Cuarentena. Episodio X. Cosas que ver y que no ver durante el cautiverio
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Dentro de lo que cabe, deberíamos estar agradecidos de que la pandemia y su consecuente cuarentena nos tocaron en la era del internet y de las plataformas digitales de contenidos.
¿Se imagina que nos hubiera caído este pandémico chagüistle allá por los años 70 u 80 y todo lo que tuviésemos los mexicanos para evadirnos fuese un maratón interminable de Raúl Velasco, todos los días, a todas horas, o el Quijote de la Mancha con el que sostenemos la puerta de la habitación para que el chiflón no la cierre de golpe?
Entonces sí, pa’ que vea, habríamos tenido suicidios en masa y quizás la contemplación ad nauseam de Velasco habría dado lugar a un peligroso culto sectario: “Los AúnHayMasianos del Domenicus Sémper”.
Por supuesto, los lectores en sus treintas y menores no tienen NPI de lo que les estoy hablando, como tampoco son conscientes de la enorme fortuna de estar efectivamente en cautiverio, sí, pero con todas las opciones que el genio y el ingenio humano han sido capaces de transformar en arte y entretenimiento, disponibles en la fodonga comodidad de nuestros hogares vía wi-fifí.
Tours virtuales a museos de todo el orbe, libros digitales y audio libros, conciertos de música de todas las épocas, conferencias, por no hablar de las infinitas posibilidades de cursos en línea (gratuitos y de paga) en todas las disciplinas imaginables, algunos hasta con valor curricular.
Septiembre 2020:
-¡¿Cómo que renunciaste a tu trabajo en el área de salchichonería y te vas a poner a dar consulta como médico endocrinólogo?
-¡Bueno, vieja, cada quién! Que tú no hayas sabido sacarle partido a la cuarentena es tu bronca.
En efecto, teniendo miles de excelsas opciones para salir cultivados de la cuarentena, resulta que esta oportunidad única en la vida se la vamos a consagrar a Netflix y sus series “narquetas” (La Reina del Sur, El Chapo, etc.) o a sus producciones lavadas en la corrección política vigente. Yo la mera verdad aborrezco a las primeras y a las segundas las abomino.
Por eso, déjeme le “presumo” cómo yo distribuyo mi consumo de contenidos fílmicos y audiovisuales durante nuestra gatelliana reclusión que ya se encuentra en fase 3, y cuya secuencia tiene menos lógica que la numeración de los “Informes” del Peje.
Por si se lo preguntaba: ¿Qué estoy viendo yo en la tv?
Películas que ya vi cualquier cantidad de veces y quiero volver a ver (21 por ciento); películas de los 80 que nunca vi y con las que apenas me estoy poniendo al corriente (7 por ciento); cintas clásicas (12 por ciento); películas documentales (2 por ciento), cintas de terror de bajo presupuesto, de las llamadas Clase B, protagonizadas por Vincent Price, Christopher Lee y/o Peter Cushing (59 por ciento).
(Nota: Este conteo no tiene validez científica ni estadística, es ajeno a cualquier partido político, no puede ser utilizado con fines distintos a los establecidos en el programa y es posible que sumen en total 102 por ciento).
Al día de hoy, le doy simultánea batalla a dos maratones fílmicos: uno es el de la saga completa de “Halloween”, sí, misma que iniciara Juanito Carpintero (A.K.A. John Carpenter) a finales de la década de los 70, que catapultó a la fama a “Jaimamie” Lee Curtis y generó ocho secuelas, un reboot de dos pelis adicionales y dos más que están por estrenarse este año (¿?) y el año próximo y que –se supone– serán, ahora sí, el final definitivo, por siempre, forever, jamás de Michael Myers (el final hasta que lo conviertan en serie de Netflix con las vomitivas características antes descritas y que me echarán a perder la saga para siempre, pero a los productores no les importa porque su público objetivo son millennials y generación Z, no la gente de mi edad que es la que hizo de esta saga un clásico del género slasher. ¡Malditos sean!).
Por favor, discúlpeme el exabrupto, pero así nos ponemos de intensos los del grupo de riesgo.
El otro maratón que estoy corriendo (¡quién lo diría “yo haciendo maratones”! ¡Lo que nunca hice en el mundo exterior!), es uno de películas de ese coloso del Séptimo Arte, Akira Kurosawa, para mayores señas, el inventor de “Star Wars”, del Western y de Quentin Tarantino (nomás que él lo hacía todo con Toshiro Mifune).
Y aunque ya he visto “La Fortaleza”, “El Cielo y el Infierno”, “Los Siete Samurai” y “Rashomon”. Me quedan pendientes “Yojimbo”, “Perro Rabioso”, “Sanjuro” y no sé cuántas más porque este señor hacía clásicos imperecederos como si fueran sushi.
Y a algún lado tocante con nuestra realidad común me dirigía yo con todo esto (y le juro que era algo importante), pero se me volvió a acabar el espacio, por lo que tendrá que ser en la siguiente entrega, cosa que no creo que me la reproche mucho ya que después de todo, estamos haciendo tiempo en lo que se pasa este rosario de 70 mil misterios llamado cuarentena.
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