Algo se pudrió en Coahuila
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Las imágenes y videos de personas extremadamente violentas no son nuevas, como tampoco lo es la violencia que nos ha acompañado desde que, como especie, dominamos la Tierra. Le cito dos casos: durante la Guerra Civil Española, el fotógrafo Robert Capa tomó el momento exacto en que era asesinado un miembro de las milicias. En 1968, durante la ofensiva Têt, el fotógrafo Eddie Adams, de Associated Press, capturó el instante justo de la ejecución de un tiro en la sien a un capitán del ejército; es la barbarie de la guerra. Así fue como circularon sin freno las imágenes y videos de la absurda guerra en contra del narco, de las cuales pasamos de la indignación, luego al morbo hasta llegar a la indiferencia. Son todos hechos terribles, pero suceden.
Pero existe una cruda verdad: Algunas de las imágenes más violentas de la historia, son potentes e importantes para que podamos abrir los ojos. Un testimonio para que las heridas cicatricen y nos hagan confrontarnos con la realidad brutal de la violencia y movernos a hacer algo para detenerla.
Eso pasó precisamente ayer en nuestro Coahuila. Un hecho aterrador, escalofriante y doloroso. Un jovencito disparando y matando a su maestra e hiriendo a seis compañeros para luego suicidarse.
José Ángel de apenas 11 años era un joven inquieto y enojado que necesitaba ayuda y que al parecer no la recibió. El tiroteo ocurrió en ese horrible nexo de la enfermedad mental, la disponibilidad de las armas de fuego y nuestra obsesión nacional con la cobertura sensacionalista de la violencia. Luego siguió la difusión de imágenes y la molestia de muchos para que no se difundiera, en un intento de “proteger” a las víctimas y al público de las noticias que consideramos demasiado atroces para mostrar.
Y ahí es donde comenzó un dilema ético: ¿difundir o no estas imágenes? Algunos medios lo hicieron de una manera limitada, otros se negaron por completo y otros más salpicaron imágenes de los disparos en sus portadas. En redes sociales, muchos lo publicaron y otros iniciaron una especie de campaña para que no se hiciera; al final, los hechos no pudieron ser contenidos. Estamos horrorizados porque esta violencia descarnada nos tocó cerca y estuvo a cargo de un jovencito, de quien no alcanzamos a comprender por qué lo hizo.
En mi caso personal, jamás quisiera ser testigo de un asesinato o ver un cadáver. Tampoco que le sucediera a alguien de mi familia ni tampoco a nadie. Seguramente estaría indignado si fuera el padre de una de las víctimas.
Pero como siempre, la realidad nos ha rebasado, y lo trágico y escandaloso se ha convertido en la norma. Cuanto más impactante, ofensivo y extremo, más queremos verlo, más hablaremos de ello y más lo compartiremos en las redes sociales. Pero hoy gracias a estas redes, la decisión de difundir algo no está en las manos de los altos ejecutivos de los medios tradicionales. Ahora es el público el que tiene el poder de decidir qué tipo de noticias quiere consumir. Así que la razón para difundir las imágenes es muy simple: Es la verdad. Se nos muestra lo que saben que atraerá nuestra atención, nos dan sólo lo que anhelamos, lo que nos gusta.
Así que, ¿podemos culpar a alguien por darnos lo que queremos? Si hay un problema, está con nosotros, no con ellos. Y a pesar declaraciones lamentables como las del gobernador de Coahuila, quién culpó de esta violencia a los videojuegos, sin nadie que le aconseje o le diga que esos factores están determinados por la ciencia y que no son los detonantes para cometer estos actos.
Y es que lo ocurrido ayer sábado en Torreón, pero el viernes en Guerrero, Coahuila; el jueves en Zaragoza; el mes pasado en Villa Unión y meses antes en Saltillo y Arteaga, sólo confirman lo que el Gobierno estatal se niega a aceptar. No entiendo por qué tipo de la estrategia de negación, pero la violencia y el terror, se pasean por nuestras ciudades, lo hacen, a pesar de toda la propaganda y los propagandistas oficiales. A la descomposición política le ha seguido la social y aún así, lo ocurrido ayer en Torreón supera cualquier intento por entenderlo. Es horrible, aterrador, pero las circunstancias trágicas que rodean a estos hechos no cambiarán. La violencia y el terror en Coahuila están ahí y no desaparecerán sólo porque cerremos los ojos.
@marcosduranf