Caja chica en peligro
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No se puede construir la democracia cuando vivimos permanente en ambientes de violencia. Cuando insinuamos, denostamos o descaradamente dividimos la vida de la sociedad –porque creemos que la nuestra es la única opción o visión social válida– complicamos la convivencia y por supuesto la democracia de la que nos decimos partidarios. Desgraciadamente, esto se ha vuelto una práctica constante de los distintos actores sociales en nuestro País.
La práctica de la violencia sociopolítica, epistemológica y en lo privado desdicen mucho lo que con el discurso manifestamos. Ya lo había comentado en una ocasión, pero se lo recuerdo. La violencia sociopolítica tiene que ver con el afán desmedido de los gobiernos –desde el más chiquito hasta el más grande– de controlar a la población, de una forma o de otra. La violencia epistemológica se liga a todos aquellos insultos, alusiones, declaraciones que se hacen con toda la intención a través del discurso en ámbitos privados o públicos. La violencia en lo privado se da hacia el interior de nuestras familias, donde la ley del más fuerte se impone.
La democracia tiene una liga íntima con la inclusión, el respeto, la tolerancia, la pluralidad, el diálogo que, por supuesto, se da a partir de la participación de todos en la construcción de lo público. Como no queriendo, haga un checklist de los anteriores valores y verá qué tan democrático es.
Gabriel Marcel, Martín Buber y recientemente Marina Garcés han abordado el tema del “Tú-Yo que hacen el Nosotros”, donde han profundizado en la necesidad, como es el caso de Garcés, de replantearnos la reflexión de que vivimos en “un mundo común” –un texto que bien vale la pena lee por éstos tiempos–. Efectivamente, vivimos en un mundo común, no tenemos otro y vivimos en un País que se llama México y, por supuesto, solamente es uno, afortunadamente.
¿Será tan complicado entender que si seguimos confrontándonos y dividiéndonos a través de la violencia en sus diferentes formas, cancelamos la felicidad y la autorrealización de todos los que conformamos la sociedad mexicana? Es necesario, como decía Eduardo Galeano, afirmar el sentido comunitario de la vida, pues es la expresión más entrañable del sentido común. Sin embargo, pareciera ser en otra frase muy trillada, que el sentido común sigue siendo el menos común de los sentidos.
Sólo tenemos un país, no dos, ni varios. Y este país es de todos. Se entiende que ante las defensas bajas que nos ha causado la pandemia y el enclaustramiento estemos cayendo en alucinaciones como en las que han incurrido gobernantes y servidores públicos en general; locutores, periodistas, youtubers, empresarios y ciudadanos en general promoviendo consciente o inconscientemente una cultura de violencia, que al tiempo –ojalá y no sea así– lamentaremos. Afirmemos una cultura de paz.
Si hay quien piensa que la democracia es imponer una forma de pensar para defender intereses particulares o de grupo, o en lo tenebroso de las confabulaciones con algunos otros que se han sentido lastimados por quien ejerce el poder en turno: malas noticias, la democracia es consenso, es negociación, es la exposición de las mejores ideas que nos hagan caer en la cuenta de la importancia de como los diversos podemos vivir juntos, es convencer al otro de que mi proyecto está basado en el respeto irrestricto del otro y de sus relaciones.
Una cultura de paz implica, por tanto, la capacidad de solucionar conflictos, controversias y formas de violencia haciendo a un lado los egoísmos que nos dividen y que nos impiden tener posibilidades reales de convivir. Izquierdas, derechas, ricos, pobres, clasemedieros, intelectuales, obreros, empleados, campesinos, pueblos originarios, religiosos, ateos, y la sociedad en general; debemos de tener en cuenta que la paz nos hace más humanos, nos permite reconocer al otro, nos humaniza, nos hace libres y de manera general nos hace realizarnos como personas.
Es importante internalizar y afirmar el respeto a la diversidad y a la pluralidad particularmente en lo político y en lo social. La construcción de lo público no puede deambular en el plano de lo ideal, sino en el de lo real, porque “vivir juntos” es la única manera como podremos realizarnos como seres humanos y la violencia no es la ruta adecuada.
No se puede construir la democracia cuando fomentamos, un día sí y otro también, ambientes de violencia. No basta con decirnos partidarios de la democracia, hay que serlo en la práctica. Es cierto, la justicia se construye con la paz y la democracia también.