Comparten migrantes nostalgia navideña en Saltillo
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Lejos de los suyos y con penurias que hacen más difícil el trayecto, migrantes centroamericanos comparten sus anhelos en estas fechas de nostalgia y alegría
Para la mayoría de las familias del mundo que profesan la religión católica, las fiestas de Navidad son el motivo perfecto para refrendar y fortalecer los lazos familiares.
Sin embargo, en América Latina el panorama es diferente, al convertirse en el lugar que exporta el mayor número de población migrante, quienes sacrifican su estancia en familia para buscar un mejor futuro lejos de la violencia y de la desesperanza.
Para la Casa del Migrante la temporada de Navidad es uno de los momentos más especiales, donde se acompaña a la mayoría de centroamericanos, para compartir su alegría, su esperanza, y al mismo tiempo hacer sentir la solidaridad con la nostalgia de estar lejos de sus seres amados, dejando de lado los lujos y el materialismo que se impone por sobre el significado de la fecha.
“Es un fracaso de la Navidad el que todo se vuelque a un consumismo. No va por ahí la Navidad de los migrantes, como no iba por ahí la auténtica esencia de la Navidad de Jesús. Para hablar de la Navidad con los migrantes, tenemos que partir desde sus esperanzas de salir de la miseria, y del aplastamiento de su dignidad, así como de la separación de sus familias”, dice el padre Pedro Pantoja, asesor de la Casa del Migrante Saltillo.
Carlos Santana Amaia salió de El Salvador desde septiembre pasado debido a las constantes extorsiones que sufrió por parte de la Mara Salvatrucha en uno de los barrios más atacados de la capital de su país.
Desde su llegada a Saltillo empezó su trámite para residir de manera legal en México, y buscar un empleo que le permita traer a su hija de siete años y su esposa a quienes dejó, sin tener un plan específico de su destino.
Después de sufrir asaltos a manos de delincuentes y maltratos de la Policía Federal en su trayecto por México, la nostalgia se hace presente en las fechas decembrinas, que aunque estaban acostumbradas a celebrarse de manera humilde y sin lujos, la constante más importante fue convivir todos en la calidez de la familia, así hubiera “pupusas”, “yucas fritas” o “riguas”.
“Si le pudiera mandar un mensaje le diría que le eche ganas, y yo estoy aquí por ella, para que salga adelante. Ya me he comunicado con ellas sólo cuando he pedido abrir el Facebook, porque en mi país tenemos que cambiar los números por las extorsiones y los robos”, dice.
‘Ya voy para tres Navidades sin ellos’
Marvin Aladez, migrante de Honduras en México, dice que a lo largo de tres años ha recibido una excelente respuesta por parte de los mexicanos, sin tomar en cuenta a la delincuencia y las autoridades, sin embargo, su mayor anhelo es pasar la próxima Navidad junto a sus tres hijos y su esposa.
Al igual que el resto de sus compañeros, la necesidad de sacar adelante a sus tres hijos y a su esposa lo ha hecho ausentarse hasta en las fechas que se consideran más importantes, y su idea principal es establecerse de manera permanente en México y obtener el reconocimiento como refugiado, aunque el trámite de la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados sea uno de los más complejos en el aspecto de la migración.
“Si es difícil pasar estas navidades lejos de ellos, pero dentro de mí, y ellos bien saben que uno lo hace por el bienestar de ellos, querer superarse, ayudarlos y que tengan un futuro mejor. Espero que el próximo pueda estar con ellos; ya voy para tres navidades sin ellos”, dice Marvin.
En su experiencia en México, Marvin ha tenido buena respuesta por parte de los mexicanos, en su mayoría por gente de la sociedad civil y organizaciones, quienes le han ofrecido trabajo y alimento aún mientras no tenía algún documento que lo acreditara.
Sin embargo, a pesar de las cosas que sacrifican, como el caso de la Navidad en familia y otros festejos, los datos duros de la Comisión Nacional de Derechos Humanos y la UNAM, dicen que en México casi la mitad de los Estados es catalogada como un peligro para el tránsito de las personas migrantes, quienes en un porcentaje de 54.7 por ciento ha sido víctima de algún tipo de discriminación, y el 42.4 por ciento víctima de algún robo.
Dentro de las fechas, la Casa del Migrante de Saltillo ha recibido una cantidad considerable de posadas patrocinadas por escuelas e instituciones, que han logrado convivir aunque sea por unas horas frente a frente con el fenómeno de la migración.
En ese sentido, el padre Pedro Pantoja, dice que la Navidad y la ceremonia que se realiza en la Casa del Migrante, debe ser siempre un arranque para que los migrantes continúen en su camino, para seguir luchando por su familia, que en muchos de los casos padece hambre y la falta de un hogar estable.
“En la noche de Navidad les hacemos sentir que aquí se encarga una experiencia de solidaridad muy fuerte encarnada con la nostalgia de sus amores, y es ahí cuando encarnamos el Belén real que vino a traer Jesús. Así como la Navidad no tiene fronteras, su migración tampoco debería tener fronteras ni muros”, dice.