Cuarentena. Episodio IX
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La pandemia en curso no supone ninguna amenaza para la supervivencia de la especie… per se.
Lo que sí, es que pone a prueba diversas capacidades de respuesta ante una posible amenaza que en determinado momento sí representase un riesgo de extinción masiva.
Me explico: es obvio que por más muertos que se le puedan imputar a la mascota oficial de los Juegos Virales 2020 y amigo de todos los niños, COVID-19, para el grueso de la población apenas representa mayores inconvenientes que un fuerte gripón y para muchos ni eso.
No se moleste en recordarme los decesos registrados en diversas naciones, ni la gravedad que en muchos casos ha significado lidiar con la enfermedad. Por más que puedan sumar, lo cierto es que la supervivencia de nuestra especie no está comprometida, al menos por el coronavirus.
Desde un principio, entiendo, el problema estribaba en el colapso de los sistemas hospitalarios alrededor del mundo.
Pero “resúltaseseser” que los países con mejor cobertura médica igual se vieron en aprietos porque no atendieron las primeras advertencias y demoraron demasiado en establecer filtros y medidas restrictivas, como fue el caso de EU. Mientras que países como México, por mucho que aplanásemos la curva de contagio con la ayuda del doctor Gatell, igual bailaríamos las calmadas con la más fea, porque nuestras instituciones gubernamentales son una… broma (para no utilizar una palabrota escatológica) y eso incluye las diversas instituciones de salud pública.
No obstante, ya le digo, por más que saturásemos el IMSS, el ISSSTE, el Insabi, la clínica del Magisterio y los consultorios Similares de gente enferma, para la mayor parte de la población el coronavirus es tan peligroso como un gas en el intestino y eso es un hecho duro.
Lo que sí puede representar, en un momento dado, un riesgo para nuestra continuidad como “la especie dominante del planeta” es la manera en que respondemos ante una emergencia.
Y si usted piensa que en lo individual se cometen estupideces, en el ámbito de lo colectivo y –mejor dicho– en el plano masivo, los errores no se reducen gracias a la suma de la experiencia colectiva, muy al contrario, la idiotez se incrementa exponencialmente cuando el factor humano se multiplica por algunos cuantos miles de millones.
Si nos pusiéramos estrictos y repasáramos las inconsistencias de las medidas de higiene personal y de distanciamiento social, nos daríamos cuenta de que es totalmente inútil, por no decir absurdo, mucho del esfuerzo y del estrés invertido en todo este pandémico brete.
Citaré algunas sin orden particular, ni de relevancia ni de concernencia. Sólo según vienen a mi cabeza.
CDMX.- La Jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, anuncia satisfecha y optimista que gracias a las oportunas medidas de control adoptadas, al día de hoy la capacidad hospitalaria de la ciudad que gobierna (la más grande del orbe) no se ha visto superada. No obstante, y se puede constatar fácilmente, el metro de la Ciudad de México está, como todos los días desde su inauguración en 1969, hasta su madre. Y lo mismo la Central de Abasto, mercados y otros centros de distribución en los que la pandemia es, literalmente, “un cuento chino”.
Pregunta pertinente: ¿se puede realmente aplanar una tendencia estadística y contener el esparcimiento epidemiológico, cuando existen dos Méxicos paralelos y opuestos: Uno de gente obediente que se queda casa y otro, mucho más numeroso, que no para porque tiene que salir a chingarle presencialmente todos los malditos días?
Entiéndame, no estoy criticando a unos ni ensalzando a otros. Sólo me pregunto si en verdad se consigue algo (ya no digamos significativa, sino realistamente) cuando al menos dos terceras partes de una población no se van a detener ante una amenaza invisible. Vale lo mismo para el resto de la República Mexicana y del Mundo.
Coahuila (Fuerte es).- El uso del cubrebocas se vuelve de uso obligatorio en espacios públicos.
No importa que nos hayan dicho en un principio que difícilmente servía para algo, no importa que la mayoría de la gente no tengamos la menor idea de cómo portarlo y cómo manipularlo para que sea de alguna remota utilidad, no importa que lo más seguro es que un infectado tenga el “viru” diseminado por todo su cochino cuerpo, principalmente sus asquerosas manos. Lo importante es que la autoridad nos vea portando un sucio trapo al que le vamos a echar el aliento y la baba de todo el día.
Pregunta pertinente: ¿Alguien cree que el cubrebocas tendría algún impacto sanitario significativo? ¡No me diga!
EU.- Los gringos guardan como nadie la cuarentena y es que su poder adquisitivo promedio, a diferencia del nuestro, les permite comprar una despensa para tres meses (y chingársela en una semana, claro). Así que muy contentos y seguros en sus casitas, hacen home office, homeschool e incluso celebran sus “virtual-happy-hour”, es decir, convivencias a distancia gracias a la magia de la internet. Ni de compras salen, porque todo lo pueden encargar en vía web. De hecho la economía norteamerigringa en línea experimentó un inusual repunte.
Y es que –¡claro! – no es seguro salir de compras, sino esperar pacientemente en la seguridad del hogar a que lleguen nuestros productos, transportados por quién sabe quién, empacados por sepa la ch…, cocinados vaya usted a saber bajo qué normas sanitarias, manipulados por cualquier cantidad de personas en cualquier estado de salud. ¡Obvio, un virus no se pide a domicilio! Y el COVID-19 sabe perfectamente cuando lo mandan por FedEx, Amazon o Uber Eats y como no recibe comisión por envío, entonces no es contagioso, ajá…(!)
Pregunta pertinente: ¿Alguien como yo tiene esa sensación de que nomás nos estamos haciendo pendejos y nos están viendo la carota de ídem?