Mariano Otero: su aportación a los derechos humanos
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La Suprema Corte de Justicia de la Nación estableció que 2017 sería el año de Mariano Otero, en conmemoración a la celebración de los 200 años de su nacimiento. En efecto, el 4 de febrero de 1817, nace en Guadalajara el ilustre abogado que a la postre sería reconocido por ser quien logró que en 1847 el juicio de amparo se incorporara en la Constitución mexicana.
Fue diputado constituyente de 1842 a 1847, senador en 1849, delegado por su estado natal en la junta de representantes en 1841, ministro de Relaciones Exteriores y del Interior en 1849. Durante 1842, luego del establecimiento de las Bases Orgánicas, fue señalado como conspiracionista contra la paz de la República y puesto en prisión.
Junto con otros detenidos, llevaron el caso a la Suprema Corte de Justicia con el fin de poner alto a las arbitrariedades y abusos cometidos en el momento de su captura y posterior detención. Este acontecimiento marcó definitivamente su pensamiento al hacer del principio de juricidad una devoción.
Marcó la pauta de toda su vida profesional posterior, como lo fue, años después, en 1847, su lucha para la inclusión del juicio de amparo en la Constitución, que conoció de su colega el diputado Crescencio Rejón, en Yucatán.
El amparo es concebido como un medio de control de los actos de las autoridades que vulneren los derechos humanos de las personas. Los aciertos y desaciertos de la institución son por la mayoría conocidos y aunque su análisis no es el objetivo de estas líneas, dejo aquí una invitación a la reflexión sobre la figura del amparo como medio de protección, no el único, pero sí el más importante de los derechos humanos en nuestro sistema jurídico.
El legado de Otero en esta materia fue, sin duda, una de las aportaciones más conocidas y de mayor repercusión en el ámbito jurídico de México para el mundo. Sin embargo, este año que conmemoramos dos décadas de su natalicio, deseo compartir otras facetas de su fructífera, aunque corta vida (murió a los 33 años, víctima del cólera), como profesional en el servicio público en México.
Además de abogado, diputado y constituyente, Otero fue periodista. Escribía en el periódico “El Siglo XIX”, en sus artículos mostraba el pensamiento y los discursos dados en el parlamento en la época.
Quiero destacar, particularmente, la faceta de Mariano Otero como diplomático, en concreto, su papel como ministro de Relaciones Exteriores y del Interior durante la guerra de México con Estados Unidos, de 1845-1848. Los historiadores enfatizan su actitud durante el enfrentamiento, ya que no estuvo de acuerdo en poner fin a la guerra. Pensaba que seguir con el enfrentamiento a la larga traería la paz duradera para México y la defensa del País. Incluso, fue uno de los cuatro diputados que se opuso a firma de un “tratado vergonzoso” para la nación, sobre todo, por su negativa a la cesión de todo el territorio con el que se ponía fin a la guerra con el país vecino del norte. Para Otero, sólo debía cederse el territorio tejano, motivo de la disputa con los norteamericanos.
Sin embargo, luego de firmado el Tratado de Guadalupe, en 1848, se enfrentó una situación diferente en todo el País, pero particularmente en la cuestión fronteriza cobró importancia la emigración posible de poblaciones mexicanas que habían quedado en los territorios recién enajenados.
Según el Tratado de Guadalupe Hidalgo, en su cláusula 8ª, los mexicanos establecidos en dichos territorios podrían permanecer en éstos o trasladarse a la República mexicana, optando por asumir la ciudadanía de uno u otro país.
Es poco conocida su labor en este momento histórico concreto. Como la emigración sería voluntaria, Otero dispuso que los cónsules y otros agentes se encargarían de la identificación de los individuos y sus familias. Otero dispuso que con esta información consular se trasladarían a los mexicanos y sus familias hacia Chihuahua, Coahuila, Nuevo León, Sonora y Tamaulipas.
Otorgó trato preferencial a los emigrantes mexicanos, respecto a otros extranjeros, con referencia a las concesiones de tierras, además de otras disposiciones que se adoptaron para la organización del trabajo del campo. Sin duda, constituye para muchos y, en lo personal, un antecedente concreto en nuestro País de ayuda consular a los mexicanos en el extranjero.
Concepto que la Convención de Viena sobre Relaciones Consultares (1963) reconocería como un principio básico de cortesía y entendimiento entre las naciones: la obligación del Estado receptor de permitir el acceso y comunicación al extranjero con el funcionario consular; y en caso de detención, arresto o prisión preventiva y, si el extranjero lo solicita, informar a la oficina consular competente, así como poder visitarlo para auxiliarlo en la defensa ante los tribunales (artículo 63 de la Convención).
Dada la relevancia de estos temas en el momento actual que viven nuestros connacionales en Estados Unidos, el pasado y presente se unen en un evento que la Academia Interamericana de Derechos Humanos, en el marco de los festejos de la Suprema Corte de Justicia de la Nación por el bicentenario del nacimiento de Mariano Otero, organiza el Seminario “Mariano Otero: el Diplomático. Una lectura contemporánea del derecho a la asistencia consular”. La cita es el 4 de agosto del presente año, a las 12:00 horas, en la Infoteca de la Ciudad Universitaria Campus Arteaga, en Saltillo, Coahuila. Los esperamos.
@MYRobles02
La autora es Directora del
CEDESCA de la Academia IDH
Este texto es parte del proyecto de Derechos Humanos
de VANGUARDIA y la Academia IDH