Crecimiento económico, necesario para el desarrollo
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Aun la misma fuente para medición de variables y su correlación, las proyecciones de crecimiento económico de las calificadoras internacionales y del Fondo Monetario Internacional varían, pero coinciden a la baja, y el rango es desde el 0.0% al 0.8% para 2019 y de 0.6% a 1.3% para el próximo 2020.
Para impulsar la economía se requiere inversión directa tanto pública como privada: actualmente la primera se suscribe en entorno de austeridad, ajuste y redistribución del gasto; la segunda en incertidumbre propia de inicio de sexenio, de decisiones del gobierno ampliamente criticadas (como la cancelación de la construcción del nuevo aeropuerto en el lago de Texcoco y las transferencias sociales), la pendiente firma del renovado acuerdo de libre comercio con Estados Unidos y Canadá (T-MEC), las variaciones en el precio del petróleo, la guerra arancelaria entre países desarrollados, la inseguridad, entre otros.
El hecho es que el crecimiento del Producto Interno Bruto es magro y se requiere inversión. En este año la inversión fija bruta se ha reducido en menos 8.8%.
Carlos Slim anunció 100 mil millones de pesos de inversión en cinco años, asimismo otros empresarios también afirmaron respecto a sus cuotas. Hasta ahora sólo buenas intenciones. Por su parte el Gobierno Federal anunció el gasto efectivo en infraestructura productiva desde los primeros meses del año próximo.
Para redistribuir la riqueza en programas y transferencias sociales -para el desarrollo económico- es necesario recaudar impuestos y para esto se requieren excedentes de capital, es decir -otra vez- inversión y crecimiento. No es privativa de México la desaceleración económica, así es en todo el mundo, pero esto no es excusa para no aplicar políticas económicas contra cíclicas, de incentivos a la iniciativa privada y gasto público en infraestructura productiva. Además, reducir la tasa de interés y generar fondos crediticios con tasa preferencial, pero esas decisiones corresponden al Banco de México.
Hay variables cuyos indicadores se sitúan favorablemente, aunque con sustento débil: la inflación anual de menos de 3% por reducción de circulante por subejercicio en el gasto federal; el tipo de cambio se encuentra relativamente estable por el amplio margen en las tasas de interés al ahorro, de 2.25% en Estados Unidos y 7.75% en nuestro país. Asimismo, los niveles de desempleo son asimismo similares a los del año pasado: en agosto 3.6% a tasa anual.
El incremento salarial es estrategia para impulsar el mercado interno y sorprende que la propuesta de la patronal (Coparmex) sea de elevar el salario mínimo en 25.08 pesos (24.6%), rango de 117.72 a 127.76 pesos diarios, pero se debe decidir con prudencia para que dicho incremento no presione el nivel de precios al alza.
Por otra parte, la inversión extranjera directa se ha mantenido relativamente estable, según la Secretaría de Economía ha sido similar al 2018, ya que a junio de ese año fue de 17 mil 892.3 mil millones de dólares (mmd) y a agosto de este año fue de 23 mil 800 mmdd.
Estrategia necesaria es la reforma fiscal pendiente, que impulse la dinámica económica, es decir progresiva, pero también que incentive la inversión privada, tarea no fácil pero urgente para elevar la recaudación actualmente en alrededor de 17% del PIB (de las más reducidas de Latinoamérica; por insolvencia, según el SAT, a septiembre se han eludido 127 mil 18.6 millones de pesos, según el artículo 146-A del Código Fiscal), para elevar el gasto federal en infraestructura y garantizar transferencias sociales. Se espera que el T-MEC se firme a fines de este año y que con esto se genere certidumbre respecto a importaciones y exportaciones.
En entornos políticos y sociales de cambio de régimen, además del complicado contexto internacional, no hay recetas para impulsar el crecimiento económico para el desarrollo, sin embargo se deben diseñar y aplicar políticas económicas efectivas para dinamizar la economía. Veremos.