Draft: un ‘régimen’ como tal
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Hoy comienza la siempre esperada semana del Draft.
En realidad, las negociaciones entre los clubes ya están avanzadas y sólo falta que los patrones las formalicen en el millonario evento playero.
El mercado de piernas mexicano sigue vigente, pero nadie le quita lo absurdo. Único en su tipo en el futbol, cada semestre se abre la puerta a un negocio empresarial que humilla a muchos jugadores.
Para quienes piensan que el Draft es una farsa, tan equivocados no están. Tampoco se equivocan los que cuestionan tanta ostentación por parte de los federativos, como eso llevar a Cancún un cónclave que bien podría resolverse en las instalaciones de la Femexfut.
La famosa lista de transferibles que se anuncia, no existe como tal. Es una cuestión protocolar. Los arreglos ya están cocinados de antemano. “Todos los transferibles están acomodados antes de pisar el Draft”, me dice un directivo.
El “Régimen de transferencia” es, en todo caso, un punto de reunión donde los directivos van a pasear y a oficializar acuerdos que, la mayoría de las veces, son pactados a espaldas de los jugadores, quienes son auténticos rehenes del sistema.
En este tianguis de compra-venta que está prohibido por la FIFA, pero que el mañoso futbol mexicano parece tener inmunidad, también impera la ley del más fuerte: el absolutismo financiero orilla a una extrema sumisión a los futbolistas.
Sin esta combinación no tendría mucho sentido el Draft, tan denigrante como la multipropiedad y el ridículo “pacto de caballeros”, otros vicios autóctonos de una Liga de doble moral.
Pero con todo y sus asteriscos, el Draft también es un disparador natural de expectativas catapultado por los enjuagues del negocio.
No sólo los aficionados esperan noticias, sino también una gran cantidad de jugadores que ese mismo día se enteran adónde irán a parar el próximo semestre.
De hecho, así piensan los que defienden este “régimen”, que en realidad lo es por su tiranía.
Dicen que si no existiera el Draft se correría el riesgo de que futbolistas que no son tenidos en cuenta en sus equipos perderían la posibilidad de pasar a otros clubes donde tendrían una mayor continuidad.
Puede ser, pero el punto no son las transferencias en sí, sino la manera en como éstas se hacen: se canjean fichajes como piezas y los clubes se prestan la mercancía por un rato escogiendo dentro de un bazar que prostituye al jugador.
La idea de Rafael Márquez de crear la Asociación de Futbolistas Mexicanos para acabar con estos hábitos canijos de los dueños del balón no es mala, pero quizás sea inútil.
Sindicalizar un futbol mexicano dominado por gigantescos intereses es poco probable que tenga adherentes. Ningún jugador se rebelaría a semejante poder con el riesgo de arruinar su carrera.
Porque este futbol, además de autoritario, también es ladino y vengativo. Ahí quedaron atrapados “los árbitros del paro” en un callejón sin salida.
Todo está bien en la Liga mientras el negocio fluya, pero nunca se aceptará que ningún “producto comercial” –entre ellos, los jugadores- se atreva a desafiarlo.