Este Gobierno y su legado vacío (1/3)
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En el estilo, dicen algunos, se parece al Chapulín Colorado.
Recuerdan al personaje cómico de la infancia: en los momentos más difíciles o tomaba su pastilla de “chiquitolina” o afirmaba que todo estaba fríamente calculado. Así, en pláticas informales, me sintetizan a la actual administración: cuando la agenda no le apetece, el todavía Gobernador desaparece; a toro pasado afirma (junto con su prensa afín) que todo sucedió exactamente como se había pensado. Algunos profesores agregan que cita a reunión muy temprano por la mañana y recibe con la actitud de “no contaban con mi astucia”. En fin.
Cierto o no, estrategia bastante empleada por los gobiernos (de cualquier tiempo y color) es apostarle a la amnesia de lo comprometido y hasta emprendido. Dejar en el camino y enterrar un sinnúmero de acciones infructuosas (que costaron, que sirvieron como publicidad) es algo que puede verse más seguido de lo que a todos nos gustaría creer o aceptar. La presente y dos colaboraciones más van en este sentido.
Esta historia comienza con el llamado “Pacto Coahuila”. ¿Alguien lo recuerda?
Quien lo hace, ubica su nacimiento a mediados de 2012, poco antes del inicio de la actual administración. Una firma de compromisos de parte de los tres poderes públicos estatales, la Comisión de Derechos Humanos, el Instituto de Acceso a la Información (y colocación de candidaturas, creo que ahora se llama), el Instituto Electoral y la Universidad Autónoma de Coahuila. ¿La idea? Una pomposamente llamada “reforma jurídica integral”. Algo “histórico” y “sin precedentes” como resulta ser todo.
Habrá sido que, por lo de la megadeuda, no había dinero para obra pública. Cualquiera que fuera la razón, esta administración le apuntó a legislar mucho. De más, si se quiere. Hacerse de un perfil de jurisconsulto y elevar los indicadores de iniciativas presentadas al Congreso desde la oficina del Ejecutivo.
Y se logró: nadie como el actual presentó tantos documentos al Congreso; éste aprobó, casi de inmediato, lo presentado. ¿El resultado? Algunos cambios que poco o nada han impactado en la vida de alguien, leyes que son letra muerta y a nadie (ni a los autores) les importa.
Ahí el legado vacío de una administración que soñó con una “reforma jurídica integral”. Se quedó en el intento, rellenó con leyes vacuas, pretensiones fallidas.
Pero vayamos poco a poco:
De aquel histórico y sin precedentes “Pacto Coahuila” se organizaron 15 comisiones con la encomienda de elaborar propuestas de reformas de gran relevancia. Hasta existió un Secretariado Técnico del multicitado “Pacto”, quien (si no es que se trata de un homólogo) recayó en un abogado y columnista cultural del Estado de Hidalgo. El origen de dar a Coahuila lo que le corresponde, imagino.
¿Cuánto costó la constitución del “Pacto Coahuila”? ¿Las comisiones incurrieron en gastos y hubo honorarios de por medio? ¿Cuál fue el producto? Preguntas, sólo eso.
De lo que queda constancia es de un seminario organizado en la (todavía extraviada en sus propios procesos) Facultad de Jurisprudencia. Reuniones desarrolladas en un par de días, personalidades declarando que la nueva Constitución sería un parteaguas nacional y un Gobernador que afirmó que ese documento regiría por 100 años (boletín del Gobierno del Estado, 15 octubre 2012).
A lo de la Constitución, ya regresaré. Retrata, sin embargo, cómo se veían ellos mismos: la cabeza del Constituyente del Siglo 21, el hombre a recordarse el siguiente siglo.
Oh, realidad. Nada de eso. Pero vayamos poco a poco.
@victorspena