Coronavirus: Viviremos una situación límite y seremos puestos a prueba
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Las generaciones que hasta el momento seguimos con vida en México, exceptuando a unos cuantos, no hemos sido testigos de ningún movimiento armado. Arturo Gámiz, Genaro Vázquez, Lucio Cabañas y sus reclamos sociales; el movimiento estudiantil de 1968, lo que se vivió el Jueves de Corpus en junio de 1971, las acciones llevadas a cabo por la Liga 23 de septiembre en la década de los setenta del siglo pasado, el levantamiento de Chiapas a principios de los noventas, representan movilizaciones donde en algunos casos hubo una buena cantidad de decesos, pero se localizan en zonas concretas del País, no en todo el País.
En síntesis, no hemos vivido –como sí ha pasado en otros países– los horrores de una guerra generalizada o alguna otra situación límite que nos haya cancelado prudencialmente el trato con los demás. No sabíamos lo que era estar recluidos, separados, sin comunicación física y teniendo como límite de acción nuestra propiedad; chica, mediana, grande, pero al final limitada.
Sin estado de excepción, pero con la recomendación repetida una y otra vez, que pareciera no ha funcionado del todo: “quédate en casa” y tener en cuenta la “sana distancia”, muchos hemos reprobado la prueba. Pareciera que no nos lo hemos tomado muy en serio.
No habíamos sido exigidos, socialmente, a lo largo de nuestra historia moderna como País. Y aunque ahora la exigencia es mínima, son tres palabras que nos siguen complicando la existencia porque no estamos acostumbrados a estar tranquilos ni a atender a la autoridad.
Las razones son simples. El mexicano, naturalmente, dificulta acatar las leyes y, por supuesto, cumplirlas. No cree en la autoridad, aunque la haya elegido libremente. Repudia a sus gobernantes, aunque lo espera todo de ellos. No le gusta pagar impuestos, pero exige cuentas y resultados con singular alegría. Bueno, eso como dicen, es otra historia. En resumen, la exigencia ha sido mínima, y ni eso mínimo la mayoría hemos podido cumplir.
El asunto es que no hemos llegado a un punto límite como sí lo sería el “estado de excepción” y la situación que en éstos momentos viven en Nueva York, Guayaquil, Italia o España. Sin ser pitoniso, atendiendo a la probabilidad con respecto a lo que ya ha ocurrido en otras latitudes y teniendo en cuenta los tiempos; sin temor a equivocarnos en las siguientes semanas, seguramente se agudizará la situación y entonces nos enfrentaremos a una dura realidad.
No cabe duda que la “situación límite” está a la vista. Sabremos de qué están hechas las organizaciones y las empresas, la sociedad civil, los gobiernos y la ciudadanía en general. Porque es ahí donde aflora verdaderamente quienes somos, la cosmovisión de mundo y de sociedad que tenemos y nuestros niveles de compromiso.
Algunos sectores ya van poniendo el ejemplo de lo que significa verdaderamente la responsabilidad social. Han entendido que por la lotería social una buena cantidad de personas se encuentran en estado de indefensión y comienzan a tender puentes. En situaciones límite o sacamos lo mejor de nosotros mismos o simplemente mostramos de qué estamos hechos.
Karl Jaspers, en “La Psicología de las Visiones del Mundo”, dice que las situaciones límite son situaciones inusuales, donde no se tienen los medios para poder resolverlas y no se pueden controlar. Sin parecer apocalíptico, el momento se acerca. Se comienzan a vislumbrar en el horizonte situaciones de enfermedad, de sufrimiento, de desconfianza y de muerte que, sin querer ser ave de mal agüero, son ineludibles.
Es la esperanza, dirá Jaspers, y la idea de trascendencia lo que nos puede ayudar a entender la situación por la que estamos pasando. Es entender que ahora más que nunca nos volvemos coresponsables de quienes nunca tratamos ni conocemos y que poniéndolos en riesgo, todos nos ponemos en peligro. Por lo pronto la petición del gobierno mexicano sobre cómo podemos ayudar es muy simple.
Ahora no sólo toca al sector salud en México –administradores, especialistas, médicos y enfermeras(os)– mostrar de qué están hechos, amén del juramento hipocrático que es inherente a su vocación; sino a todos y a cada uno de quienes conformamos la sociedad. Es tiempo de entender que sólo enfrentando dichas situaciones juntos, encontraremos un verdadero sentido de trascendencia y transformación como individuos y como sociedad.
Por estos días, igual que Jesús de Nazareth, viviremos una situación límite y seremos puestos a prueba, sabemos qué fue lo que Él hizo. ¿Qué haremos nosotros?