COVID-19, tiempo para reflexionar sobre el respeto y la solidaridad
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A causa de la pandemia por el Coronavirus vivimos un tiempo con medidas extremas, pero con mucho miedo por temor al contagio, hecho que nos hace ver por nosotros mismos en lugar de ver por la comunidad.
Tengo 23 años laborando en piso de venta de una cadena comercial y he visto variadas y memorables historias a lo largo de todos estos años porque en todo momento y en toda circunstancia el súper es un buen escenario para ser espectadores o evidenciar la cultura de las personas.
Pienso que si las personas respetan a las demás personas, lo dejan ver en la tienda, si las personas son indolentes lo dejan ver en el súper, si cuidan las cosas lo dejan ver en el súper, si trabajan por la comunidad también se ve en su solidaridad durante las compras.
Me gusta recordar especialmente una de cuando yo era cajera hace muchos años en la ciudad de Monterrey y por mi caja pasó “La Tucita”, que en paz descanse, en ese tiempo era la viuda del también en paz y celebre cómico regiomontano Rómulo Lozano.
Pues bien, María Eugenia Llamas, así se llamó en vida, se acercó a mi caja a pagar, pero antes de poner todo en la banda de cobro me entregó un sobre de polvo para preparar agua fresca y me dijo: “Mire señorita, encontré tirado este sobre de Clight y todo mundo pasaba por arriba de él y nadie lo levantaba, mire, está aún cerrado, aquí se lo dejo para que lo regresen a su lugar…”.
En estos días y siempre, lo común no es que las personas en la tienda se preocupen por las demás cosas o por las demás personas y menos aún si se vive una contingencia sanitaria en la que todos están llenos de miedo y quieren ver por y para sí mismos.
En estos días, las personas no preguntan cuánto cuestan ciertas cosas como el gel antibacterial, el alcohol, las toallitas desinfectantes, el papel higiénico, los pañuelos desechables, el agua embotellada; todas estas compras tuvieron un pico muy alto y se terminaron porque se escuchó en las noticias que el virus había llegado a Monterrey.
Después con el #QuédateEnCasa de las redes sociales lo fuerte ha sido el desplazamiento de la despensa básica y frutas, clasificaría en un tercer grupo las botanas, las galletas, los refrescos gaseosos, la cerveza y carne para asar.
Hoy puedo decir que en la tienda se respira un ambiente de preocupación porque hay clientes a quienes no les importan los demás: “¡si puedo llevarme yo todo, mejor!”, en los productos que ya se está vendiendo una cantidad limitada por abasto reducido: “si puedo hacer una pequeña trampa, diciendo que es para otra familia” o “pagaré esto y volveré a entrar a la tienda para volver a comprar la cantidad permitida, pero siempre aseguraré ser primero y más que abastecido yo”.
No sólo en la adquisición propia de los productos predomina el ego de las personas dentro de su miedo, sino también en la exigencia del servicio, los clientes quieren más y mejor servicio, más cajas abiertas, que no se hagan filas, que no se les limite el abasto, que los productos lleguen, cuestionan el resurtido, etcétera.
Si bien el súper y las compras de la despensa resultan un escenario que deja vernos, una contingencia sanitaria es más evidente. Puedo decir que también en una mínima parte que hay personas conscientes en cuanto a valorar que la tienda sigue abriendo todos los días en horarios normales, hay gente que es conforme y entiende que si solo puede llevar dos o cuatro piezas de determinado artículo es porque hay más personas que también lo ocupan.
Podría llenar un libro ejemplificando hechos dignos de reconocer y lo contrario, en su lugar, digo que mucho de cómo sociedad dejemos sobre un piso de ventas en un súper, hará que superemos pruebas como la que estamos viviendo, es decir, si nos vemos como comunidad, respetemos las reglas que se estipulan propias de la misma contingencia, que en lugar de miedo predomine el respeto y la solidaridad seremos una mejor sociedad y no sólo venceremos retos como el coronavirus sino muchos otros más.
Claudia Isabel Hernández Briones Gerente comercial y emprendedora
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