Café Montaigne 89
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Esos trozos repugnantes de carne, se cotizan en millones de euros al día de hoy y están en las más prestigiadas galerías del mundo mundo y en manos de coleccionistas privados (hace poco fueron robados varios de sus cuadros)
Vivió 83 años. Demasiados creo yo, tomando en cuenta su frágil condición física, una emperrada asma la cual le persiguió toda su vida y su involucramiento desde la más temprana edad de adolescente, en cuestiones homosexuales las cuales a la postre, fueron su virtud y su condena. Su sino identificable y su leitmotiv para pintar y crear; pero también su desgarrada existencia cotidiana la cual dejó plasmada en sus poderosos cuadros. Su arte cruel, duro, sin concesiones, desgarrador la mayor parte del tiempo, le valió la siguiente crítica de Margaret Tachter, la exprimera Ministra británica: “(sus pinturas son) asquerosos trozos de carne.”
Esos trozos repugnantes de carne, se cotizan en millones de euros al día de hoy y están en las más prestigiadas galerías del mundo y en manos de coleccionistas privados (hace poco fueron robados varios de sus cuadros en pleno centro de Madrid). Es el arte salido de la pluma, el pincel y los fantasmas de Francis Bacon (1909-1992), artista irlandés por nacimiento, pero de vena inglesa al formarse aquí y no en otro lugar. Este 2019 se cumplen 110 años de su nacimiento.
Las fotografías lo muestran con un rostro como si fuese un muégano retorcido. Ese dulce mexicano barroco y estrafalario: lo mismo adquiere formas de momia o de charro, pasando por toda una suerte de personajes anidados en nuestra imaginación, la cual moldea formas arbitrarias al ver esos trozos de caramelo, endurecidos contra sí mismo. Así veo a Bacon. Las fotografías lo retratan vestido sobriamente, siempre en el caos bien organizado de su estudio.
En uno de estos retratos los cuales atesoro del pintor Francis Bacon, este viste una cazadora de piel ceñida a su cuerpo. Sentado y viendo de frente a la inquisidora cámara fotográfica, asoman sus botas perfectamente lustradas. Mirada fiera, de águila, mientras sus manos se entrelazan y se protegen una a otra.
No es extraño lo siguiente: sus pies estén pisando algunas de sus obras, ahora impagables. En el estudio de Bacon está su universo todo: le interesaba la fotografía, el cine, la medicina, la anatomía, la literatura (sus preferidos eran Honore de Balzac, Charles Baudelaire, Marcel Proust…).
El taller de trabajo de Bacon era el caos y el desorden vivo. Se cuenta lo siguiente: el pintor solía desechar bastante de su trabajo previo o ya terminado, si este no le satisfacía. En cierta ocasión fue un electricista a realizar alguna reparación casera.
Salió de la casa del pintor con un grueso legajo bajo el brazo con obras del artista. Este se las había regalado por no mostrarse satisfecho con ellas. Décadas después, dichas piezas fueron subastadas alcanzando cifras estratosféricas.
Fue tan mítico el Taller de Bacon y su caos y desorden artísticos, el cual fue donado por su heredero y último amante, John Edwards, al Museo Hugh Lane Municipal Gallery de Dublin.
ESQUINA-BAJAN
El taller donde trabajaba cotidianamente Francis Bacon fue desmontado y trasladado tal cual a dicho museo don de hoy se puede hacer una visita virtual en 3D. los academicista de la pintura y del arte, han apuntado de la obra de Bacon la cual goza de tres influencias identificables a largo de sus etapas como pintor: los trazos bien medidos del mejor Edward Munch, los colores y tonalidades ya célebres de Vincent Van Gogh y la angustia asfixiante de Francisco de Goya.
Asoma también y al parecer, un ángel tutelar: Velázquez. Pero de todos es conocido: Bacon empezó una serie de dibujos y acuarelas (sus pinitos en serio) cuando visitó una exposición de Pablo Picasso.
Damas y caballeros, la vida del pintor siempre estuvo en el límite. Si Thatcher lo crucificó al enderezarle aquella barrabasada de: sus eran sólo “asquerosos trozos de carne”, no menos laceraciones, dolor y flagelo sufrió Bacon, cuando George Dyer, su amante, se suicidó con barbitúricos en 1971.
Este tenía una relación “estable” con el artista desde 1964, cuando lo “conoció” robando su taller. A su joven amante John Edwards le heredaría sus bienes valorados, según cifras conservadoras, en 11 millones de libras. Bacon era ateo… pero creáis en el devoción.
Pintó lo mismo Papas y crucifixiones. Era ateo pero en el hospital, quería ser atendido por monjas. “Le gustaban las personas devotas…” Ha dicho uno de los mayores conocedores de su obra, Martin Harrison, quien le dedicó 10 años de su vida a recopilar 584 de las obras de Bacon para editarlas en cinco volúmenes.
Obsesivo de su trabajo y la perfección, una de sus obras más reconocidas, el retrato de “Inocencia X” el cual a la vez retrató Velázquez en 1650, conoció decenas de versiones y bocetos. Una ocasión, según un testigo, Cristiano Lovatelli, en Roma, Bacon pasó siete horas sin moverse, observando el cuadro de Velázquez…
¿Pintaba crucifixiones? Va entonces su tercera crucifixión la cual ha quedado en la historia del arte: su tríptico “Tres estudios de figuras junto a una crucifixión” es considerado uno de los cuadros más originales en la pintura del siglo XX.
Otro Tríptico pintado por él en 1976 fue pagado en 55 millones de euros. Ironías del verdadero artista, del eterno y vino creador: el joven pintor en sus mocedades, fue echado de su casa, cuando su padre lo encontró a los 16 años modelando la ropa interior de su madre frente al espejo.
LETRAS MINÚSCULAS
Bacon, el crucificado…