Audiencias unificadas
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Con la popularización de las redes sociales, con la diversificación de ofertas en el ámbito de las comunicaciones: sistemas de televisión cerrada y la gradual desaparición de un canal que monopolizaba a la televisión mexicana, los mexicanos fueron asimismo dejando de formar parte de un conglomerado dependiente, casi, de un solo medio de comunicación.
Antes, la televisión congregaba a la familia frente al aparato, especialmente a horas determinadas y programas de gran popularidad. Así, los domingos, resultaban obligatorios los partidos de futbol que se transmitían a mediodía; los noticiarios en los horarios estelares de la mañana, tarde y noche; los programas de “Siempre en Domingo” y los de
“El Chavo del Ocho”, los lunes, a las ocho. De igual manera, todavía hasta hace muy pocos años, “En Familia con Chabelo”, los domingos a las 7:00 de la mañana.
Sin faltar la barra de telenovelas en el Canal de Televisa, en el horario matutino y el estelar, el nocturno: éxito que atravesó fronteras primero llegadas muchas del extranjero, y luego las producidas en México que viajaron a varios continentes, siendo entre las de mayor auditorio protagonizadas por Verónica Castro.
Ella misma fue la conductora de un momento estelar para la televisión mexicana basada en el entretenimiento. Su programa de “Mala Noche No” alcanzó un alto registro en el nivel de audiencia y su éxito era tal que, al día siguiente, la gente amanecía platicando acerca de las conversaciones que sostenía con sus entrevistados y la manera en que se habían desarrollado, como tratando de extender el disfrute de la noche anterior pasada frente al televisor.
Había ocurrido de la misma manera con telenovelas por ella protagonizada, “Los Ricos También Lloran” y “El Derecho de Nacer”, así como con decenas más. Quizá la que representó un momento clave para la subsecuente producción de telenovelas, “Cuna de Lobos”, cuyos altos ratings propiciaron que las ciudades en México prácticamente se paralizaron la noche en que se transmitió el final.
Conscientes de la popularidad de la telenovela, no fue de extrañar entonces que la propia Televisa decidiera abrir el noticiario más importante entonces, el de Jacobo Zabludovski, con la “noticia” de la muerte de Catalina Creel, la malvada protagonista.
Los años no pasaron en balde. Las comunicaciones se transformaron y con ellas el perfil del público. Aquel que se constituía en un todo y recibía la misma información y los mismos programas de entretenimiento migró a sistemas de televisión por cable que empezaron a marcar las diferencias.
Se hizo más grande la brecha entre los públicos. Mientras unos accedían a películas y programas producidos en el extranjero, los otros se contentaban con las barras tradicionales y las viejas cintas, la mayoría de la Época de Oro del Cine Mexicano.
El arribo reciente de otros servicios de televisión todavía más sofisticados, que ofrecen producciones exclusivas, incrementó la brecha entre una y otra audiencia.
Ahora, ha ocurrido un fenómeno en estos servicios que nos remite a épocas cuando la televisión monopolizaba contenidos y hacía imperar su visión sobre personajes y temas. Ese fenómeno se llama Luis Miguel.
La serie sobre Luis Miguel llegó a sistemas de televisión privados y volvió a concentrar en una sola persona la atención del público. Ahora, como hace más de 20 años, se ha vuelto a la tertulia para enfocarse en alguien. Ese alguien, personaje de la farándula, está en la boca de una gran cantidad de personas que se están volviendo “especialistas” en su biografía.
¿Cómo lo lograron? El “producto” no es nuevo, viene de hace mucho tiempo, pero aun así consiguió que la gente se volviera a interesar y regresara a casa pendiente de la historia.
Esto dice mucho de los mexicanos. ¿Qué reflexiones inferir de ello? Quizá, una interesante: sigue vigente la eficacia de la oferta de fácil entretenimiento. Un personaje del espectáculo, bien conocido y que no exige esfuerzos que pongan a prueba a los adictos a las redes sociales. Un personaje que ayudará a poder pasar la vida sin mayores complicaciones.
¿Qué lecturas nos ofrece este súbito interés? ¿Es la sociedad del consumo en pleno la que sigue identificándonos después de tantos años? ¿No hemos cambiado?