Café Montaigne 150
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TEMAS
El caos ronda todo el día, todo el tiempo en mi residencia. En este confinamiento de días y semanas al cual nos ha obligado el gobierno federal de Andrés Manuel López Obrador, no he podido ordenar y reordenar mis libros. Mejor dicho, los ordeno y reordeno y los vuelvo a dejar igual. Sucede una cosa terrible, al menos para mi es terrible. Cuando los estoy limpiando, si alguno está doblado o maltratado, lo limpio con esmero, le reacomodo sus hojas y pasta, y en fin, los trato como son (al menos para mí): seres vivos y bellos, parientes lejanos (o cercanos) de las mujeres. Insisto, para mí lo son. Igual a las féminas, un libro se huele, se repasa sus hojas y su piel, se recorren sus pliegues más íntimos y secretos, uno se acuesta con ellos cuando en la noche llega el sueño sin avisar y los libros quedan de lado o bien, uno se abraza a ellos en las noches más altas… igual a una fémina de muslos rotundos y cabellera larga y nublada…
Y sucede lo siguiente, siempre: cuando los estoy sobando, acariciando, lamiendo, hablándoles bonito (pues sí, igual a las musas de carne y huesos. Más con carne, seamos francos), los hojeo de nuevo, leo algún subrayado antiguo, veo algún separador depositado en cierta página y puf, no resisto el deseo de leer la página, su contexto y de plano, me vuelvo a clavar en su lectura, al menos a parrafadas completas. ¿Usted cómo los limpia, cómo los tiene clasificados, cómo los mantiene, cómo los resguarda? ¿Les habla bonito, los acaricia, los deposita devotamente en sus anaqueles? ¿Cuáles son sus libros y autores favoritos, estimado lector?
Tengo un rato planeando una saga de entrevistas a seres humanos los cuales tienen en el libro y sus bibliotecas, sus tesoros más queridos. En lugar de atesorar centenarios y perlas o piedras preciosas, el panista y diputado local, el atildado Juan Antonio García Villa, orador de altos vuelos, tiene una biblioteca (lo sé de oídas, no conozco su biblioteca o sus bibliotecas) vasta y espectacular con un plus envidiable: entre nosotros, es el más sabio lector de Miguel de Cervantes y tiene una colección célebre de ediciones de “Don Quijote de la Mancha”. Esta saga de entrevistas serían publicadas naturalmente aquí en las páginas de VANGUARDIA. Espere noticias. Otra biblioteca sería la del abogado, el académico y Oficial Mayor del Congreso del Estado, Gerardo Blanco Guerra. Quien usted lo sabe, tiene un amor el cual lo fulmina como rayo, sin salvación alguna: la poesía y la obra toda de Pablo Neruda. Si, uno de los dos Nobel chilenos. Tierra de poetas y excelentes narradores como Antonio Skármeta, del cual Blanco Guerra, igual, casi tiene toda su obra. Incluyendo la famosa novela “Ardiente Paciencia”, la cual usted conoce como “El Cartero de Neruda”, película de gran, gran éxito.
ESQUINA-BAJAN
Le decía: el caos ronda en mi residencia. Libros se apilan en mi escritorio. Papeles sueltos vuelan de un lado a otro. Algún día fueron importantes por alguna anotación. ¿Lo siguen siendo? No lo sé. Son tantos y es tan engorroso revisarlos, a lo cual llego a una solución: los vuelvo a grapar, los junto, les pongo una liga y los vuelvo a dejar en su lugar original unos. Otros, los cambio de lugar solamente. Soy franco, no los reviso. Es una labor titánica. Algún día lo haré con esmero y dedicación.
Días de guardar por el bicho. Un día cualquiera saltó la liebre. Andaba buscando una edición de la obra artística de Egon Schiele la cual recordaba, había comprado y disfrutado muchísimo. Y sí, llegué a la obra artística de Schiele por la palabra. El regreso de Mario Vargas Llosa a la novela luego de su fracaso hace algunos años al intentar en política llegar a la Presidencia de su natal Perú, dicho fracaso obligó al portentoso narrador a volver a sus orígenes, regresar a la novela. Mario Vargas Llosa se puso a contar una historia amorosa, erótica y pornográfica en el mejor sentido del término, los resultados fueron “Elogio de la Madrastra” y posteriormente, “Los Cuadernos de Don Rigoberto.”
Deliciosas y bellas, el par de novelas revelaron a un artista en plena madurez: en terrenos harto pantanosos, MVLL navegó con buen tiempo y llevó a feliz puerto la narrativa erótica, un capítulo pendiente en su ya larga obra crítica y narrativa. Larga y exitosa ha la cual se le concedió por fin la cereza del pastel: el Nobel de Literatura. En estas novelas se hablaba recurrentemente de un pintor y dibujante excepcional: Egon Schiele. Schiele nació en 1890 en una estación de tren y fue ese mundo cargado de humo el cual marcaría su infancia. En 1905 muere el padre de Schiele, la locura fue el signo característico en la enfermedad la cual llevaría al padre a la tumba. El padrino de éste, Leopold Czihazek, se convierte en su tutor y aviva el deseo de Schiele por convertirse en artista. El tío persiste en la meta hasta lograr la admisión del joven en la Academia de Artes. Entre el escándalo y la incomprensión, entre la provocación y el genio, la vida de Schiele como la de un auténtico artista, está plagada de arrebatos, locuras, escándalos en prisión e incluso, de fama y éxito público en la última etapa de su vida.
Obra perturbadora la cual reta aún hoy en día. Schiele ingresó en prisión durante un breve periodo en el año 1912 –es arrestado el 13 de abril y es excarcelado el 8 de mayo– y comparece ante un tribunal. Se le acusa de cometer abusos deshonestos y rapto de menores; menores en teoría las cuales serían retratados en sus geniales cuadros. Los días entre rejas son una experiencia impactante. El asunto no fue nada inofensivo. Aunque no sucedió, Schiele estuvo a un tris de haber sido condenado a muchos años de prisión.
LETRAS MINÚSCULAS
¿Lo notó? Egon Schiele, pintor, es tutelar en “Elogio de la Madrastra” y otro pintor memorable, Paul Gauguin, es el eje vertebral en “El Paraíso en la Otra Esquina”. Regresaremos al tema.