Aeropuerto y migrantes
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La gente puede echar un volado.
Ha oído las inconveniencias de las opciones. Una ya optada y empezada y la otra en boceto, salpicada de datos incompletos. Tiene que ir a casilla para algo que se parece a la práctica del sufragio para elegir entre candidatos para el servicio público. Le dicen que habrá recuento y que dirán cual proyecto fue preferido por la mayoría. Cuál será el aeropuerto “menos peor”. En el dilema, plagado de inconveniencias, no pocos piensan que sería mejor un tercer camino, mejor pensado y escogido. O por lo menos, que ambas opciones tuvieran el mismo nivel de información acerca de pros y contras.
No pueden ir todos a causa de la limitación de casillas y boletas. No es plebiscito ni encuesta sino un minimuestreo que no llegará a ser sintomático.
La democracia participativa merece una recia metodología eficiente. No da la medida de lo consultivo y no tiene consistencia para ser deliberativo o vinculante. Queda en algo cosmético, con el fin sólo de poner una etiqueta de consulta popular. Algunos hablan de anulación antes del resultado porque no consideran que el método empleado recoja en verdad la opinión informada y predominante.
Quizá quede como un ingrediente más en la ensalada de estudios técnicos de viabilidad y los no menos importantes acerca de los impactos ambientales y sociales. No basta lo unidimensional que privilegia sólo inversión y ganancia; “qué sale más barato y deja más” aunque queden atropellados los sistemas ecológicos y las relaciones de convivencia y sociabilidad. Una obra que se quiere pronto, barata y costeable sin enfocar las personas: pilotos, azafatas, pasajeros, comerciantes, servidores, propietarios agrícolas, contribuyentes y rezagados y excluidos, en su dignidad y en sus derechos.
Una obra así no es un pegote o emplaste sino tiene una conexión orgánica en un proceso integral de desarrollo. Puede haber elefantes blancos que crezcan como un tumor sin beneficio para los contribuyentes y los caídos en pobreza, extrema o no. En la fila para recibir atención se adelantan turnos hasta presentarse como prioridad, dejando desatendidos desafíos esenciales.
Y en esto de la migración, fenómeno mundial, se diversifican las actitudes. Estos sólo quieren ayudar a quienes buscan mejor vida. Estos otros niegan toda ayuda porque los ven como un estorbo, una carga indeseable. Los de más allá sólo les señalan el camino de regreso a los peligros de los que huyeron. No faltan quienes los ven como delincuentes, criminales, malhechores, vividores, atenidos, como si fueran plaga. En realidad todos somos migrantes y en alguna manera no quisiéramos esas etiquetas de rechazo cuando vivimos situaciones de avance que nos dan esperanza.
No se trata de un paternalismo que dé el pescado sin enseñar a pescar. Ni de colgarse medalla de bienhechor filantrópico, sino sólo aplicar la regla de oro del Islam, del Judaísmo y del Cristianismo. “Haz a otros lo que quisieras que a ti te hicieran” cuando vives una situación extrema.
Por un lado de la moneda está un lago y por el otro una base militar... Ojalá puedan aterrizar los migrantes en tierra de acá o de allá en que puedan tener lo que nadie quisiera que le quitaran o le impidieran tener...