¿Cómo pedirle sobriedad a una sociedad agraviada?
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El Presidente no puede pedirle moderación a quienes no dejan de alzar la voz para denunciar uno de los crímenes más atroces: el feminicidio
La mexicana es una sociedad largamente agraviada que hace mucho tiempo perdió la paciencia y por ello demanda soluciones a sus problemas sin reparar en las formas, incluso si estas, vistas por un observador neutral, pudieran ser calificadas de exceso en el ejercicio de los derechos.
No sólo es hartazgo, resulta importante puntualizarlo, lo que ha llevado a la estridencia a múltiples segmentos o grupos de la población. También han llegado allí de la mano de muchos políticos que han basado su éxito personal en la polarización de la sociedad y en alimentar el encono entre los mexicanos.
No es casual por ello que la regla cotidiana sea la protesta que obliga a voltear, porque quienes protestan hacen todo lo que está en sus manos para hacer notar su presencia en la escena pública.
Y si alguien conoce bien esa fórmula es justamente el presidente Andrés Manuel López Obrador, quien hizo de la protesta –que, en su caso, él siempre ha calificado de “pacífica”– su principal herramienta para conquistar el poder público y concitar alrededor de su persona los muchos malestares que aquejan a la sociedad mexicana.
Justamente por ello, el Presidente no puede pedirle ahora sobriedad a quienes se manifiestan en las calles, en las plazas públicas o en las universidades. Menos puede pedirle moderación a quienes hoy no dejan de alzar la voz para denunciar uno de los crímenes más atroces que se registran en el País todos los días: el feminicidio.
“…le pido a las feministas, con todo respeto, que no nos pinten las puertas, las paredes. Que estamos trabajando para que no haya feminicidios, que no somos simuladores y que no esperen que nosotros actuemos como represores, que no nos confundan”, dijo ayer el mandatario en su conferencia de prensa habitual.
Muchas voces pueden coincidir en la afirmación de que manchar un monumento o dañar un inmueble no abona a la solución de ningún problema. Pero también coincidirán en el hecho de que las mujeres están llegando a estos extremos porque no son escuchadas en sus reclamos y las autoridades no hacen nada –o al menos nada eficaz– para frenar la violencia que les aqueja.
Peor todavía que la expresión anterior es que el Presidente deslice la posibilidad de que las protestantes son “provocadoras”, porque eso pareciera dejar claro que, como el némesis a quien bautizó como “el innombrable”, no quiere “verlas, ni oírlas”.
“Sabemos, porque llevamos años luchando, cómo sacarle la vuelta a la provocación. Y que respetamos el derecho de todos a la manifestación, pero ojalá y se ejerza ese derecho de manera pacífica, sin violencia”, dijo López Obrador.
Las expresiones de ayer lunes se suman a las muchas frases desafortunadas que el Mandatario ha pronunciado a lo largo de los primeros 14 meses y medio de su gobierno, y que parecieran pretender reducir a un simple desacuerdo ideológico el gravísimo problema de violencia que padecen las mujeres.
No es así. Todos los días una decena de mujeres mexicanas son asesinadas. Ese hecho merecería una respuesta diferente de un Presidente que ofreció hacer la diferencia.