Así las Cosas Responsabilidades compartidas
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Es una evidencia irrefutable que la polarización social que apareció posterior a la elección 2018 es una realidad que quienes medianamente están interesados en lo público no han podido evadir. Digo medianamente porque en el juego democrático, como en todos los juegos, hay ganadores y perdedores. Y ni unos ni otros se han comportado a la altura.
Los ganadores después de un año y dos meses no han podido convencer a una buena parte de la población de su idea de gobierno y los perdedores se han dedicado a denostar, de una forma y otra, que lo de hoy es repartirse culpas.
Sobre cualquier evento, desde el más serio o conflictuado hasta el más simple, la culpa la tiene el Presidente, los medios de comunicación o el Congreso de la Unión; los Conservadores o el neoliberalismo y, si quiere, hasta el perico. Mostramos un nivel alarmante de “baja estima” no asumiendo cada uno las responsabilidades que nos corresponden, porque de lo que pasa en la sociedad mexicana somos todos los mexicanos los que debemos de asumir la responsabilidad.
Efectivamente en temas de responsabilidad profesional, es el vértice del organigrama quien debe asumir y dar la cara ante cualquier inconsistencia que ocurre dentro del entorno que se le ha encomendado. Pero en el plano civil, el mecanismo es la participación ciudadana racional, consciente y proactiva que sume y no que reste, porque este es el País que tenemos y no otro. Pareciera ser que los diferentes sectores, incluyendo el Federal, creen que vivimos en varios Méxicos.
La repartición indiscriminada de culpas nos hace responsables a todos y a nadie del tema de la construcción social. Ante las situaciones que enfrentamos se requiere que, de una vez por todas, lo que nos toca hacer a cada uno lo hagamos bien y lo hagamos con excelencia, no hay de otra.
El entorno familiar ha fallado en la formación y educación de los hijos y ahí están las consecuencias. El abanico tan grande de profesiones que existen han priorizado la riqueza y el poder. Las organizaciones y empresas le han dado más importancia a la utilidad y han dejado de pensar en el medio ambiente y en los derechos laborales de quienes ahí trabajan. Los trabajadores mexicanos en su mayoría han hecho como que trabajan argumentando que los patrones hacen como que les pagan.
Las instituciones se han ido por la libre estableciendo condiciones de servicio, cuando lo fundamental, sin lugar a dudas, siempre será el otro. Los administradores públicos ponderaron la ambición, la codicia, los intereses de grupo por encima del bien común e incurrieron en la práctica de la corrupción y la impunidad, que es un lastre que nos sigue complicando. Los medios de comunicación pusieron en riesgo la verdad catafixiándola por el dinero. Las iglesias cambiaron a Dios por la estructura y la zona de confort. Las universidades dejamos el conocimiento por la competencia y el mercantilismo, los alumnos –aunque no todos– manejan el axioma de “la ley del menor esfuerzo”.
Aduciendo necesidad de trabajar muchos mexicanos hemos abandonado a nuestros hijos y los hemos puesto en manos de la televisión y los dispositivos electrónicos. Otros hemos evadido nuestras responsabilidades dándoles todo a los hijos, cuando lo esencial era darnos a nosotros mismos.
Por eso afirmo que de la situación que hoy vivimos en el País, todos somos responsables. Por eso es importante que entendamos que la responsabilidad no sólo consiste en asumir las consecuencias de nuestros actos, sino en la capacidad de prevenir el impacto de nuestras acciones. El concepto lo conforman dos verbos: prever y asumir.
En ese orden de ideas no hemos generado por ningún lado actitudes de prevención, ni en las familias, ni en las escuelas, ni en las organizaciones, ni en las universidades; ni en la estructura del Estado en cualquiera de sus niveles se ha generado un ejercicio proactivo de prevención de contingencias. Por otro lado, es importante que de una vez por todas ceda la impunidad y se castiguen verdaderamente los actos de corrupción –sin conceder privilegios a nadie– por que las señales que se envían complican y enturbian el ambiente.
Si cada uno de quienes conformamos la estructura social, política, económica, religiosa, educativa, sanitaria, medioambiental, laboral y familiar hacemos lo que nos corresponde hacer, seguramente en muy poco tiempo dejaremos de andarnos metiendo zancadilla unos con otros repartiéndonos culpas y evidenciando nuestros bajos niveles de estima.
En mucho, la realidad se ha enturbiado a juicio de algunos, porque el Presidente trata y manosea muchos temas privilegiando algunos que tienen poca importancia; y evitando, a juicio de otros, problemas que son torales para la marcha del país. Al mismo tiempo hay un sector que va contra todo aquello que proponga el titular del Poder Ejecutivo de forma sistemática y otro que defiende al Presidente celebrando todo lo que él dice.
No se equivoquen, el México que queremos sólo se logrará cuando entendamos que la violencia, la inseguridad y particularmente los feminicidios cederán cuando seamos conscientes de que en este País todos tenemos una responsabilidad compartida.