París era una fiesta
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El escritor norteamericano Ernest Hemingway, Premio Nobel de literatura en 1954, fue un amante de París. En esa ciudad vivió en los memorables años veinte del siglo pasado trabajando como corresponsal de un periódico canadiense. Fue su estancia en la ciudad Luz, lo que lo llevó a escribir “París era una fiesta” en francés “Paris est une fete”, un retrato de una ciudad que se recuperaba de la opresión de la gran guerra o la Primera Guerra Mundial como suelen llamarle algunos.
El libro de memorias de Hemingway fue publicado de manera póstuma en 1964 como una forma de celebrar a París como un lugar interesante y lleno de ideas, un nexo de las personas que aman la vida y el arte. “París era una fiesta”, es una especie de diario o autobiografía de Hemingway en el París Bohemio en donde se habían refugiado pintores, intelectuales y escritores que encontraban la inspiración que no les motivaban otros sitios. Hemingway habla de Scott Fitzgerald y de su esposa Zelda que logró acabar, gracias a su locura, con la carrera del autor del “Gran Gatsby” y con ella misma internada en un manicomio. Habla de Gertrude Stein y de Ezra Pound.
Y es que ¡cómo no amar a Francia y a París! No es casualidad que en ese país y en esa ciudad vivieran pintores como Van Gogh, Picasso, Modigliani, Man Ray, Matisse, Miró y Dalí. O que escritores como Voltaire, Rousseau, Victor Hugo, Émile Zola, André Gide, Anatole France, Balzac, Wilde, Camus, Proust, Hemingway, Simone de Beauvoir, Sartre, William S. Burroughs, Fuentes, Cortázar y García Márquez eligieran a París para que todo fuera una fiesta.
Pero fue a raíz de los atentados que ha sufrido durante los últimos tiempos, que el libro de Hemingway ha encontrado nuevos lectores. Un reportaje del diario “Le Monde” da cuenta que en el sitio francés de la empresa Amazon, la obra “París era una fiesta” ingresó de nuevo en la lista de los 20 libros más vendidos en Francia; una forma de celebrar su libertad, una libertad que algunos odian, junto con su estilo de vida y todo lo que ello significa.
Los primeros atentados a las oficinas de la revista “Charlie Hebdo” en donde murieron 12 personas, y luego los del Bar Bataclan, que una oscura noche de noviembre del año pasado convirtieron en un apocalipsis el bar ubicado en el corazón de París, transformando al teatro en el peor ataque terrorista de la historia de Francia: 137 muertos.
Ahora de nuevo insisten en silenciar la libertad de Francia con un ataque en Niza. Fue durante la celebración de la fiesta nacional “La toma de la Bastilla” –el inicio de la libertad francesa como la conocemos– en que un gran imbécil de nombre Mohamed Lahouaiej Bouhlel, arrolló con un camión a una multitud de personas causando la muerte a 84 personas.
En los tres ataques coincide el extremismo islámico. Dentro de toda esta tragedia, me llama la atención la determinación de los franceses por seguir demostrando que son una civilización que lucha por mantener en alto el lema oficial de la República Francesa de Libertad, Igualdad y Fraternidad; y que aún, en medio de esta locura, decidan que los 5 millones de musulmanes que viven en Francia, puedan seguir ejerciendo libremente su religión. Lo dicho: “Siempre nos quedará París”.
Esa libertad y esa base democrática que consiste en dar el mismo tratamiento y derechos a las minorías por igual que a la mayoría, su forma de vida, su alegría por vivir, su historia, sus monumentos, su lengua, su comida –bon appétit– y en especial su cultura, han hecho que en mi familia nos consideremos como francófilos, aunque sea de segunda. Para nosotros, París y Francia son una celebración permanente de las cosas que nos hacen ser humanos, la esencia de la humanidad misma.
Ahorramos todo el año, invertimos aguinaldos, primas vacacionales y guardamos monedas de 10 pesos y billetes de 20 para luego hacer cuentas y ver si nos alcanza para visitar París en ese año. Junto a mi familia, he caminado por las orillas del Sena, nos hemos sentado en las bancas de los jardines de Luxemburgo y hemos encontrado, después de muchos esfuerzos, la tumba de Julio Cortázar en el cementerio de Montparnasse. Así hemos comprendido lo que escribiera Hemingway: “Si tienes la suerte de haber vivido en París cuando joven, luego París te acompañará vayas donde vayas, todo el resto de tu vida”.