Chairos vs fifís
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Todo empezó como un mote para descalificar al adversario. Curiosamente, unos y otros se sienten orgullosos de ser llamados así, subyacen en ello los intereses y la visión de clase. Para unos y otros, pareciera que no existe poder humano que los reconcilie. Ven la vida y, en particular, lo político desde dos realidades y enfoques completamente diferentes.
Todo lo que diga uno del otro, está equivocado. El error de unos es el acierto de los otros; el avance de unos, forzosamente, significa retroceso para los otros. El antagonismo de clases se manifiesta con mayor nitidez. Saber quién empezó este pleito equivale a develar el misterio del huevo y la gallina. Este choque no es privativo de México ni de esta época, viene de muy atrás.
No sé quién acuñó el mote “chairo”, pero denota una evidente carga despectiva y clasista hacia los desposeídos que ocupan un nivel socioeconómico bajo o medio bajo y suelen defender, de manera incuestionable, todo lo que haga, diga y proponga Andrés Manuel López Obrador, expresando una especie de fe cívica, una adhesión voluntaria de la inteligencia y la voluntad individual y colectiva a su líder supremo.
Por otra parte, el Presidente de México relanzó el nada novedoso término “fifí”. El Diccionario de la Academia Española de la Lengua lo define así: “Persona presumida que se ocupa de seguir las modas”. ¿Veremos con el tiempo una definición reconocida para el término chairo?
Se dice que el término “fifí” empezó a usarse en Francia y llegó a México durante el porfiriato. El Universal publicó recientemente un artículo al respecto, cito: “A lo largo de su carrera política Andrés Manuel López Obrador ha hecho uso de términos y frases coloquiales para expresar su opinión sobre diferentes temas, una de las palabras que ha destacado es fifí, la cual forma parte del léxico cotidiano de los mexicanos para definir a un tipo de prensa, sector de la población o hasta una forma de pensar”.
Esta aproximación al tema exhibe la forma despectiva que el Presidente suele emplear al referirse a todo aquel que disiente, particularmente cuando proviene de un nivel socioeconómico medio o alto y no es su amigo, porque algunos tienen en esa clase social.
Esta batalla verbal es una expresión de los tiempos que nos toca vivir, signada por grandes avances, aunque muchos también puedan hacer daño si nos olvidamos que nos merecemos mutuo respeto como personas. Esta irreconciliable polarización se vive en todo el planeta. Lo mismo en Hungría o en Inglaterra que en Estados Unidos o Brasil. El fenómeno llegó para quedarse y pone en evidencia las peores miserias humanas. Los mexicanos lo vivimos durante 2018, pero encendida la pasión por la catástrofe de Hidalgo que costó la vida a decenas de mexicanos, estamos atravesando un momento muy álgido.
Creo que nunca antes había visto juntas tantas idioteces de unos y otros, como los propalados en los momentos posteriores a esta tragedia. No existen palabras para nombrar la inhumanidad que se enseñorea de las conversaciones y las redes sociales. Mejor opté por abstraerme y bloquearme de ese mundo tan nocivo y negativo que nada nos deja y ningún bien produce.
¿Cómo terminará este encono? No lo sabemos. En Europa y América se están dando con todo. Basta ver lo que está sucediendo en Estados Unidos o en España. La violencia verbal no conoce límites y los principales responsables son los políticos que lucran con el encono social. Pero a pesar de la retórica y del show visceral de sus políticos, algunos países siguen avanzando. Parece que en esas naciones, la sociedad y la burocracia profesional constituyen la última línea de batalla, que los pueblos ya le tomaron la medida a los políticos, conocen sus negras intenciones y se resisten a ser rehenes de sus intereses.
En México, hoy, la moneda está en el aire. El encono y la polarización pueden acabar afectando todo el proceso. Puede suceder que quienes se desviven por ver fracasar a López Obrador logren su cometido, aunque ese afán se los lleve de encuentro. Puede hacerse realidad lo que, al parecer tanto anhelan: un País fracasado aunque ese fracaso les afecte a ellos por igual. Los ejemplos sobran, en cada una de esas naciones fallidas y en sus sociedades divididas, polarizadas y confrontadas, como estamos hoy en México.
Es tiempo de moderación, urge contar con todos antes de que la ciega polarización termine por llevarnos de encuentro. Encontrar y señalar culpables resulta absurdo, no llegaríamos a ningún lado, nada resolvería. Los políticos moderados deben saber que, a la larga, la congruencia y la valentía pagan bien, pero exigen esfuerzo y sacrificio. Cuesta navegar contra corriente y ser original. Diría Thomas Jefferson: “En cuestiones de estilo navega con la corriente, pero en cuestión de principios mantente firme como una roca”.
@chuyramirezr
Facebook: Chuy Ramírez