¡Cállese, viejo lesbiano! ¿por qué las que las elecciones en Coahuila son impostergables?
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Un señor con cara de priista, que se viste como priista y luego habla y dice cosas de priista (y debe ser porque trabaja como Líder Estatal del PRI en el Estado) afirma categóricamente que los procesos electorales en nuestra tres veces saqueada entidad no pueden ni deben postergarse.
¿Y por qué sería deseable alterar el calendario electivo, oh, inestimable columnista?
Pues haciendo de lado el evento más importante de la década (algo llamado pandemia, no sé si esté al tanto), empatar los comicios del 2020 con los del año entrante, nos permitiría despachar sendos compromisos con las urnas en una sola emisión, en lugar de que partidos, candidatos y toda la parafernalia electorera atosiguen por duplicado al respetable, que no deja de vivir intoxicado con ese méndigo carnaval de politiquería incesante que, para colmo, se paga con nuestros impuestos.
Pero no, dice el señor priista (Rodrigo Fuentes, creo que se llama) que lo que pasa es que el PAN no se encuentra listo para la contienda de este año y busca aplazarla para prepararse mejor. Yo digo que es mentira, porque el PAN Coahuila jamás va a estar listo para absolutamente nada.
Tal intención de Acción Nacional podría ser cierta, falsa o verdad a medias (ya le digo, primero va a estar lista la misión tripulada a Marte que el PAN). Pero los panuchos lo que argumentan para mover la elección es el tema del COVID-19. Dicen que así no se puede, que en campaña hay mucho niño chamagoso que besar y los pueden contagiar, y mucho viejito que abrazar y no vaya a ser que alguno muera y se los quieran cobrar nuevo, etc.
Razón no les falta en este sentido. Al menos yo, que aunque me tomo con reservas la peligrosidad del COVID-19, sí creo que ya nos costó mucho esfuerzo y un gran menoscabo para la economía (y para la salud mental) el acatar las disposiciones sanitarias, para que salgan estos politiquetes a hacer su jodido bullicio electoral de siempre, en plan “aquí no pasa nada”.
¡Ah, chingá! ‘Ora resulta que todos nos tuvimos que contener, muchos incluso perder nuestros trabajos, volvernos loquitos encerrados en casa, abstenernos de visitar a nuestra gente querida, ver nuestros planes y sueños frustrados y abstenernos de tener una aspiración concreta porque seguimos sumidos en la más gatelliana incertidumbre… ¡Pero ellos no!
Ellos no se pueden aguantar, ni contener sus ansias locas, o posponer sus ambiciones como todos nosotros sí tuvimos que hacerlo. Supongo, porque son ellos una raza de súper hombres (y súper mujeres), inmunes al COVID-19 y vacunados contra la suerte que corre el planeta entero.
A ellos el “coronaviru” ese se las híper pellizca y no tendrían por qué postergar sus afanes, si eso del contagio se resuelve con un trapo en la jeta y tantito alcohol en gel.
¡Es más! Le apuesto a que los genios del márketing político ya tienen preparados los cubrebocas con el logotipo del partidazo tricolor y mini botecitos de gel con el nombre del “candigato” (o “candigata”) en turno, listos para repartir entre la perrada. Eso sí, el cubrebocas con la tela más delgada, corriente y barata disponible y el gel de muy dudosa calidad.
La economía de las naciones se podrá detener; las bolsas de valores congelarse hasta el colapso; la industria, el comercio y hasta el subempleo que le da el sustento a millones de familias, entrar en parálisis.
¿Pero aplazar una elección en Coahuila? ¡Qué esperanzas! ¡No, ni Dios lo mande! ¡Pa’ qué quieres! ¡Capaz que resucita Plutarco E. Calles y comienza destruir todo con sus rayos de visión calórica! ¿O era Abelardo L. Rodríguez el que tenía termovisión? ¡No importa!
La cosa es que la renovación del Poder Legislativo en Coahuila es inamovible, sencillamente inaplazable y yo le voy a decir por qué:
El priista coahuilense, especie que ha caminado sobre la Tierra desde el periodo cretácico, ha aprendido bien que lo que verdaderamente apuntala el poder absoluto que ejerce en el Estado, lo que en realidad le otorga plenipotencia e impunidad es el Poder Legislativo, es decir, el Congreso, el cual debe retener sí o sí.
El Congreso autoriza las megadeudas, las aprueba, las ratifica así como sus constantes reestructuraciones; aprueba así mismo las cuentas estatales, aunque estén plagadas de conceptos pagados a empresas fantasma; también las municipales (mismas que escudriña con especial escrúpulo si son de la oposición, pero obvia cuando son cuentas amigas); hace que las comparecencias sean mero trámite, sin cuestionar realmente el desempeño del Gobernador y de su gabinete; y por supuesto, jamás moverá un dedo para que la justicia investigue, persiga y/o castigue a los saqueadores de las finanzas coahuilenses. Así que gubernatura o alcaldías, son bienvenidas, pero opcionales, porque el desaseo se legaliza desde el Congreso.
Así que para asegurarse de retener o recuperar el control del Congreso local, el PRI siempre ha preferido cocinar dicha elección aparte, en un proceso de bajo perfil, muy discreto (nada que ver con el guato que se arma en la elección para gobernador) y eso les permite hacer su sucia labor territorial sin distracciones, hacer los amarres necesarios y sacar una votación boyante. Revolverla con otra elección (como pasó en los comicios de AMLO) sólo opera en contra porque hay luego sufragio cruzado y aquí lo que se necesita es el carro completo, amarrar todas las curules.
El PRI está puestísimo para salir a buscar el referéndum de esa total hegemonía político/social que ejerce en Coahuila, y no va a ser una pandemia global la que se lo impida.
Y prueba de que no hay una genuina razón que los obligue a encender el circo electoral en pleno año del COVID-19, es que su único argumento es algo tan risible en Coahuila como el cumplimiento de la Ley.
Si lo dice un priista, procede la refutación máxima de las redes sociales: ¡Cállese, viejo lesbiano!