Lideresas siglo XXI
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A propósito de estos tiempos electorales, ha vuelto a la palestra esa figura del barrio y la colonia conocida como “la lideresa”, muy socorrida en otros tiempos por autoridades y partidos políticos para apoyo de todo cuanto pudiera ofrecerse.
Por ejemplo, en la invasión de predios. En todo el País existen paracaidistas, pero en Coahuila, el asunto de colonias de posesionarios ilegales fue en otros tiempos terreno cenagoso, negocio turbio en el que históricamente los gobiernos no han quedado exentos de culpa. Durante décadas, los dirigentes de algunos partidos y organizaciones políticas y lideresas de grupos marginados, encontraron en la invasión de un oficio redituable para salir de la estrechez a costa de la ignorancia y la vulnerabilidad de cientos de familias sumidas en la pobreza, y en perjuicio de los legítimos dueños, cuyas tierras, casi siempre herencia familiar intestada, eran invadidas por dichas familias.
Durante décadas, la posesión ilegal de predios fue un gran negocio para líderes y lideresas, quienes hostigaban a su gente a la invasión a cambio de la promesa de un lote para construir su vivienda. Una vez posesionados de los terrenos, los “buenos oficios” de esas “dirigentes sociales” consistían en cobrarles a los posesionarios, en cómodos pagos mensuales, los terrenos invadidos, que también eran vendidos a otras personas ajenas a sus agremiados, mediante un contrato privado de compraventa sin validez legal ninguna. En Saltillo fueron célebres en estos menesteres las lideresas María Herrera y Ramona Pérez de Charles. El Partido Cardenista, y su eterno líder Navarro Montenegro, y la asociación Antorcha Campesina fueron a su vez responsables de muchas invasiones en la región.
Para las lideresas era una forma fácil de llenar sus bolsillos y adquirir poder ante las autoridades. Éstas encontraron en la práctica una forma de exigirles, a cambio de su complacencia, el apoyo irrestricto de su gente. Ellas cobraban el dinero de los terrenos y los partidos obtenían votos en las urnas y apoyo al acarreo de multitudes en los mítines de las campañas electorales. Las lideresas se convirtieron en una institución a todas luces ilegal, aprobada, sin embargo, por los gobiernos y algunos partidos políticos. Una institución detestable, que todavía sobrevive.
El caso muy sonado de las colonias Omega y Las Candelarias en Saltillo fue una papa caliente hace muchos años. Los predios invadidos pertenecían supuestamente a Juan Chapa Garza, quien había iniciado la construcción de casas que quedaron inconclusas en 1994, debido a su arresto por narcotráfico y a la incautación de sus propiedades. Las viviendas fueron invadidas por un grupo liderado por Guadalupe Olguín, quien cobró jugosas mensualidades a quienes se asentaron en ellas en forma irregular. Chapa Garza y los propietarios anteriores a él reclamaron posteriormente sus propiedades, y los posesionarios se negaron a dejar sus viviendas, de las que ya habían pagado una buena parte a la lideresa.
Ante el problema, el Gobierno Estatal acabó regularizando los asentamientos de la Omega y Las Candelarias. Adquirió los terrenos por compra o permuta a los antiguos propietarios y logró que los posesionarios se comprometieran a pagar sus viviendas. ¿Y el dinero pagado a las lideresas? Adivinó: ellas no lo devolvieron nunca.
Al parecer, no existen ya esas viejas prácticas posesionarias alentadas en otros tiempos, pero aún hay gente sin regularizar sus predios y aún hay lideresas que venden sus servicios al mejor postor. Bueno sería cortar de tajo esos oficios, que tanto lesionan la nobleza de otras instituciones y organismos, gubernamentales y no gubernamentales, dedicados a apoyar efectivamente a los que se encuentran sumergidos en la indigencia y el desamparo.