Arquitectura, herencia viva de la Revolución
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El ideario de libertad, educación, casa y salud para todos obligó a la nueva generación de arquitectos a dar respuesta a las necesidades de un pueblo empobrecido que salía de un largo conflicto armado que había aquejado al país por más de una década.
México, D.F..- Cuando Francisco I. Madero, Pancho Villa y Emiliano Zapata se alzaron en armas, probablemente no estaban pensando en cambiar el rostro arquitectónico de México; sin embargo, esta transformación fue una consecuencia inevitable tras la Revolución Mexicana.
El ideario de libertad, educación, casa y salud para todos obligó a la nueva generación de arquitectos a dar respuesta a las necesidades de un pueblo empobrecido que salía de un largo conflicto armado que había aquejado al país por más de una década.
Los estilos churriguerescos y afrancesados, característicos del porfirismo, no daban respuestas a las necesidades de una nueva nación. Así surgieron los grandes arquitectos como José Villagrán, Mario Pani, Juan O'Gorman, Pedro Ramírez Vázquez y otros como Ramón Vargas, director de Arquitectura y Conservación del Patrimonio Artístico Inmueble del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA): "Dieron sentido a la Revolución, porque entonces hubo calles, escuelas, hospitales, mercados y vivienda, entonces la gente supo que la Revolución había valido la pena".
De esta manera, con la Revolución y todo lo que ella representaba, el país se tuvo que dar a la tarea de construir una nueva infraestructura acorde a la época, que fuera más allá de la estética y se encargara de satisfacer dichas necesidades, además, a un bajo costo; a lo que se le denominó "arquitectura funcionalista".
Louise Noelle Gras, del Instituto de Investigaciones Estéticas de la Universidad Nacional Autónoma de México, UNAM, considera que "el nacionalismo en la arquitectura se transformó en servicio social, porque estaba diseñada para México y los mexicanos, para sus necesidades. Se trataba de una arquitectura tan mexicana como una pintura de Diego Rivera".
Sin embargo, esta transición no fue sencilla, ya que tenía que romper con una cultura e idiosincrasia que había sido acuñada bajo otros parámetros. El cambio implicó dejar el exceso de ornamentos por concretos en figuras lineales, migrar al acero y estructuras más prácticas, lo que al final derivó en un nuevo rostro de México, con el cual recibiría más tarde a la bonanza petrolera que comenzó a palparse entre los años de las décadas 30 y 40.
Los ejes revolucionarios
Salud, educación y vivienda fueron los tres ejes mediante los cuales la filosofía revolucionaria construyó el nuevo México. El arquitecto Juan Legarreta, recuerda el especialista Xavier Guzmán Urbiola, fue el "héroe de la vivienda", pues no sólo edificó construcciones para el trabajador, como el conjunto habitacional La Vaquita, al norte de la ciudad, sino que pensó en la "madre de familia".
"Entras a una de estas casitas y primero está la cocina, ¿por qué? Pues porque la madre controla todo desde ahí, que los niños están jugando afuera. O que la sala-comedor se convierte en un área para hacer un tallercito por las tardes. Los arquitectos entonces, realmente se abocaron a dar respuestas a las necesidades de la población de entonces".
Guzmán Urbiola lo explica de esta manera: "Mientras que con Porfirio Díaz se hacía una escuela con cierto presupuesto, O'Gorman construía 25 escuelas".
Pero uno de los pilares y orgullos en este ámbito fue el arquitecto Pedro Ramírez Vázquez con su modelo de Aula-Casa Rural, implementado también en países como Italia, India y Brasil, y galardonado con el Gran Premio de la Trienal de Milán. Con él, Ramírez Vázquez acercaba la educación en las comunidades más apartadas, brindando a los maestros un lugar digno para vivir.
En cuanto a salud, fue el entonces secretario Gustavo Baz Prada quien reunió, por primera ocasión, a médicos y arquitectos para buscar soluciones conjuntas y funcionales a las enfermedades principales de la época.
De ahí salieron los planes para construir el hospital de Cardiología y el de Tuberculosis, en los cuales la arquitectura formaba parte de la curación de los enfermos, al considerar las necesidades de luz y espacio como parte integral de los tratamientos, lo que resultó sumamente vanguardista para la época.
