Don Arturo, mi maestro
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A los 99 años de edad murió don Arturo Moncada Garza, el último maestro que me quedaba de los muchos que en la vida tuve.
Su existencia fue larga en años y fecunda en frutos. Abogado de mérito, catedrático excepcional, funcionario probo, añadió a esos méritos el de ser orador extraordinario, uno de los mejores que en Coahuila ha habido. Universitario de corazón, fue el primer secretario general que tuvo la Universidad, y fue también digno director del Ateneo Fuente. A él le debemos el bello lema de nuestra Casa de Estudios: “En el Bien Fincamos el Saber”.
Tuve la fortuna de ser su alumno en la Escuela de Leyes. Impartía él la clase de Sociología en el primer año de la carrera. Su cátedra era modelo de elocuencia y saber. No fueron pocas las veces que le aplaudimos, entusiasmados, al terminar una de sus exposiciones. Empleaba el texto de Antonio Caso, de quien fue discípulo en la Universidad Nacional. Era una delicia oírlo recordar sus días de estudiante en la Ciudad de México.
El licenciado Moncada Garza formó parte de un grupo de abogados al que se dio el nombre de Grupo Aurrerá, pues quienes lo integraban se reunían una vez por semana a oír y ver el programa “El Gran Premio de los 64 Mil Pesos”, conducido por otro distinguido coahuilense, abogado también, don Pedro Ferriz Santacruz. En ese programa los participantes respondían preguntas sobre tal o cual tema, de alta cultura todos, y el premio en dinero iba creciendo conforme las preguntas se hacían más difíciles. En un tiempo su trasmisión fue patrocinada por la cadena de tiendas Aurrerá, y los concursantes, para expresar su voluntad de contestar la siguiente pregunta que don Pedro les haría, decían la palabra “Aurrerá”, que en vasco significa, según entiendo, “Adelante”.
Del grupo “Aurrerá” formaron parte entre otros, a más del licenciado Moncada, mi tío Alberto Fuentes y los licenciados Ernesto Cordero de la Peña, Ruperto García, Evelio González y Marín G. Treviño. Eran todos hombres cultos que muchas veces rivalizaban con los concursantes en el conocimiento de los diversos temas que se presentaban. Algunos mal pensados atribuyeron a ese grupo finalidades de política. Se equivocaban. Era un conjunto de amigos que se reunían sin otro fin que el de la amistad, y que usaba como pretexto para sus reuniones aquel programa de preguntas y respuestas.
Hago otra evocación sobre el licenciado Moncada Garza. Un excelente saltillense, don Marcos Ochoa, apreciado por todos, fue objeto de una injusta acusación que lo llevó a ser juzgado por un jurado popular en Piedras Negras. Nombró su defensor a don Arturo, y la defensa que hizo él ante el jurado fue tan brillante que no sólo don Marcos salió absuelto de todo cargo, sino que al licenciado Moncada el público presente lo sacó del recinto judicial a hombros.
Pasados los años, don Arturo contribuyó a la fundación del Colegio Coahuilense de Investigaciones Históricas. Encabezados por su presidente, el profesor Arturo Berrueto González, los miembros del Colegio hicimos una guardia de honor ante el féretro del querido maestro.
Por encima de todo, fue don Arturo Moncada Garza un hombre bueno. Cordial, afable, generoso, dio siempre a los demás lo mejor de sí mismo. Para mí tuvo siempre palabras de aliento y de consejo. El mejor ejemplo que nos dejó, aparte de su sabiduría, fue el de su bondad. Siempre estará en nuestro recuerdo.