8-9M: ¿Qué sigue?
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AMLO ha definido los límites de la esperanza, como oferta electoral, para 2024. Cualquier alternativa política que pretenda derrotarlo tendría un objetivo central: construir instituciones sólidas para apuntalar nuestra incipiente democracia.
Esa agenda progresista tendría seis puntos nodales: (1) opción -no clientelar- por los más pobres; (2) lucha contra la corrupción y la impunidad; (3) austeridad y transparencia en la función pública; (4) agenda radical de Derechos Humanos como eje transversal de las políticas públicas (con énfasis en género, mujer, salud y medio ambiente); (5) reforma fiscal ligada al crecimiento económico y (6) seguridad pública para blindarnos de la violencia criminal.
¿Quién, en su momento, tendría las capacidades políticas para impulsar esa agenda progresista que rebasaría la retórica demagógica de AMLO? Porque después de su mandato, las grandes mayorías, las clases medias y, sobre todo, las mujeres, no esperarían menos.
Focalicemos esa agenda en un punto clave: las mujeres. El 8-9 de marzo marcó un punto de no retorno para ellas en plural. Sus mentalidades cambiaron a partir de la consciencia de un hecho: fueron abandonadas a la violencia criminal por un Estado insensible: falto de compasión y empatía.
Más allá de discusiones ideológicas (igualdad de género, aborto, etc.,) existe una sólida convergencia: la defensa de sus vidas como derecho radical para asegurar su supervivencia y la de la sociedad.
Esa consciencia la utilizarán para votar -sólo por aquel político o partido político que proteja de manera irrestricta, con políticas públicas e instituciones, ese derecho irrebatible.
El PRI y el PAN critican a AMLO, pero nada más. Su ADN les impide reinventarse a partir de un ejercicio autocrítico para proponer esa agenda al país. Menos, con una militancia y presencia territorial decaída que arrastra un recordatorio punzante: ellos son corresponsables de no parar, cuando fueron gobierno, la violencia criminal contra las mujeres.
Las cúpulas empresariales tampoco podrían abanderar esa agenda. Menos si están fracturadas. Hoy el Consejo Coordinador Empresarial y el Consejo Mexicano de Negocios fingen cercanía con AMLO; mientras Coparmex, a través de Gustavo de Hoyos, mantiene una actitud combativa con el respaldo “de 36 mil empresarios que emplean a casi 5 millones de personas y producen el 30% del PIB nacional”.
Sin embargo, De Hoyos también, por código genético, favorecería los intereses empresariales y no los de las mujeres y del país.
Restan dos alternativas al interior de Morena para impulsar esa agenda, a sabiendas de que no perdería las elecciones presidenciales de 2024: Ricardo Monreal y Marcelo Ebrard. Monreal es la versión más priista de AMLO. Y no tiene remedio. Ebrard, en cambio, es un político de centro izquierda que impulsaría esa agenda desde Morena ante la ausencia de Claudia Sheinbaum -quien, por su ciega subordinación a AMLO, llegaría muy desgastada. Para fortalecer y liderar esa agenda, Ebrard, necesita de las mujeres en plural, a lo largo y lo ancho del espectro social y del país.
De esta manera, las mujeres en plural, serían las grandes decisoras de nuestro destino nacional en 2024.
Al tiempo.