Belleza y significados
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“La lengua es el soporte de nuestra visión del mundo”. Concepción Company.
La cada vez más intensa afición por lo audiovisual ofrece para el presente y depara al futuro falta de interés por lo escrito y empobrecimiento y, por tanto, de los usos y maravillas que permiten avizorar y hacen experimentar las palabras.
Cuando ante los ojos de los también cada vez más usuarios de redes sociales aparecen más de dos o tres párrafos de texto, aquellos desvían la atención y cambian de inmediato de una a otra información o, como se les conoce, posts o estados.
Nos hemos acostumbrado rápidamente a pasar de uno a otro de estos “estados” en celular o computadora, sin prestarles demasiada atención. Lo que sí permite un poco más de tiempo son las imágenes. Son ellas las afortunadas, hoy por hoy, de que nuestro interés permanezca unos segundos más puesto en la pantalla.
¿En qué derivará esta falta de interés en lo escrito y el creciente y exclusivo gusto por lo audiovisual? Las formas de entrar en contacto con los demás y nuestras informaciones están definitivamente cambiando.
Como alguna vez se comentó en este espacio, para algunos el uso de los conocidos “emoticones” ha venido a sustituir de manera práctica oraciones extensas que, además del tiempo invertido en escribirlas, se está convirtiendo un tormento elaborarlas.
La relación con nuestros idiomas ha cambiado. Empieza a resultar mucho más práctico, dicen esos defensores, uniformar con la imagen de una carita feliz o enojada que explicar qué es lo que motiva la alegría o el enojo.
Estas mismas figuras tratan de expresar una gran gama de sentimientos y de acciones. Así, la idea del auto para expresar que en ese momento se transita en él. Si anteriormente hubo alguna llamada a quien tecleó la imagen, tendremos que suponer que no puede hablar pues va conduciendo.
Para muchas acciones, para muchos sentimientos pero, por supuesto, no para la expresión de ideas y pensamientos a cabalidad.
Se busca esa posibilidad de ser prácticos, pero empezamos a perder la oportunidad de expresar pensamientos, ya no ambiciosamente con profundidad, al menos con claridad.
Quizá como en todo, cuando se llega a los extremos, en ese ir y venir del péndulo podamos encontrar el término medio y volver sobre lo que la palabra significa y lo maravilloso que resulta el regresar a encontrar sus más íntimos significados.
Por desgracia el momento actual va no sólo en el desuso de la palabra, del interés por protegerla con solo usarla. Dice un autor que la santidad de la palabra consiste en usar la adecuada en el momento preciso.
No espanta el empleo de cualesquiera de las palabras que aparecen en el nuestro vocabulario nacional. Lo que resulta poco afortunado es usarlas en los momentos menos adecuados.
Si bien la tecnología que desarrollan los medios de comunicación, gracias a internet, ha provocado cambios importantes en el uso del lenguaje, resulta de la mayor trascendencia que no la dejemos caer en el abismo y la perdamos. En un artículo, el historiador José María Muriá señalaba que en México se hablan 67 lenguas y se dolía del poco conocimiento que de ello tenemos los mexicanos.
¿Cómo preservar esas lenguas? ¿Cómo hacer que el idioma español no caiga en las garras de la tecnología y poco a poco su uso se convierta en exclusiva en el fenómeno “práctico” que algunos confieren y se olviden de su importancia, belleza, significado e historia?
La escuela juega un papel fundamental. Pero todos, cada uno de nosotros, tenemos una responsabilidad para con el idioma que nos provee de vocablos exactos, expresiones perfectas y modo general de hablar para pensar y decir.
No hacerlo conducirá a las primeras etapas de la vida del hombre. Pero sucede que ya no estamos en esos estadios. No en balde la civilización se hizo llamar civilización precisamente cuando surgió la escritura, es decir, la manera de poner en palabras. Es el paso de la prehistoria a la Historia.