Secuestro de la atención
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¿Nos estamos convirtiendo en una comunidad de desatentos?
No se trata de la cortesía, de los buenos modales, sino de la otra atención. Ese estado de fijeza, de concentración de la mente, del oído, de la vista que quiere captar y entender, que excluye cualquier distracción y busca una información, una observación o una sensación con plena advertencia.
Abundan en todos los ambientes los distractores. Algunos son voluntarios y otros involuntarios. Los hay auditivos: ruidos, timbrazos, alarmas, músicas, anuncios vociferantes, gritos, truenos. Y los hay visuales, directos o indirectos, de pantallas en todos los tamaños, desde la mini del celular hasta la maxi del televisor, pasando por las tabletas y los ordenadores portátiles.
Hay distracciones voluntarias de larga duración, como las sesiones de cine, los juegos deportivos, los espectáculos, las meriendas, los festejos y eso que llaman “los pasatiempos”, con atención secuestrada. Jugar electrónicamente es una pandemia alarmante. Los juegos son anunciados como adictivos y en verdad lo son. Abunda la gente conectada. Su atención se ha evadido del momento presente a esa aparente intemporalidad de los retos y las habilidades de un juego absorbente.
Las ventanas de distracción son innumerables. Ya ha habido víctimas del manejar y enviar textos con tecleos al mismo tiempo. Esa coincidencia de estímulos provoca una desatención entrelazada con atención debilitada. Lleva al desastre. El piqueteo del control frente al televisor, pasando revista de canales, fomenta la desconcentración en cadena. La atención a la imagen ha desalentado la atención a la letra impresa. El tuit acostumbra a la comunicación lacónica, de una brevedad no siempre virtuosa.
El exilio del silencio ha vuelto desacostumbrada la conjugación del verbo pensar, imaginar, meditar, simplemente ser. Disminuye el número de personas que “hacen lo que hacen y están en lo que están”. Escasean las acciones en las que se pueda ver una buena elección, una acertada decisión, una concentración profunda y una perseverancia que dure hasta el final. La aceleración produce el atropellamiento y se pierde el sentido de la lentitud del bien hacer.
Los modelos de conducta de las narraciones de pantalla presentan a la juventud modelos variados de deshumanización. Se dedica la atención, guiada por la curiosidad, a historias inverosímiles que succionan el tiempo aprovechable. El chateo interruptor salpica todo el día una atención siempre intermitente.
¿Qué es lo que atrae la atención en la secuencia ordinaria de los días? ¿Cómo se maneja eso que se llama “tiempo libre”? Se convierte muchas veces la pausa, el asueto, en ociosidad divagante que todo inició y nada terminó. Sin vida interior, con la higiene del silencio, se vive en constante algarabía de ideas parásitas y están ausentes los objetivos, las planeaciones, los proyectos.
Desde el kindergarten hasta los doctorados universitarios, el hábito de no ser desatentos hará que cada momento no quede vacío, atrofiado o estéril por una atención secuestrada, sino iluminado y transformado por la atención de una conciencia responsable…