A la mexicana
Los especialistas consultados coincidieron en que la arquitectura de la Revolución buscó su propio estilo. En este proceso, los arquitectos volteaban la mirada a las revistas estadounidenses y europeas, principalmente. Pero hubo quien también encontró su inspiración en la Unión Soviética, la cual, entonces se perfilaba como potencia en el mundo.
Vargas Salguero ubica una primera etapa de la arquitectura mexicana, en los años 20 y principios de los 30, cuya esencia sería la búsqueda de una personalidad propia, a través de la exploración de las nuevas tendencias y el distanciamiento con la corriente porfirista.
Más tarde, asegura Vargas, entre los años 30 a 1942, la arquitectura se topa con una visión más clara y unitaria: "Porque las posturas divergentes del primer momento de búsqueda ya dejaron su simiente. Y ya muy centrada en que la arquitectura debía resolver las modalidades de vivir del mexicano", explica. "Antes no le preguntabas a la gente cómo vivía aquí, sino que copiabas la obra de otro país".
Xavier Guzmán Urbiola, antiguo responsable de la Dirección de Patrimonio Inmueble del INBA, dice que con el comunista Hannes Meyer, arquitecto del régimen soviético, dejó sentir la huella de la influencia rusa en México.
Meyer, invitado a México en 1938 por el entonces presidente Lázaro Cárdenas, participó en el plan arquitectónico del país, en un inicio, desde las aulas, dando clases en la Escuela Superior de Ingeniería y Arquitectura del Instituto Politécnico Nacional. Y después en la Secretaría del Trabajo, en donde participó en la planeación de la Unidad Habitacional de Lomas Becerra, que alojaría a dos mil familias de trabajadores. Más tarde colaboró en la Comisión de Planeación de Hospitales y en el Comité Administrador del Programa Federal de Construcción de Escuelas.
Para la especialista Noelle Grass, la pujante economía en el país también ayudó a que la transición cultural dentro de los nuevos rostros arquitectónicos fuera más rápida y eficientemente asimilada:
"Se da de manera más radical después de la Segunda Guerra Mundial, cuando la economía de México tuvo una mejoría notoria y los clientes han empezado a ver ese tipo de arquitectura en otras partes del mundo y sienten que esta nueva expresión, de los materiales del acero, el concreto, para muchos significa progreso, modernidad y entonces comienzan a demandar ese tipo de arquitecturas".
En la actualidad
Algo en lo que concuerdan los especialistas consultados es que a diferencia de la época posrevolucionaria, el actual urbanismo y las políticas de Estado para "crear ciudad" dejan mucho que desear.
Para Lourdes Cruz, coordinadora del Archivo de Arquitectos Mexicanos de la Facultad de Arquitectura de la UNAM, la política urbanística de los primeros gobiernos del siglo XX dieron a México la cara de modernidad, a través de la planeación y la calidad de las construcciones, como "la Condesa, la Roma, llenos de luz, amplios y eran para clase media. Las casitas que miraban a la calle no se quedaban encerradas como las de ahora".
Para Vargas Salguero, "la arquitectura ha venido a menos" toda vez que ya no considera a sus habitantes para ser construida. "La anarquía del desarrollo es un gran problema. Más allá de Indios Verdes o de Iztapalapa ves los cerros llenos de vivienda precaria". Y agrega Cruz González: "El gobierno se ha deslindado de muchas responsabilidades como es la vivienda, en comparación de lo que se hacía antes, ahora simplemente se presta dinero y son los desarrolladores inmobiliarios los que construyen una cantidad de porquerías impresionantes. Sin planeación urbana, en lugares sin servicios, lo que ha provocado que la ciudad crezca sin planeación".
Bellas Artes y su transformación
Cuando se concibió su construcción, en 1906, Porfirio Díaz pensaba que sería uno de sus legados arquitectónicos más importantes.
Pensado, de manera original, para ser un teatro operístico, digno de las grandes obras, así como de la élite de la sociedad de la época, al estallar la Revolución Mexicana su construcción fue detenida.
