Coahuila Cretácico
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Cuando el mundo era muy reciente y todavía faltaba mucho más para que estrenaran la última temporada de Game of Thrones, nuestro Estado formaba una península que se adentraba en el mar de Tethys.
Los paleontólogos la denominaron Península de Coahuila (¡vaya, qué coincidencia!) y, de acuerdo con sus estudios e investigaciones, aquello era un lugar feliz en el que se podía tomar el sol, comer mucho marisco y practicar deportes acuáticos, con el único inconveniente de que por esas playas se paseaba el peligroso megalodón.
Claro que hablamos del periodo Cretácico, durante el cual surgieron los cretinos, que más tarde evolucionarían en los priistas comunes y corrientes que conocemos hoy en día.
Coahuila le cedió luego los derechos del agua a una empresa española y se convirtió en el desierto que actualmente es. Grosso modo, eso fue lo que sucedió.
Hoy sin embargo, el megalodón o “Meg” como se le conoce en el mundo cine, debe estar de plácemes porque estas tierras se han vuelto a encharcar como en los viejos tiempos. Y sólo espera a que la pileta se llene un poco más ya que el animalito es algo corpulento y no le gustaría quedar encallado en algún crucero.
Pero, mis queridos coterráneos con branquias por estrenar, si Coahuila está recuperando su prehistórica condición subacuática, no obedece a la deriva continental, sino a la incompetencia de sus autoridades.
Piedras Negras, Sabinas, Saltillo… creo que no hay rincón de nuestra Entidad que no haya sido alguna vez gravemente afectado por las lluvias, las inundaciones, las crecidas de sus cauces, no pocas veces con pérdidas humanas.
La constante parece ser una insuficiente obra civil para prevenir estos desastres, (sin olvidar el pobre cuidado que le damos los ciudadanos).
Pero sucede que, como la lluvia sólo nos “molesta” unos pocos días al año y hasta eso, no necesariamente todos los años, pues los gobiernos bien pueden hacerse majes, ir capoteando este asunto o resolverlo sólo parcialmente.
Es que no es una obra que se vea y se use a diario, como sería un puente vehicular, la expresión más acabada del progreso según nuestros gobiernos.
En todo esto, mención aparte merece la hermana República de la Laguna, que con sus particularidades sufre las precipitaciones que deberían en cambio ser una bendición.
En Saltillo el agua baja como un poderoso puño de sur a norte y hemos pagado caro el no respetar lo que algunos llaman “memoria del agua”.
Aunque en Torreón, por tratarse de una cuenca, el problema se manifiesta de manera gradual: Al principio basta con emular a Sir Walter Raleigh y tender la capa o la gabardina en el suelo para que nuestra dama pueda sortear los charcos. Horas más tarde, los torreonenses experimentan en una vívida recreación el hundimiento de la Atlántida.
Y, como dijo el ñero, pos como que no está chido.
Aunque la constante de nuestras ciudades, como ya dijimos, parece ser nuestra incapacidad para manejar el comportamiento hidrológico de la región en que vivimos, quería destacar la situación de Torreón por dos razones:
La primera, es que a la afición del Santos les pega un año sí y al otro también. No me puedo imaginar lo que significa que todo el patrimonio de incontables familias esté en riesgo año con años, por algo tan natural y hasta deseable como es la lluvia.
La segunda, es que el exalcalde de la Perla de la Laguna es ni más ni menos que el actual Gobernador, Miguel Riquelme.
¿Y cuál fue el legado de Riquelme Solís, en su calidad de Presidente Municipal, al pueblo de Torreón? ¡Díganos, señor Aguilera, qué había en la catafixia número tres!
¡Un teleférico!
Y dicho sea en honor a la verdad, el teleférico sí es muy útil en caso de inundación, pero nada más para las 20 personas que viajen en éste mientras abajo está todo anegado.
Si Riquelme como alcalde no solucionó un problema tan apremiante y recurrente, tan básico y evidente, como el drenaje pluvial y optó en cambio por algo tan insulso, impopular y anacrónico como el teleférico, ¿qué nos puede esperar de su aberrada visión de estadista ahora que es góber? La verdad, no quiero saber, aunque es fácil anticipar.
P.D. No olvide que la capital de la antigua Península de Coahuila se ha empeñado (“ahuevado”) y pronto tendrá también su teleférico, que al menos servirá para estar a salvo del peligroso megalodón. ¿O tiene acaso alguna otra utilidad?
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