Coronavirus: el síndrome del conejo de Alicia en tiempos de confinamiento y la salud mental
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Antes del COVID-19 vivíamos de prisa como sí no hubiera mañana. Corríamos de un lado a otro, como el conejo de Alicia en el País de las Maravillas. El cual, en un pasaje del libro decía a Alicia; mientras con desespero miraba su reloj: “no tengo tiempo, llevo prisa, mucha prisa. No tengo tiempo”. Pero, “¿a dónde va señor Conejo?” le pregunta Alicia: y el conejo, autonombrado “ministro de la locura”, “muy apurado, apenas respondió: ¡es tarde! ¡Tengo prisa!”.
Ese episodio nos refleja en nuestra vida diaria. Padecemos del síndrome del conejo de Alicia: nos autoexigimos hacer muchas tareas con “una ansiedad omnipresente que ahoga las posibilidades de obtener resultados”. Más aún, planificamos esas tareas de manera tan estructurada y exigente que no admite incertidumbre alguna. Y por si fuera poco, nos demandamos perfección a nosotros mismos y a los demás.
¿Cuáles son los resultados? Sentimientos de minusvalía o baja autoestima; ansiedades que provocan comer en exceso para calmarla o mantener una actitud irritada a cada instante; tomar o fumar en demasía; insomnio o dificultad para conciliar el sueño; úlceras en nuestro cuerpo de distinta gravedad; problemas gastrointestinales como sangrado, diarrea, acidez gástrica o estreñimiento; dolores de cabeza o migrañas; taquicardias, hipertensión o problemas cardíacos.
Imaginemos ahora, la cantidad de medicamentos que entran a nuestro acelerado cuerpo para calmar esas enfermedades generadas por el síndrome del conejo de Alicia. Pensemos también, en las múltiples soledades, tristezas y depresiones que nos ocasionan y las cuales, en ocasiones, nos pueden llevar a conductas auto destructivas o al suicidio.
Hoy, sin embargo, el confinamiento forzado como medio de supervivencia ante el Covid-19 ha cambiado esa prisa, por otra realidad: el encuentro con nuestra familia y con nosotros mismos, dentro de 4 paredes bajo un entorno de marcada incertidumbre.
Pensemos, con cierta preocupación: nuestro síndrome del conejo de Alicia está enjaulado. ¿Qué puede suceder?
¿Hacia dónde rebotará nuestra acelerada energía por vivir de prisa en estrés permanente? ¿Qué respuestas podemos dar desde nuestro confinamiento al COVID-19?
No hay respuestas iguales para todos los mexicanos, porque nuestro país es social y económicamente desigual; pero, en general, existen 3 zonas similares para responder a esta contingencia: la del miedo, la del aprendizaje y la del crecimiento.
En la zona del miedo, estaría la mayoría de los mexicanos. Muchos por necesidad de supervivencia económica -como los trabajadores informales, por ejemplo; y tantos otros de clases medias y altas, por ignorancia, irresponsabilidad e individualismo recalcitrante. Mientras los primeros, por desempleo forzado, desatarían actos de rapiña por alimentos; los segundos, por temor irracional, llevarían a cabo compras de pánico sin pensar en los demás.
En la intimidad familiar de su confinamiento, sin embargo, podrían esperarse comportamientos similares: sentimientos de aislamiento, abandono y enojo; división entre sus integrantes; poco diálogo y solidaridad; episodios de tristeza y/o depresión; irritación constante y violencia intradoméstica; psicológica, emocional y/o física. Habría también excesos en la comida y/o el alcohol y/o la droga legal o ilegal.
Esta zona del miedo debilita el sistema inmune de las personas que la habitan y sirve como entrada al temido virus.
En la zona del aprendizaje, vedada por mala fortuna, para las grandes mayorías de mexicanos; existe la posibilidad de responder a la pandemia de otra manera: soltando el control de la situación mediante técnicas de ejercicio, meditación u oración; reforzando la convivencia familiar a partir del diálogo; dividiendo las tareas familiares; dejando de consumir lo dañino -desde noticias hasta alimentos y/o alcohol y/o drogas legales e ilegales y reconociendo que todos estamos dando lo mejor de nosotros ante una situación incierta y compleja.
En esta zona, el síndrome del conejo de Alicia se difumina en el encuentro horizontal; amoroso y solidario, a nivel familiar y personal. Los comportamientos tóxicos de la zona del miedo son auto regulados por los integrantes de la familia.
A la tercera zona, del crecimiento, se suma la anterior con 4 características nuevas: los miembros de la familia encuentran un propósito de vida individual o familiar impensado; desarrollan un compromiso solidario con los demás de maneras concretas y realizables; deciden vivir sus vidas a partir del agradecimiento y reafirman su convicción por vivir en el presente; no en el futuro ni en el pasado.
Los comportamientos negativos de la primera zona tienden a ser inexistentes. En este caso, desaparece el síndrome del conejo de Alicia.
Por nuestra salud mental; ¿seremos capaces de reinventarnos y fortalecernos como personas, familia y país a partir de esta pandemia?