Al buen pagador no le duelen prendas
COMPARTIR
TEMAS
El Quijote II, 30
Un día, al ponerse el sol, don Quijote observa al final de un verde prado a “una gallarda señora sobre un palafrén (caballo propio para ser montado por mujeres) o hacanea blanquísima, adornada de guarniciones verdes y con un sillón de plata. Venía la señora asimismo vestida de verde, tan bizarra y ricamente, que la misma bizarría venía transformada”.
Era la Duquesa a quien observó don Quijote. Venía acompañada de su esposo, el Duque, y de otros cazadores de altanería, cetrería o volatería. Clemencín explica que “altanería es el arte de cazar las aves de alto vuelo con otras adiestradas a este ejercicio, como los halcones”.
En la novela, a estos importantes personajes de la misma, el Duque y la Duquesa, Cervantes jamás los menciona por su nombre o les da un nombre. Algunos especialistas creen que se trata de personajes que el autor tomó de la vida real, concretamente los duques de Villahermosa.
Pues bien, don Quijote ordena a Sancho se presente ante esa alta y bella señora y de su parte le diga: “que yo el Caballero de los Leones beso las manos a su gran fermosura y que si su grandeza me da licencia, se las iré a besar, y a servirla en cuanto mis fuerzas pudieran y su alteza mandare”.
Pero ruega a Sancho que cumpla bien la embajada que le encomienda, que mire cómo habla y no trate de encajar refranes, y Sancho le responde que así lo hará porque “AL BUEN PAGADOR NO LE DUELEN PRENDAS”.
El refrán indica que a la persona que es responsable no le cuesta ni le duele cumplir con sus deberes. Que quien pide prestado y tiene el propósito de pagar, no le atemoriza que le soliciten garantías de elevado valor.
Este refrán aparece citado cinco veces en El Quijote, todas en su segunda parte; en la primera lo dice el Caballero del Bosque en el capítulo 14, y en las otras cuatro Sancho Panza, en los capítulos 30 (que es a la que aquí se hace referencia), 34, 59 y 71.
@jagarciavilla