Cuatro meses de viaje a ningún lado
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Los reportes no dejan de llegar. Un día sí y otro también, hay noticias de migrantes en todos los rincones del mundo: africanos intentando alcanzar las antiguas capitales coloniales en Europa. Dos millones de venezolanos que han puesto en alerta a las naciones vecinos desde que el régimen de Nicolás Maduro quebró a su país. En cruceros de transitadas avenidas de ciudades mexicanas hondureños, salvadoreños y guatemaltecos piden comida y alimento para sobrevivir un día más. En Tijuana se han establecido ciudadanos de Haití que parecen haber decidido dejar de intentar entrar a Estados Unidos, y ahora están llegando jóvenes rusos buscando alcanzar el sueño americano, precisamente cuando Donald Trump sigue endureciendo la llegada de extranjeros a su territorio; la semana pasada lo ratificó ante la Asamblea General de las Naciones Unidas.
En las últimas semanas, en Coahuila, de manera gradual, se están estacionando en Piedras Negras familias enteras de congoleños que, por supuesto, quieren vivir y trabajar en Estados Unidos, pero por lo pronto están varados en la frontera coahuilense.
El periódico español El País acaba de publicar el reportaje “De Congo a México: 20,000 kilómetros de odisea a ningún lugar”, donde aborda la problemática de quienes huyen de los interminables conflictos tribales en el Congo y otros países de África.
El tema ya había sido publicado por VANGUARDIA para advertir del riesgo de que se forme una “colonia” congoleña en Piedras Negras, porque nadie quiere hacerse responsable de regularizar e instalar a los migrantes africanos, ni el ayuntamiento, ni el Estado, ni la Federación y, desde luego, tampoco Estados Unidos... al tiempo.
Para salir al paso, México está optando por ampliar los permisos de tránsito de 15 días que ya dio a los solicitantes de asilo. Se sabe que llegan más familias del Congo, y también se están deportando a más, pero no hay cifras de cuántos están en tránsito.
En Piedras Negras hay más de 120 migrantes del Congo que han apostado todas sus posesiones y un periplo por muchos países para llegar a esta frontera y entrar a Estados Unidos, que se desentiende del problema.
Una curiosidad: en el siglo 19 México y el Congo tuvieron una relación en común: la emperatriz Carlota, esposa de Maximiliano e hija del rey más rico de Europa, Leopoldo II de Bélgica. El soberano belga, ávido de nuevos territorios para su pequeño país, compró a título personal una parte del Congo tan grande como el Viejo Continente. Cometió un genocidio en el centro del África Negra. Hoy los congoleños huyen de otra guerra de exterminio y llegan a México.