Ajedrez: Natura contra cultura
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¿Los hombres son realmente mejores jugadores de ajedrez que las mujeres? En el ranking internacional hay una mujer por cada 17 hombres pero, ¿no se debe ello a que la población que juega ajedrez es mayoritariamente masculina? Por ende, en términos estadísticos, los mejores y los peores serán varones. Hoy, tan sólo una mujer pertenece al grupo de los 100 jugadores de ajedrez más destacados (la gran maestra Hou Yifan, ubicada en el lugar 64, con un puntaje de 2 mil 680). La pregunta relevante entonces es: ¿Por qué hay más hombres que se dedican a dicha actividad que las mujeres?
El asunto es multifactorial y tiene implicaciones políticas, educativas, de recursos y de justicia trascendentes. Depende de cómo se defina lo que nos hace ser lo que somos, más allá de debates sencillos, que mejor podremos avanzar como sociedad. ¿Se debe a razones socio-culturales?, ¿psicológicas?, ¿biológicas?, ¿educativas?, ¿de entrenamiento y/o habilidades?, ¿o realmente es un tema de acceso y barreras de entrada?, ¿o de todas las anteriores?
Anteriormente, la única mujer capaz de competir con los grandes ajedrecistas masculinos fue Judit Polgár de Hungría —conferencista magistral en La Ciudad de las Ideas (CDI)— quien nos compartió cómo logró alcanzar el octavo lugar del mundo durante su cúspide profesional. Probablemente ello nos pueda ayudar a comprender un poco lo que sucede en este campo como en las disciplinas (STEM) ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas, que han sido —por decir lo menos— temas tabú de discusión.
Gran lección nos ofreció Judit Polgár al revelar que su padre Lászlo —un psicólogo de la educación— defendió siempre la premisa de que todo niño (independientemente de su género o aptitud genética) llevaba "un genio por dentro" si tenía la salud adecuada y se le dotaba de los recursos, educación y atención necesarios para ser exitoso.
Lászlo y su esposa Klara tuvieron 3 hijas para poder demostrar dicha hipótesis: Susan, Sofia y Judit. Susan, la mayor, comenzó a jugar ajedrez a los cuatro años y a los pocos meses ganó el campeonato femenil de menores de 11 años en Budapest, con un score del 100 por ciento. Más tarde, se convirtió en la campeona femenil del mundo a los 15 años y logró ser Gran Maestra a los 22.
El entrenamiento que tuvieron las tres hermanas era aproximadamente de nueve horas diarias; además, su padre las preparaba en matemáticas e idiomas. Sin embargo, aun cuando Susan llegó a ser brillante en el tablero, fue Judit, la más pequeña quien resultó ser la más prominente. Ella se hizo del título de Gran Maestra a la edad de 15 años, cuatro meses y 28 días de edad —la más joven en la historia del ajedrez— superando al controvertido Bobby Fischer con un récord previo de 15 años, seis meses y un día y desbancando su lapidaria frase: "Todas las mujeres son débiles. Son estúpidas comparadas con los hombres. Nunca deberían jugar al ajedrez".
Lászlo Polgár en su experimento (como en muchos otros casos expuestos por Syed) obtuvo resultados claros: un método educativo y de intenso énfasis en la especialización de una actividad (matemáticas, ping-pong, ajedrez, etc.) produce gente exitosa, independientemente de cualquier variable, con excepción de la salud.
Entonces, ¿dichos "experimentos" prueban que nurture (crianza) es más poderosa que nature (constitución genética)? Realmente sí. Sin embargo, es condición necesaria más no suficiente.
Los antropólogos hablan a la vez de un panorama socio-cultural que —como consecuencia del machismo— crea un "techo de cristal" construido por arreglos institucionales formales e informales que discriminan severamente contra las mujeres. Para la teoría psicoanalítica en materia de ajedrez se suma una propuesta "edípica" que asume que los hombres desean "matar al rey", para quedarse con la reina (su madre); lo cual hace que el juego sea —de manera inconsciente— más atractivo para los varones jugarlo. Personalmente, descarto este tipo de lecturas por falta de sustento científico.
En suma, el triunfo requiere tanto de la capacidad con la que se nace, las horas con las que se entrena y la pasión (biocultural) que existe, como de un entorno que permita equidad de oportunidades en temas de justicia, cultura, educación y motivación. La biología puede llegar a ser (en casos excepcionales) condición necesaria —más no suficiente— para llegar ser, la o el, número uno.