Cuando los hijos se van (crónica de Jesús Peña)
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Dicen que un padre puede mantener a 10 hijos, pero que 10 hijos no pueden mantener a un padre.
Entendí el sentido de la frase hasta que un maestro jubilado me contó la historia de un anciano que había sido injustamente abandonado por sus vástagos.
El señor que había dado su vida, renunciado a sí mismo, por sus hijos, estaba sólo, desprotegido, peor que un perro de azotea.
Viudo, de los cinco hijos que había procreado ninguno lo procuraba o era si quiera para echarle una vuelta y saber si había comido o amanecido vivo.
Hasta que un día el hombre aquel de esta historia real se armó de valor, se levantó contra sus cinco hijos, fue donde las autoridades y los demandó, les puso una demanda.
Se imagina, para la de ocho: un padre que demanda a sus hijos por omisión de cuidados y lo que resulte o como se llame ese según ley.
Los muchachos tuvieron que presentarse ante el juez quien se encargó de ponerlos, a cada uno, en su lugar.
Como lazo de cochinito, dicen en el barrio.
El hijo con mejor posición económica, ordenó el jurisconsulto, tendría que pasarle una pensión semanal a su padre; una de las hijas, lavarle la ropa; la otra encargarse se llevarle de comer; otro sacarlo a pasear; la otra alzarle la casa y así.
Nadie estuvo a salvo, exento, de atender, de cuidar, a quien había dado la vida y renunciado a sí mismo para hacerlos hombres y mujeres de bien.
Una historia vergonzosa, desde luego, pero de una lección enorme y atroz.
Un padre puede mantener a 10 hijos: alimentarlos, vestirlos, darles escuela, pasearlos, pero 10 hijos no pueden mantener a un padre.
Este episodio urbano me lo contaron ya hace años y no sé si fue mi desidia o mi falta de valor, que no me atreví a acercarme con el anciano protagonista para que me platicara su caso.
Pensé además que era un asunto muy personal, íntimo que tal vez no se atrevería a contar nunca aquel señor:
A lo mejor me equivoqué.
Un padre que es abandonado por sus hijos peor que un perro de la calle, pues…
“Honra a tus padres y ganarás el cielo”, dice la Sagrada Escritura…
Una máxima corta y en apariencia sencilla, pero que a veces se nos olvida.