Cosas de todos los días
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-Estoy feliz -declaró aquel esposo joven-. Mi hijo pronunció hoy su primera palabra. Sintió hambre, y en vez de llorar llamó a su madre. Dijo: “¡Mamá!”.
El padre del muchacho sonrió.
-Te felicito. Y quiero que me felicites tú también a mí.
-¿Por qué? -preguntó el joven, extrañado.
Explicó el padre anciano:
-Ayer te oí cuando discutías por no sé qué con un sujeto. Te dijo palabras injustas, irrazonables, necias. Pudiste haber contestado con palabras igualmente torpes. Pero callaste, prudente, hasta que aquel hombre desahogó su enojo. Luego, serenamente, expusiste tus razones y le hiciste ver la realidad. Debes felicitarme. Tú estás contento porque tu hijo aprendió ya a hablar. Yo estoy feliz porque mi hijo ya aprendió a callar.
Si hubiera hablado habría dicho que sí, que el hombre es el mejor amigo del perro.
Era un perro, un pastor alemán de noble presencia, enhiestas orejas y vivaz mirada. No era, por supuesto, un Rin-Tin-Tin. No sabía multiplicar, ni iba al mercado a hacer las compras; no le llevaba el periódico o las pantuflas a su dueño. Pero cuando mi amigo llegaba a la casa los ojos de su perro brillaban de tal manera, y su cola se movía de manera tal, que él se sabía bienvenido. Y, más que bienvenido, amado.
Mi amigo necesitaba amor. Una larga historia de romance había terminado para él en el capítulo triste de la soledad. Fue entonces cuando alguien le regaló un cachorro. Molestia al principio, se le fue haciendo curiosidad, luego grata costumbre, y al último declarado amor. Jugaba con el perrillo, paseaba con él, iba al campo con él. Pienso que a veces, cuando no había nadie, hablaba con él. Y yo, que conocí aquel perro, no dudo que el animal le contestaba hablando. Cuando no había nadie, claro.
A la edad de 14 años, edad muy avanzada en un perro, murió ese magnífico animal. Mi amigo es ahora 14 años más viejo. “Y 14 años más solo”, me dijo cuando regresó de sepultar a su perro bajo un pino de la montaña, donde el animal gustaba de dormir una siesta después de perseguir conejos y mariposas.
El otro día sorprendí a mi amigo buscando en los avisos de ocasión los anuncios de animales. Me dice que va a comprarse un cachorrito. Y añade que comprar un perro es la única manera que hay en el mundo de comprar con dinero un verdadero amor.