En 1932, durante el gobierno del presidente Abelardo Rodríguez, las obras del Palacio de Bellas Artes fueron retomadas, aunque sufrieron varias modificaciones a la idea original del arquitecto italiano Adamo Boari y aprobada por Díaz, para erigir el ostentoso Teatro Nacional.
Díaz planeó la construcción del Teatro Nacional (hoy Palacio de Bellas Artes) para conmemorar el primer centenario de la Independencia; ahora, su remodelación se lleva a cabo para conmemorar la guerra que condujo a su derrocamiento.
Los trabajos en el Palacio de Bellas Artes, que comenzaron en 2008, tuvieron un costo total de 688 millones de pesos y con ellos se restauró la cúpula del recinto; se adquirieron nuevos sistemas de iluminación, audio y video, así como butacas; además de la sustitución de ductos de agua potable, compra de cisternas y se limpió el telón Tiffany de acero. La inauguración de la nueva sala se llevará a cabo este viernes.
El rescate del monumento
Tras 12 meses de planeación y otros 12 de ejecución, el próximo 20 de noviembre los habitantes de la ciudad de México se encontrarán con un nuevo Monumento a la Revolución.
Con un costo de 364 millones de pesos, las autoridades del Distrito Federal realizaron acciones de remodelación al recinto, inicialmente concebido para ser el Palacio Legislativo durante el porfiriato.
Entre las obras destacan: el elevador de cristal, con capacidad para 22 personas, que llevará a los visitantes al mirador del monumento; la ampliación del Museo de la Revolución, ubicado en el sótano del lugar; la nueva fuente, situada en la Plaza de la República, en donde se localiza el recinto; y el nuevo concreto estampado del lugar.
Sumado a lo anterior, también está en marcha la construcción de un estacionamiento subterráneo, con capacidad para 700 automóviles, el cual comenzará a funcionar en el segundo trimestre de 2011.
No se debe olvidar que la organización Comité Mexicano del Consejo Internacional de Monumentos y Sitios (Icomos) se opuso a la instalación del elevador eléctrico por poner en riesgo el Monumento a la Revolución, queja que fue desestimada por las autoridades.
La nueva casa del Senado
No todo serán remodelaciones para la conmemoración del Centenario de la Revolución Mexicana. Los senadores estrenarán este viernes su nueva sede, la cual tuvo un costo de dos mil 177 millones de pesos, de acuerdo con información proporcionada por el Comité Técnico del Senado.
Sin embargo, la inauguración será únicamente simbólica y sólo constará del izamiento de la bandera, toda vez que las obras de la construcción, las cuales están a cargo de la empresa GAMI, Ingeniería e Instalaciones, no han sido terminadas.
La primera piedra del nuevo recinto se colocó, en la esquina de Reforma e Insurgentes, en diciembre de 2007 y se esperaba que fuera inaugurada en abril pasado, sin embargo, al parecer los legisladores se mudarán a ella hasta febrero de 2011.
Huella en territorio nacional
Presas
Ubicada en Sonora, la presa Alvaro Obregón es la más grande de la cuenca del río Yaqui, ya que puede almacenar 3 mil 226 millones de metros cúbicos. Con su construcción se generaron exportaciones de arroz, café, tomate y azúcar.
Carreteras
La carretera Panamericana, que va desde Ciudad Juárez hasta Ciudad Cuauhtémoc, en la frontera con Guatemala, es un ejemplo de la estructura en forma de columna que distinguen a las vías en el territorio nacional.
Industria
En Salamanca, Guanajuato, se inauguró en 1950 la refinería Antonio M. Amor, que se convirtió rápidamente en un pilar de la economía del país. Esta ciudad creció con rapidez hasta convertirse en un importante sitio de la industria.
Turismo
Después de la Revolución, el puerto de Acapulco, Guerrero, se convirtió en uno de los principales centros turísticos del mundo, por lo que se construyeron obras públicas como la avenida Costera, la Gran Vía Tropical y la carretera Escénica.
Puertos
El puerto Lázaro Cárdenas es punta de lanza del proyecto industrializador de la costa michoacana denominado en su conjunto Cuarto Polo de Desarrollo, el cual empezó a cristalizarse a partir de la década de los años 70.