Causa, origen, raíz, madre; los Monumentos a la Madre en México y Saltillo
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El papel de la mujer como madre es un tema socorrido y recurrente en la historia del arte y la literatura. La Piedad, de Miguel Ángel, es quizás el monumento universal a la expresión más profunda del amor y el dolor maternos. La bellísima escultura es, más que el enunciado del Cristo muerto, un homenaje a María, la “Madre”, y con ella a todas las madres de la Tierra.
En México, los Monumentos a la Madre fueron promovidos desde 1922 por Vasconcelos. El de la Ciudad de México tiene esculturas de Ortiz Monasterio. Inaugurado tardíamente, en 1949, lleva esta oración: “A quien nos amó antes de conocernos”. El de Saltillo está ubicado en un jardín público al oriente de la ciudad, entre las calles de Ateneo, Nigromante, Leona Vicario y Urdiñola, y lleva el nombre de Plaza de la Madre. Fue inaugurada el 10 de mayo de 1941 por el presidente municipal, Ricardo Villarreal, y su espacio se redujo cuando años después le fue cercenado un gran pedazo para edificar una escuela. Originalmente se había pensado como un jardín en homenaje a don Benito Juárez, con un hemiciclo y una estatua del prócer, pero el asunto causó división entre los vecinos porque cerca de ahí ya existían el hemiciclo y la escultura en el lado norte de la plaza de San Francisco, frente a la calle que lleva el nombre del Benemérito. Un comité nombrado para la construcción de la plaza, presidido por el señor Jesús Sánchez Aguirre, decidió entonces dedicar aquel jardín a las madres saltillenses, idea que de inmediato apoyó el entonces populoso vecindario.
El encargado de levantar el Monumento a la Madre fue Arturo Fuentes Morales, taxidermista y modelador de figuras artísticas, quien con su hermano Pedro tenía un taller de taxidermia donde ambos ejercían el oficio heredado de su padre, don Erasmo Fuentes Sáenz, fundador de una dinastía de artistas y escultores saltillenses que actualmente va en su cuarta generación. Los dos hermanos Fuentes Morales inculcaron a su vez sus conocimientos y experiencias a sus hijos. Erasmo Fuentes, autor de la escultura monumental de los Fundadores de Saltillo ubicada en la plaza de la Nueva Tlaxcala, a espaldas del Palacio de Gobierno, es hijo de Arturo. Pedro los heredó a su hijo Alejandro Fuentes Gil, prestigiado escultor, cuyos pasos en el camino del arte han continuado sus tres hijos, Carolina, Avelina y Alejandro, todos con el apoyo de su madre, Avelina Quezada.
Muchas cosas se han escrito y pronunciado sobre las madres, desde las cursis rimas “Mamacita, mamacita, mamacita de mi amor, yo te quiero y yo te adoro con todo mi corazón” que recitábamos emocionados en el jardín de niños, hasta los no menos cursis versos de “El brindis del bohemio”, de Guillermo Aguirre, en los que Arturo, “el bohemio puro, / de noble corazón y gran cabeza; / aquél que sin ambages declaraba / que sólo ambicionaba / robarle inspiración a la tristeza...”, sorprendiendo a todos sus amigos, una noche de Fin de Año alzó su copa para brindar no por las mujeres como los demás, sino por una, y dijo: “Por la anciana adorada y bendecida,/ por la que con su sangre me dio vida, / y ternura y cariño; / por la que fue la luz del alma mía, / y lloró de alegría / sintiendo mi cabeza en su corpiño”.
Con la evolución de la humanidad, los conceptos cambian, pero los sinónimos de madre siguen siendo los mismos: causa, origen, raíz, y se sitúan siempre en un contexto de amor y de ternura.
Hoy quiero brindar por las madres mexicanas que luchan incansables por sus hijos desaparecidos, las valientes madres que dejan todo para dedicarse en cuerpo y alma a encontrar otro cuerpo, quién sabe si un pedazo, unos huesos, los de su propio hijo o hija, plagiados, desaparecidos, asesinados, perdidos entre infinitos restos humanos en fosas comunes, en arroyos, bajo las piedras y la soledad del monte.