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Si Peña Nieto cree que la Ley GIPE lo va a inmortalizar como impulsor de las candidaturas independientes, está muy equivocado. Su Ley General de Instituciones y Procesos Electorales (GIPE), es una pista de obstáculos, zanjas y trampas contra los ciudadanos sin partido.
La partidocracia muerde y no suelta. La apertura hacia independientes es una rendija estrecha. Digan si no.
Nadie puede proclamarse ni aspirante a candidato independiente, sino hasta que el INE lo autorice. Lo haces, te niegan el registro. No entras a la boleta electoral. Tú, yo, todos amordazados de aquí al registro dentro de un año.
La autorización del INE está regulada en la Ley GIPE y nadie puede contratar radio o televisión para anunciar siquiera su intención de ser candidato independiente. Creo que ni en Rusia ni en Cuba tenían una ley tan absolutamente anti-democrática. La mordaza es total y por lo visto pasa desapercibida por una ciudadanía adormilada, anestesiada que no espera ni demanda nada.
Como suscriptor del Pacto de San José, México debió tener candidaturas independientes desde fines de los 70’s. Sin embargo, al nacer el COFIPE decretó que “solo los partidos podían registrar candidatos”.
El retroceso se dio a fines de 1989. Supuestamente Carlos Salinas de Gortari se sacaría la espina de haber llegado a la presidencia tras la elección en la cual “se cayó… y/o se calló el sistema”. Prometió espejitos.
En ausencia de Manuel Clouthier, el PAN contribuyó a sellar la suerte de los mexicanos para los siguientes 25 años. Tuvimos que navegar las aguas de la partidocracia y guardar las candidaturas libres en un cajón hasta 2014.
Ahora el pecado del PAN le sirve a Andrés Manuel López Obrador como excusa para delatar la existencia de un PRIAN conspirador y corrupto. ¿En cambio él? Un santo impoluto.
La verdad es que México no tiene un sistema político fácil de explicar. El Cofipe compró a los partidos de izquierda para que los guerrilleros de los 70’s se convirtieran en los burgueses de fin de siglo y “dejaran trabajar”.
El daño a la cultura cívica por la falta de candidaturas independientes es incuantificable. La inclusión tardía en la ley de Peña Nieto no hace mella.
Los candidatos registrados para disputar la Presidencia, si acaso llegan a reunir las firmas, tendrán que repartirse entre todos ellos una tercera parte de los subsidios oficiales de un partido nuevo, o sea migajas. Las otras dos terceras partes de las migajas serán para financiar candidatos a senadores y diputados. O sea, contra el león, nos atan las manos y nos vendan los ojos.
Es tan ridícula la Ley GIPE que hasta prohíbe poner foto del candidato independiente en la boleta. Si el votante no lee bien, ni modo. ¡Ah, y solo hará campaña durante ciento veinte días máximo! En mi experiencia personal son los de izquierda los proclives a interponer tantas trabas a la libertad.
El ganón de todo este esquema restrictivo parece ser López Obrador. El tabasqueño grita, “¡Corrupción, corrupción!” y por atrás extiende la mano para recibir su cheque: 427 millones entregados por sistema al que critica. Tiene razón, apesta a putrefacción.
Vemos cómo los senadores del PRD ya están empacando para ir a unirse a la cargada (con “r”). Andrés acepta de todo, incluyendo mapaches electorales como los que se queja que le “han robado dos veces”. No hay como una expectativa crecida para inclusive adelantar el perdón de delitos de todos tipos. Yo lo veo hasta el tronco de falso.
México requiere un cambio, pero no para peor. Y por más que parezca imposible armar una opción independiente, no hay que subestimar el poder de movilización que generan tantos, tan grandes y frecuentes agravios. No solo Andrés, sino todo el sistema que le dio vida a esa forma parasitaria de existencia partidista es derrotable a través de un candidato independiente. Ya verán, de que hay manera, hay manera.