Con apertura a la trascendencia y a la inmanencia
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Estás tratando a Dios omnipotente.
Es poderoso en todo. No tiene las veleidades humanas. Es bondad infinita. Es amor infinito. Es sabiduría infinita. Si crees, tienes la llave para que se manifieste divinamente en tu vida. Creer significa estar seguro de que es el señor de lo extraordinario. De lo sobrenatural. De lo que no se sujeta a leyes porque Él es el legislador que puede aplicarlas o suspenderlas. Nada escapa a su poder que está dando la existencia a todo lo que existe. Es Dios que te ama. Que quiere lo mejor para ti porque Él té inventó. Que conoce tus limitaciones y te ve con ternura paternal.
Es la belleza frontal. Manantial de toda hermosura. Origen de todo lo que extasía y fascina y transporta el espíritu. Su estilo divino es la maravilla, lo inesperado, lo sorprendente. Su acción no es de energía externa sino de interno poderío total. No requiere esfuerzo. Es el Creador y todo lo creado le obedece. Pero se requiere tu actitud receptiva, totalmente humilde de fe, de confianza, de entrega. Entonces puede irrumpir el milagro. Entonces te das cuenta de que no solo puedes moverte y contar con lo habitual, lo cotidiano, lo humano, lo terreno, lo temporal. Que pueden multiplicarse los panes y puede calmarse la tempestad.
Adviertes que puede desaparecer tu lepra y puedes deshacerte de tu ceguera o volver a caminar. Que con solo tocar con fe puede cesar tu hemorragia, que basta ser tomada de la mano para que puedas levantarte, que con solo una palabra caen al suelo las piedras que podían haber arrojado contra ti. Que su bondad es tan maravillosa que quiere que en esta vida experimentes que la muerte puede ser vencida y toda enfermedad puede ser sanada.
Te quiere sorprender y parece jugar a las escondidas contigo porque parece encantarle que lo busques y sobre todo que lo encuentres gozosamente. Es libertad pura porque es perfecto amor en pobreza y simplicidad total. Es dicha sin límites porque su esencia es su existencia. Él es el que es. Presente en todo. Nunca ausente. Providente en todo. Nunca indiferente. Tiene muchas formas de decir: “te amo”. Las más constantes son la de hacerte respirar y palpitar. Te da el soplo y la gota que te dan vida aquí y ahora.
Respeta siempre la libertad que te ha dado. Solo libremente podrías decirle, si tú quieres: Creo, Padre que estás en todas partes, presente con todo tu poder, tu sabiduría y tu amor. Que todo es posible para Ti. Que si tengo fe pueden moverse las montañas. Que es mi fe la que me cura, me fortalece y me ilumina. Que te obedece toda la Creación. Que eres victorioso frente a cualquier mal, que solo es carencia de bien. Que vienes a mí poderoso y milagroso, complaciente y misericordioso, deseoso de verme abandonado a tu presencia providente, dispuesto a aceptar de Ti lo divino, lo maravilloso, el destello sorprendente de tus milagros que sanan, que abren caminos inesperados, que regalan resultados que son tu victoria y tu gloria.
Puedes darme simplicidad, pobreza liberadora de espíritu, abandono total, infancia espiritual, pequeñez, pureza, sencillez, valor y solidaridad. Gracias, Padre, porque me regalas la gracia de creer en tu amor, la gracia de adivinar tu belleza, tu verdad, tu poderío absoluto. Deseo ser en Ti, de Ti, por Ti, para Ti, contigo y como Tú.
Quiere Dios, uno y trino, salpicar de milagros tu vida. Por eso te prepara para que puedas recibir, en plenitud, el don de la fe... Es el recipiente. Podrás recibir todo lo que ya te está dando sin que tú lo reconozcas y lo agradezcas...