¿Arde París?
COMPARTIR
TEMAS
Pero ayer 800 años de historia quedaron reducidos a cenizas; una tragedia cimbró a los parisinos y me atrevo a decir que a todo el mundo
Durante los primeros días de agosto de 1944, los aliados se acercaban a París con la intención de liberar la capital francesa y acercar a De Gaulle que despachaba desde Londres. El General alemán Dietrich von Choltitz, se convirtió en el gobernador de París el 8 de agosto de 1944, y era el hombre responsable de cumplir las órdenes del Führer.
En una reunión en Alemania el día anterior, Hitler le dijo que se preparara para no dejar en pie, ningún edificio religioso o monumento histórico. Confirmó la orden por cable y le dijo que convirtiera la ciudad en un “montón de escombros”. Para eso había colocado explosivos en lugares estratégicos e icónicos para garantizar su destrucción. “La ciudad no debe caer en las manos del enemigo” fueron las palabras de Hitler.
Pero el 25 de agosto, von Cholitz entregó París a los Aliados, contraviniendo las órdenes directas de Hitler de quien según una leyenda habría sido telefoneado por el propio canciller alemán preguntándole: ‘¿Brennt París?’ ¿Arde País?. Cholitz lo engañó diciéndole que sí, y cuando De Gaulle desfiló por los Campos Elíseos con la Marsellesa resonando por sus calles, observó de nuevo la grandeza de la ciudad Lux y no las ruinas parisinas que en su demencia, Hitler anhelaba.
La misma leyenda dice que Von Choltitz simplemente no pudo cumplir sus órdenes, decidiendo que preferiría traicionar a sus líderes y rendirse antes que ver a París destruido. Y es que ¿Quién se atrevería a dañar un lugar tan hermoso, interesante y lleno de ideas, un nexo de las personas que aman la vida y el arte?
La ciudad de Napoleón, Víctor Hugo, Pasteur, Marie Curie, Voltaire, Rousseau, Balzac y Julio Verne. El sitio que eligió Hemingway en el París Bohemio en donde refugiaron pintores, intelectuales y escritores que encontraban la inspiración que no les motivaban otros sitios.
Y es que ¡Cómo no amar a Francia y a París! No es casualidad que en ese país y en esa ciudad vivieran pintores como Van Gogh, Picasso, Modigliani, Matisse, Miró y Dalí, y escritores como Voltaire, Rousseau, Émile Zola, André Gide, Anatole France, Balzac, Wilde, Camus, Proust, Simone de Beauvoir, Sartre, William S. Burroughs, Fuentes, Cortázar y García Márquez.
Lo eligieron porque como escribió el gran Hemingway, “París era una fiesta”, una forma de celebrar su libertad, una libertad que algunos odian, junto con su estilo de vida y todo lo que ello significa.
Pero ayer 800 años de historia quedaron reducidos a cenizas; una tragedia cimbró a los parisinos y me atrevo a decir que a todo el mundo: Hefesto desató su furia en contra de la Catedral de Nuestra Señora de París, la Catedral de Notre Dame. Ahí donde Napoleón se coronó como emperador, colocándose en su cabeza la corona con sus propias manos. Y es que en su visión ¿Quién mas era digno de hacerlo más que él mismo?
Curiosamente, Víctor Hugo en su obra “Nuestra Señora de París” del año 1831, describió la quema de la catedral, en un incendio similar. Esto es lo que escribió: “Todos los ojos se elevaron hasta la parte superior de la iglesia. Ellos vieron allí una vista extraordinaria. En la cima de la galería más alta, había una gran llama que se elevaba entre las dos torres con torbellinos de chispas, una vasta, desordenada y furiosa llama, cuya lengua se formaba en el humo por el viento. Debajo de ese fuego, debajo de la sombría balaustrada con sus tréboles que se ven oscuros contra su resplandor, dos chorros de gargantas de monstruos estaban vomitando. De manera incesante, esa lluvia ardiente, cuya corriente plateada se destacaba contra las sombras de la fachada inferior.
Por encima de las llamas, las enormes torres, dos lados de cada una de ellas visibles en contorno agudo, la completamente negra, la otra completamente roja, parecían aún más inmensas con toda la inmensidad de la sombra que proyectaban incluso al cielo. Las gárgolas que uno creía que gritaban, salamandras que soplaban al fuego, y entre los monstruos así despertados de su sueño de piedra por esta llama, por este ruido, había uno que caminaba, y que era visto, de vez en cuando, para cruzar la cara resplandeciente de la pila, como un murciélago, enfrente de una vela.
Ayer tal y como hace 188 años escribió Víctor Hugo, ardió Notre Dame, ardió París, y quizás también ardió el mundo.
Marcos Durán Flores
Dogma de Fe
@marcosduranf