¡Albricias! Ya pasó un año
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Pues a’i sin querer, queriendo, ya pasó un año…
—¿Y…? —cuestionará de inmediato algún espontáneo, aprovechando para recuperar el recuerdo de la mítica interjección formulada por Lucero luego de aquel escándalo provocado por su guardaespaldas, al sacar un arma y encañonar a los reporteros de la fuente, en el ya lejano 2003.
—¡Pues eso!.. Ya pasó un año y, la neta, sí da para festejar…
—¿Por…? —Insistirá el interlocutor ya con un cierto mohín de disgusto en el rostro, pues ni siquiera nos hemos dignado a precisarle cuál aniversario es el responsable de nuestro festivo estado de ánimo.
—Pues ya pasó un año desde la toma de posesión del iluminado de Macuspana… ¡Ya se agotó el primer año de la transformación de cuarta (T4)!
—Pero si tú te la has pasado criticando… —reprochará la contraparte— ¿cuál es la razón para celebrar ahora? ¿Ya cambiaste de forma de pensar? ¿Ya te arrepentiste de formar parte de la prensa fifí y dedicarte a defender a la mafia del poder?
Pues no: en este espacio, dedicado a orientar gratuitamente a la sociedad, no nos retractamos de nada de lo afirmado hasta ahora –y tampoco de todo lo pendiente de publicar– pero sí celebramos ruidosamente la primera vuelta al sol del gobierno del tetra prefijo.
Y la razón para celebrar es la obvia, es decir, la ya señalada líneas arriba: ha pasado un año y eso significa sólo una cosa: ¡ya nomás faltan cinco! O sea, la luz al final del túnel se encuentra cada vez más cerca.
—Si no lo corren antes —revirará el contlapache.
Pues no: el redentor de la patria debe permanecer en su puesto hasta el último día de su mandato, y sus opositores políticos e ideológicos –si acaso existe tal cosa– harán muy mal en intentar revertir la decisión tomada el 1 de julio del año pasado por 30 millones de mexicanos.
No faltará a estas alturas quien, habiendo visitado con anterioridad este espacio, enarque una ceja y se cuestione sobre la sanidad mental de quien esto escribe. No se apuren: no hemos cambiado un ápice nuestra postura y ahora lo explico:
Como lo he dejado antes por escrito, aunque nunca he votado por López Obrador deseaba su triunfo en el pasado proceso electoral. Tal deseo, como lo he confesado también, no surgió de ningún intersticio virtuoso de mi ser, sino de la más mezquina mezquindad: sólo si míster “Yo tengo otros datos” ganaba la elección y gobernaba, quedarían demostradas sus oceánicas incapacidades.
Sólo así, López Obrador podría dedicarse, con un entusiasmo digno de mejores causas, a la tarea cuya ejecución en este año sobrepasa incluso los pronósticos más optimistas: la pavimentación de su camino hacia el basurero de la historia.
Por ello, este texto está dedicado a celebrar sólo el paso del tiempo, pues constituye lo único relevante de los últimos 12 meses. Lo demás… lo demás es reseñado sobradamente todos los días y sólo incrementa la montaña de evidencia con la cual es posible documentar el desastre anunciado.
ARISTAS
De la misma forma en la cual es evidente el desastre de la T4, lo es también el yermo político, ideológico, ético y moral en el cual habitan quienes teóricamente deberían estar actuando como contrapeso del poder omnímodo al cual aspira –y se aproxima– el mesías tropical.
La oposición política es absolutamente inexistente. Pero no porque en esa parcela se hayan extinguido los seres humanos, sino porque no representan nada; porque son la nada; porque, diría un clásico local, no sirven ni para estorbar.
Esa es la verdadera tragedia de este País: el paisaje monocromático representado por quienes pueblan nuestra clase política. Un paisaje en el cual resulta prácticamente imposible encontrar algo diferente. Y si por obra y gracia del creador logramos identificar un ente cuyas características lo alejan del común denominador, sólo hace falta aproximarse un poco para descubrir como esa diferencia es, por regla general, para peor.
Ni los priistas, ni los panistas, ni los perredistas, ni los verdes… nadie, absolutamente nadie, ha sido capaz de capitalizar –como en su momento lo hizo con diabólica eficacia López Obrador– los monumentales yerros producidos por la incompetencia del gobierno lopezobradorista.
Cero crecimiento económico, violencia como nunca, la corrupción intocada, el más grosero desmantelamiento institucional de la historia, el arrodillamiento del Estado frente al crimen organizado, el Gobierno mexicano actuando como mandadero de Trump, el País a punto de ser etiquetado como asiento de terroristas, el partido del presidente convertido en un marranero…
Ni todo eso junto ha hecho surgir un polo capaz de hacerle contrapeso a nuestro aprendiz de dictador. Y eso es porque el tamaño de la indecencia de los predecesores aún alcanza para cubrir el desastre de un individuo mesiánico a quien se respalda no por virtud, sino por eliminación.
¡Feliz fin de semana!
@sibaja3
carredondo@vanguardia.com.mx