‘Ambulante’ de Rafael Ortega, mercados que marcan la ciudad
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El artista presenta en esta exposición un estudio sobre la manera en que los mercados ambulantes afecta el espacio en que desarrollan
En el trajín diario hay cosas que pasan desapercibidas a pesar de su peculiaridad, tan integradas a nuestro cotidiano como lo están; fenómenos sociales y económicos como los mercados ambulantes, que modifican el paisaje urbano en que se instalan así como a las personas que en ellos interactúan.
Las calles de las colonias donde esto sucede se convierten entonces en fondas y tiendas, comercios de ropa, comida, juguetes, utensilios varios y, por supuesto, espacios donde las personas establecen relaciones muy particulares pero el artista visual Rafael Ortega sí observó este y más elementos de los tianguis y los trasladó a su exposición “Ambulante”, que inauguró el pasado jueves en el Museo del Desierto.
Durante el evento el autor mencionó que este es un proyecto que tiene cerca de 10 años en gestación. Cuando trabajó por un tiempo en el mercadito de la colonia Guayulera comenzó a observar las dinámicas del espacio, cómo cambiaba el lugar y cómo la gente adaptaba sus rutinas al mismo.
“Empecé a verlo como un espacio en el cual orillaban a las personas a involucrarse entre ellas”, expresó, “es un espacio que induce a generar relaciones involuntarias, incluso”.
Gran parte de su trabajo estudia las relaciones de poder, agregó, y en este caso se encontró con que las interacciones son mayoritariamente horizontales y no unidireccionales, lo que quiere decir que son de intercambio y no abuso.
“Hay un intercambio, un socializar y un conocerse entre desconocidos”, señaló, “igualmente comencé a ver el mercado como un conjunto de formas que alteran el espacio, lo construyen y lo vuelven un lugar para las relaciones involuntarias de las personas y que a la vez propician esto, y nos recuerda que finalmente somos seres sociales y es la única manera en la cual funcionamos”.
La pieza central de la muestra “Mercadito”, ubicada en la galería de exposiciones temporales del Pabellon II, es una instalación hecha con toldos y estructuras de tianguis en miniatura que Ortega llevó a distintos lugares públicos de la ciudad para que la gente interactuara con ellas como quisieran.
Si bien su objetivo era que la gente jugara con las piezas e hiciera de ellas lo que quisiera se encontró con que al momento de presentárselas como una obra artística muchos le guardaron respeto. Sin embargo, quienes sí se animaron a usar los objetos hicieron desde jugar con y entre ellas, como algunos niños, hasta dañarlas, esto último incentivado por el mismo artista, quien buscaba ver los resultados.
“Cuando se les decía que tenía una intención que pudiéramos llamar artística como que se detenían para jugar con ellas, ya era hasta que agarraban más confianza o hasta que me veían que las quitaba y las pateaba era que se acercaba y jugaban con ellas”, comentó Ortega, “incluso no de manera tan destructiva como yo lo hacía pero sí recorrían el mercado y se tomaban fotos”.
“Es finalmente el pilar central, que es el juego”, agregó, “que mediante las dinámicas de la comunidad activaran la pieza y emularan estos mercados que alteran el paisaje y a la vez lo vuelven un espacio relacionas iguales entre diversos y desconocidos”.
Derivado de esto realizó una serie de dibujos, pinturas, fotografías intervenidas y grabados en los que estudió la manera en cómo los mercados ambulantes modifican el paisaje en que se encuentran.
Así, mientras que en algunas imágenes pintó por encima de la fotografía los toldos sobre la calle, para dar una idea de cómo se vería un mercadito en ese lugar, en otros colocó todo conglomerado sobre el croquis, en una alegoría a la manera en como se instalan estos espacios sobre la ciudad y también llegó a dedicar algunos cuadros a la exploración visual de las formas abstractas que provocan, entre las lonas coloridas.
Asimismo, agregó que le gustaría llevar al instalaciones a otras ciudades del país donde el tianguis funciona de otra manera, como la Ciudad de México, en la que algunos puestos, por su naturaleza ilegal, son mucho más efímeros.