Consulta NAIM: las repercusiones indeseables
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Los ejercicios de democracia directa son, sin duda alguna, deseables como forma de contrapeso al poder, pues constituyen -al menos en teoría- un antídoto contra el ejercicio despótico de las potestades públicas. Pero tal afirmación es cierta sólo si dicho instrumento se utiliza de forma responsable, es decir, sólo en aquellos casos en los cuales la voluntad popular debe manifestarse para dar certidumbre a decisiones relevantes y trascendentes.
Cuando ocurre lo contrario, es decir, cuando los ejercicios de democracia directa se utilizan para “justificar” decisiones previamente adoptadas, cuyo fundamento no es la racionalidad o el juicio asertivo, sino la discrecionalidad, el resultado puede ser desastroso.
Esta segunda posibilidad, según parecen evidenciar las primeras reacciones del mercado, es lo que ha ocurrido con el caso de la “consulta” impulsada por el presidente Electo, Andrés Manuel López Obrador, para “decidir” el destino del nuevo aeropuerto de la Ciudad de México.
Como se sabe, el resultado de dicha consulta ha sido la cancelación del proyecto del actual aeropuerto de Texcoco y la determinación de construir dos pistas en el aeródromo militar de Santa Lucía, así como la “modernización” del aeropuerto Benito Juárez y la adaptación del de Toluca, a fin de crear una suerte de “sistema aeroportuario metropolitano” que teóricamente debería ofrecer las mismas prestaciones que el proyecto cancelado.
Las reacciones de los mercados no se han hecho esperar: la cotización del peso contra el dólar se disparó hasta 20 pesos con 40 centavos; las acciones de las empresas mexicanas que cotizan en bolsa habrían perdido valor por el equivalente al costo del aeropuerto de Texcoco y la deuda externa mexicana habría crecido en una proporción superior al costo total del proyecto cancelado.
Más allá de eso, la confianza en México habría descendido de forma tal que se nos ubica como un destino “no confiable” para inversiones extranjeras debido a la ausencia de certidumbre ante el “estilo” del futuro gobierno para tomar decisiones relevantes.
Nadie puede estar en contra de que se consulte a la población respecto de las decisiones relevantes que nos afectan a todos. Sin embargo, está claro que, en términos de decisiones técnicas, el uso de los instrumentos de la democracia directa debe ser cuidadoso.
El mejor ejemplo de ello es el denominado “Brexit” en el que una sociedad como la británica, que posee una de las democracias más maduras del planeta, habría tomado una decisión poco informada de la cual muchos se encuentran actualmente arrepentidos.
Habría que evaluar, en los días siguientes, la magnitud de las repercusiones de esta primera decisión relevante adoptada por el futuro gobierno de la República. Pero habrá que hacerlo con sentido crítico y con plena madurez, porque al final corremos el riesgo de que las “decisiones democráticas” terminen costándonos demasiado caro a todos.