Cuarentena. Episodio VIII. ‘Contagio’, invasión zombi y suspensión ilegal de las garantías individuales
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La espera se ha vuelto ya francamente insoportable y no me refiero al día en que por fin se levante la cuarentena, sino a la película que Clint Eastwood va a hacer (necesariamente) sobre el coronavirus, una vez que todo esto pase.
Así que cuídenmelo mucho, por favor, recuerden que es del grupo de alto riesgo, aunque de llegar a toparse con el COVID-19, lo más seguro es que güelito Eastwood le meta dos balazos por lo que sea que el virus tenga por recto. Yo creo que justo allí, entre el 1 y el 9.
A propósito de películas, sabedoras de que nos tienen a su merced, hoy como nunca, las plataformas de streaming se armaron con sus mejores filmes y seriales alusivos a plagas, epidemias, cataclismos ambientales y apocalipsis biológicos.
Desmiéntame si me equivoco: creo que Netflix abrió una categoría especial, como hace en Navidad, de pelis alusivas a la pandemia del COVID. Y si no lo ha hecho, en serio que se está tardando.
La cinta obligada para sazonar nuestro pánico con un poquito de ansiedad es por supuesto “Contagion”. Así es el título en inglés, no piense que se me olvidó el acento y que quise escribir “contagión”, como quien dice “¡un pinche contagión que se quedaron todos calacas!”. Eso sería en todo caso “un pinche contagiadero”.
La cinta de 2011, del renombrado y muy eficiente realizador Steven Soderbergh, resultó profética a la hora de retratar la comprometida situación del mundo de llegar irrumpir, en el ámbito microscópico, un nuevo inquilino para el que no estuviésemos preparados y que hiciera colapsar todos los sistemas de salud (¡hello, realidad!).
Honestamente lo mejor de la cinta es que Gwyneth Paltrow muere en los primeros 15 minutos de una neumonía atípica, aunado a la presencia de Matt Damon, a quien no hubo que ir a rescatar esta ocasión (eso también es muy atípico).
La peli, ya le digo, es un buen retrato de los diferentes matices de la sociedad ante una crisis epidemiológica. Están los gobiernos totalmente desconcertados, la comunidad médica y científica tratando de controlar el crecimiento exponencial del contagio y de hallar una cura lo antes posible, los adolescentes calenturientos que quieren estar con la novia a pesar de que ya se les dijo que es peligroso, que hay que quedarse en casa y guardar Susana Distancia.
Muy completa la visión de Soderbergh, sólo le faltó predecir a los famosos de Hollywood cantando “Imagine” y a los de la farándula de petate interpretando el “Cielito Lindo” (si no es que al mundo no le sobre gente, lo que pasa es que el COVID no se está cargando a la gente correcta).
Pero si el tono realista de “Contagion” le resulta como que too much, quizás prefiera algo a un nivel más metafórico, como una buena cinta de zombis. Esas siempre han funcionado como perfecta alegoría del comportamiento humano ante una amenaza sanitaria. Y es que en situaciones extremas, siempre sale a relucir lo peor y lo mejor de cada uno.
El paradigma lo establece “Night of the Living Dead” (Romero. 1968) y con éste los personajes arquetípicos de la clásica historia de muertos caminantes: Un líder que llega a serlo sin proponérselo, un rico altanero que cree que su dinero le otorga trato especial y mejores oportunidades para sobrevivir, el hombre promedio desesperado por sacar adelante a su familia, la pareja de novios que se quieren mucho (de preferencia esperando un bebé), el tipo rudo que estuvo en la guerra y vio de todo pero “nunca algo parecido a esto”, la niñita que al final… bueno, ya usté’ sabe.
Claro, hay variaciones y a veces hay que hacer una amalgama de dos personajes. Pero el estereotipo que no puede faltar es el imbécil que fue mordido en la segunda escena de ataque zombi y no le dice a nadie sino hasta el tercer acto, en el mero clímax, justo cuando más se le necesita y sale con su batea de babas de que ya está requete infectado. Por favor, no sea usted ese personaje.
En estas pelis es siempre el ejército el que medio toma control de la situación (un control meramente ilusorio, porque la verdad es que están igual de rebasados que la autoridad civil).
Y es que, aunque la crisis que actualmente vivimos es seria y lo que le sigue, lo que una peli de zombis nos muestra es un escenario extremo, apocalíptico, al que afortunadamente aún no hemos llegado ni parece probable que nos lleguemos a enfrentar, por más que le gusten esos videos sensacionalistas y las “fac ñus” como dice el Bronco.
Así que es completamente inaceptable que la policía estatal coahuilense esté prohibiendo el paso a quien desee ingresar a esta entidad y/o a su capital.
Tendría que decretarse –por una orden presidencial– un estado de excepción para que el libre tránsito se restringiera. Pero en tanto no sea así, la autoridad local está incurriendo en una gravísima falta constitucional y ello debe ser inmediatamente corregido y severamente castigado.
La supresión de las garantías se reserva para la guerra (o la invasión zombi). Prohibirle a un viajante del estado vecino el paso porque no puede acreditar su residencia en Coahuila y decirle “te me regresas” y “allá están todos infectados”, como exhibe un video reciente, es sintomático de la ignorancia del policía, sí, pero también de la mala leche del Gobierno local que, a falta de una mejor estrategia de contención, prefiere pasarse la Carta Magna por donde no le pega el sol.
Así que ni es el momento de suspender las garantías constitucionales, ni sería en todo caso prerrogativa del Gobierno del Estado el suprimirlas –¡no la chinguen!–. Lo que sí le recomendamos encarecidamente al Gobernador es que deje de ver tantas películas zombis, ya que se está comportando como todo un estereotipo del género.