Café Montaigne 156
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TEMAS
Historias de la pandemia. Hoy continuamos con la segunda entrega de esta saga: un tríptico de historias, anécdotas las cuales he ido coleccionado sin orden ni concierto. Al azar, conforme ha ido avanzado el confinamiento y el aislamiento de los seres humanos en Coahuila, en México y claro, en el mundo entero. Las siguientes son historias justo cuando usted estaba en aislamiento (tal vez usted sigue aislado, de manera voluntaria u obligado). Imagino usted las conoce, pero no está de más repetirlas aquí por si usted no las ha analizado. De saberlas, vuelva a repasarlas y tome de ellas la enseñanza o moraleja en que usted las pueda convertir.
“¿Puede un novelista –se pregunta en un ensayo memorable, Carlos Fuentes– superar la realidad de Juan Vicente Gómez, el astuto político andino que fue presidente de Venezuela entre 1908 y 1935 y que a la mitad de su largo mandato, sospechoso de la tranquilidad que reinaba en la república, quiso averiguar quiénes eran sus enemigos? Cuéntase que para ello mandó anunciar públicamente su muerte, y al estallar el júbilo popular con la noticia, el dictador, escondido detrás de una cortina de palacio, mirando a la plaza pública, ordenó sumariamente: fusilen a ése, cuelguen a aquél, a ese otro échenselo a los cocodrilos...”.
Nuestros políticos superan la ficción más desaforada. Cómo se puede escribir la mejor novela, si la realidad en Latinoamérica siempre supera a la ficción más alucinante del literato en turno. Cómo mejorar, se pregunta Fuentes en “Valiente Mundo Muevo”, las historias de Leónidas Trujillo, que nombró a su pequeño hijo Radamés general y quiso canonizar a su madre. Usted sabe lo siguiente: Antonio López de Santa Anna, el dictador mexicano que ocupó la Presidencia de la República once veces entre 1833 y 1855, llegó a la locura de darse un golpe de estado él mismo. Tenorio, gallero y jugador, perdió los territorios de Texas, Nuevo México, Colorado, Arizona, Nevada, parte de Utah y Oregón y claro, toda la California, pero eso sí, introdujo la goma de mascar (el chicle) en los USA, chicle que provenía de sus haciendas veracruzanas.
En este libro de colección, Carlos Fuentes cuenta lo siguiente: al momento en que asumió el poder en los años cuarenta del siglo pasado en Bolivia, el general Enrique Peñaranda, la madre del dictador exclamó compungida ante un reportero: “de haber sabido que mi hijo llegaría a Presidente, le hubiera enseñado a leer y escribir”. Historias delirantes, pero ciertas y reales. Como las siguientes de nuestros políticos bananeros que en esta pandemia del miedo, se están dando vuelo con sus estupideces y locuras. Algunas mamadas de éstas, emparentadas con medidas criminales. Así son los políticos: el genio engendra y erige instituciones (pienso en José Vasconcelos) y el bárbaro las viola y derrumba (sin duda, Andrés Manuel López Obrador).
ESQUINA-BAJAN
Jaime Rodríguez, el inefable “Bronco”, el Gobernador de Nuevo León (es un decir), unilateralmente y sin haberse subido jamás a un transporte colectivo (no lo adivino, lo puedo asegurar por lo siguiente que hizo como decreto) el sábado 25 de abril, restringió en todo el estado las horas y días de todo el transporte público. Metrorrey, Ecovía, taxis, autobuses urbanos y hasta transporte particular. Lo hizo. Le cayeron a palos. Su cerebro es chiquito, no le alcanza para mucho o para nada. ¿Una forma de disminuir los contagios? Disminuir o restringir de plano, todo, todo el servicio público de transporte. Medida criminal y estúpida. Cuando inició la medida punitiva, todo el transporte público se saturó. Las fotografías fueron de miedo. ¿Sana distancia? Pues en Japón, no aquí. Más de 48 personas asardinadas en los autobuses dieron la medida del “éxito” de la decisión unilateral. Con esto, se fomentaron más los contagios, ya es un hecho.
Esta medida y gran “idea” para evitar los contagios masivos, no es privativa de una mente “preclara” como la del vecino regio (al cual en su momento, aquí en Coahuila se le alababa por ser “independiente” lo que eso signifique), la pusieron en practica también en la Ciudad de México (la hija predilecta de Andrés Manuel López Obrador, Claudia Sheinbaum) y en el Estado de México (Alfredo del Mazo). Allá se decidió cerrar estaciones del Metro, del Metrobús y Mexibus. La finalidad era evitar aglomeraciones en ciertas paradas urbanas de mayor tráfico de personas. Ha sido un error, como en Nuevo León. Las personas de dichas paradas, al ver cerrado, sencillo: se van a la siguiente y esta luce más abarrotada (el doble) que de costumbre. Así las cosas. Los políticos no van al supermercado, los políticos no se suben a la combi, los políticos no saben el precio del kilo de tortillas ni del tomate. Pero tampoco leen ni se preparan. Por eso sus decretos absurdos y criminales. Como el vetar a las industrias cerveceras en su funcionamiento por no ser “esenciales”.
Hubo días en que la cerveza (quien la tenía y la vendía) aumentó su precio de entre un 50 a un 80 por ciento más de su costo legal y normal. Así se vendió y así se compró. La demanda jamás cedió. Hoy en día ya hay suficiente suministro casi en cualquier parte del país. Se lo repito, es broma, pero válida, más válida al día de hoy: estar encerrados por dos o tres meses a 38 grados diarios, sin cerveza en la nevera y con la misma mujer… es de locos. Y como es la época estupidizante de internet y estulticia e ignorancia de las redes sociales que todo lo pudren, las “voces autorizadas” no son las de un intelectual, ni la de un gran doctor, no; las voces que marcan agenda son las de los comediantes y animadores de las redes (Eugenio Derbez y Chumel Torres, por ejemplo).
LETRAS MINÚSCULAS
Hubo una época en que los monólogos en Televisa los hacía el Nobel Octavio Paz. Luego los hizo Adal Ramones. Hoy el monólogo lo hacen López Obrador y Chumel Torres… Pinche vida.