omisión o precipitación puede tener graves consecuencias. El conteo y la relación han de ser actos cuidadosos y exactos.
Puede ganar altura una comunidad en tiempo electoral. Pueden manifestarse valores, virtudes, rasgos éticos, magnanimidad e integridad para darles a los ganadores la garantía de que son a quienes la gente quiere darles el mandato para que promuevan el bien de todos.
Es como un mosaico, como un rompecabezas el panorama de las actitudes y las motivaciones de quienes sufragan. Son contrastantes los grados de información y de responsabilidad de quienes acuden a las urnas.
Los encuestadores arúspices, aleatorios, escrupulosos o desquitadores de emolumentos entrarán al juego de cifras y porcentajes cumpliendo la misión de ilusionar y decepcionar, de aproximarse y no atinar.
Hasta los tribunales puede llegar un resultado con anomalías pero, al final, la esperanza es que habrá una nueva tripulación para seguir navegando con un servicio público que aprenda de los errores, aproveche oportunidades y logre anteponer el servicio al lucro, la transparencia a la corrupción, anhelo de todos los votantes…