Ceniza en la frente
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Es un signo.
Es una realidad que conduce al conocimiento de otra. Hay signos naturales como el humo que es signo de fuego, la lágrima que es signo de dolor, la sonrisa que es signo de alegría. Y se dan también los signos convencionales como el logotipo que anuncia una marca, el uniforme que indica una actividad, la bandera que alude a una patria.
La ceniza, en la comunidad de fe, significa. Es un sacramental como lo es también el agua bendita. Es señal de la alianza bautismal. Se reconoce lo transitorio de la vida del cuerpo sensible que acompaña al alma inmortal. Es signo de adhesión y pertenencia por la cruz en que el Redentor ofreció su sacrificio. Es decisión penitencial de purificación. Es voluntad de hacer el camino de los 40 días que desembocan, como un río, en el estuario de la Pascua de Cristo.
La multitud toma o recibe la ceniza que llega a su frente mientras dice “Quiero morir con Cristo para resucitar con Él”. Y escucha al recibirla: “Arrepiéntete y cree en el Evangelio”.
No es un acto mágico ni supersticioso, no es tradición exteriorista y folklórica. Supone interiormente una disposición de ascender espiritualmente en los días cuaresmales. Cada bautizado se compromete a utilizar los medios que hacen posible la ascensión hacia la cumbre pascual. El acercamiento asiduo a la Palabra revelada, la reconciliación sacramental que contiene la conversión, el propósito de enmienda y la absolución, la práctica de la fraternidad servicial, la plegaria meditativa y la contemplación, los ejercicios espirituales y los actos virtuosos de autosuperación y de templanza y sobriedad. Ejemplaridad y testimonio en la vida social.
El miércoles de inicio de la marcha hacia la Pascua de Resurrección puede cada quien dejar escrito, en hoja de papel, su propio plan cuaresmal para revisarlo en el camino. Ahí se registran los horarios, las actitudes, los sacrificios voluntarios, las obras de servicio, las lecturas y plegarias, las reconciliaciones, las renuncias y las victorias que se quieran alcanzar y ofrecer.
Es en el tiempo cuaresmal en que hay gracia suficiente para el esfuerzo de quienes quieran librarse de una adicción perniciosa o quieran sanear una relación que se ha vuelto tóxica o lograr una reconciliación que deje atrás rencores y resentimientos.
La ceniza en la frente marca la decisión de entablar ese combate interior que deja atrás todos los sepulcros de tibieza y mediocridad, en búsqueda de victoria, resurrección y vida nueva.
Austeridad y sencillez de vida, silencio interior, cancelación de ligerezas y frivolidades, en una alegría distinta que se compagina con afrontar lo arduo y lo esforzado, sin queja ni desánimo.
En el miércoles de ceniza se inicia una carrera de obstáculos, la aventura de una prolongada caminata, un alpinismo de logros sucesivos hacia la alegría de haber muerto a lo que es muerte, y disfrutar el gozo de participar de la victoria de Cristo vivo y resucitado...