Crónicas pejianas. Vol 2. El Peje-Virrey
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En el capítulo anterior…
Repasemos un poco para quienes no leyeron la primera parte de esta disertación (aunque la verdad es que no tienen excusa, si ya todo se queda disponible en línea, así que si no la leen es porque no quieren).
Decíamos que:
1.- La oferta capital del nuevo gobierno (el de la Cuarta Transformación) es erradicar la corrupción para liberar nuestro potencial y quitarle ese feo lastre a nuestro desarrollo.
2.- La corrupción es un fenómeno social, al grado de que llegó a institucionalizarse.
3.- De allí que el gobierno de AMLO tendrá que extirpar la corrupción enquistada en el servicio público como medida prioritaria y fomentar valores cívicos en la sociedad.
¿Es lo anterior factible? Sí. De hecho hasta parece sencillo apretar algunas tuercas que frenen la imparable rueda de la impunidad. Sólo se requiere voluntad y si no se ha hecho al momento es porque cada gobierno pasado y hasta el actual se ha beneficiado de la ilegalidad.
De manera que si México apostó por un individuo honesto, hay una tímida posibilidad que desde la Presidencia pueda enmendar algo de lo mucho que hay descompuesto (la oposición y resistencia de un sistema tan aclimatado a sus vicios no será poca).
Si nos equivocamos y no apostamos realmente por un hombre cabal, sólo habremos reconfigurado la nómina nacional de la corrupción, agregándole nuevos nombres y rostros de ayer, hoy y siempre.
La decisión descansa en el hombre con la victoria más aplastante en cualquier elección libre de la historia de México y un muy reducido grupo de colaboradores. Más allá, ni siquiera él puede responder por los vivales, oportunistas y advenedizos que se hayan sumado a su proyecto. Es imposible encabezar un proyecto nacional sin gente y ni modo que se ponga a palomear de a uno por uno.
Pero más que confiar ciegamente en cada interfecto o individua, nomás porque están afiliados a Morena, el Presidente electo necesita ponerles las restricciones, los candados, las leyes que moderen su conducta, así como asegurarse de imponer los castigos a quienes no sepan atemperar sus ansias carrancianas.
En el plan de AMLO destacan más las acciones de austeridad que las que podrían poner freno a la mala praxis en el servicio público. Sin embargo, aunque el ahorro en el gasto administrativo pueda llegar a ser considerable, nada nos cuesta tanto como la corrupción. Así que la reducción de sueldos, la eliminación de prebendas, la venta del “Peje Force One”, no son sino medidas cosméticas y efectistas (populismo, pues). Lo importante es cortarle la mano a tanto ladrón de cuello blanco, claro, en un sentido figurado y no literal como proponía el pendejazo de “El Bronco”.
No obstante, la medida que más revuelo está causando a lo largo y ancho del territorio nacional, es la designación de los “supra-delegados” estatales, que habrán de aglutinar funciones y responsabilidades de los titulares de cada delegación federal en cada entidad.
¿La idea es buena, es mala o nos viene totalmente intramuscular?
En un principio se comentó que sería un excelente contrapeso para los excesos en que incurren los gobernadores caciques, que mientras solapen al Gobierno Federal tienen luz verde y manga ancha para hacer su más ombligona voluntad: enriquecerse a sí, como a su familia y cortesanos siempre a costa del erario, sobre endeudar las finanzas públicas hasta niveles imposibles de manejar, ceder el control sobre ciertos giros y territorios al crimen organizado, suprimir las garantías individuales, anular la libertad de expresión y sofocar cualquier intento de democratización. Plagas de las cuales, en Coahuila conocimos… la primera… sí, la segunda también… (‘ora lo verá)… ¡Pues tantas como todas! Claro, por una cortesía de nuestros gentiles patrocinadores Moreira Hermanos, S.A. de C.V.
Pero, ¿será cierto que un “superdelegado” (cargo al que ya se conoce como “Peje-Virrey”) bastará para meter orden a este desorden de décadas?
Pues ese es mi deseo y el de todos los coahuilenses bien nacidos que conozco, ya sean de derecha (azules), de izquierda (pejechairos) o LGBTT. Los del PRI, esos no, esos sólo desean que las cosas continúen como hasta ahora.
Aunque, de allí a que pueda convertirse en una realidad, pues hay todo un duro y ancho trecho de diferencia.
Falta revisar las credenciales de este superintendente delegacional (en cada caso en particular), revisar cuáles son estrictamente sus funciones, pero sobre todo, conocer cuál es el límite de sus alcances para que bajo ninguna circunstancia los rebase. Necesitamos saber qué mecanismos de control hay para estos delegados, es decir, ¿Quién va a cuidar al que vino a cuidarnos? ¿Bajo qué criterios se selecciona a tan eminentes funcionarios para desempeñar este nuevo y delicado cargo?
Buenas preguntas todas, pero como coahuilenses la que más nos atañe es: ¿Quién será este delegado? ¿Quién será el Peje-Virrey de nuestro avasallado Estado?
Su identidad la conocemos desde hace semanas, pero un nombre es lo de menos, no nos dice nada. Quién es y qué podemos esperar de esta persona son preguntas más complejas, mismas que intentaremos responder la próxima semana, a la misma peje-hora, por el mismo peje-canal.
petatiux@hotmail.com