Cumple hoy 60 años el Mercado Juárez de Saltillo
Olores, sabores y colores de la ciudad
Texto: Priscila Chavarría/Fotos: Jordi Sifuentes
Desde niña el Mercado Juárez ha llamado mucho mi atención. Escucho la palabra mercado y a mi mente vienen todos sus olores, desde la enorme cabeza de puerco colgada en medio de la carnicería, hasta el aroma que desprende el huevo que cubre los chiles rellenos de picadillo una vez que entra en contacto con el aceite. O las voces de quienes ofertan la hierba de San Juan pa’l dolor de estómago o el té de coacharalate pa’ curar el cáncer.
Pese al paso del tiempo, esas voces y aromas no sólo representan el recuerdo de quienes alguna vez han visitado el Mercado Juárez de Saltillo, también son el presente de aquellos que pasan sus días viendo a la poca gente que los visita, tratando de convencerlos que su balero, carne o sarape saltillense es mejor que el del locatario de enfrente, claro, sin dejar de lado que antes que competencia, todos son una familia.
‘Toda mi vida me la he pasado en el Mercado Juárez’
Tiene 80 años, vende juguetes nuevos y de medio uso. Afirma que conoce a doña Susy desde que ella estaba en el vientre de su madre y que fue ahí donde inicio la amistad entre ellos.
Es don Arturo, un locatario que ahora tiene 80 años y dedica su tiempo libre a la creación de pavorreales de cartón que cubre con coloridas plumas. Sin embargo, el Mercado Juárez aún guarda su sombra y el sonar de sus pies descalzos corriendo de un lado a otro, haciendo mandados de aquí y allá.
“Desde los 12 años ya andaba aquí haciendo mandados para ganarme mis 2 centavos. Y tenía 13 ó 14 años cuando el mercado se incendió, no estaba dentro pero aún trabajaba por acá”, comparte don Arturo al mismo tiempo que coloca cuidadosamente las plumas que decoran su pavorreal de cartón y que mostrará en una exposición que será montada para celebrar los 60 años de vida del Mercado Juárez.
“Yo trabajé de cocinero en Sagarpa también, luego cuando me pensioné decidí montar mi local aquí. Sólo lo abro los sábados y los demás días vengo al Centro para los Grandes a tomar mis talleres”, finalizó.
'Yo reparo sus niños Dios’
Rafael también pertenece a los locatarios cuyos padres y abuelos fundaron el mercado. Él ahora lleva el negocio que sus papás, tíos y abuelos levantaron en aquellos años de gloria en los que el Mercado Juárez era solicitado por los saltillenses para comprar desde el molcajete para moler la salsa, hasta la carne para el cocido de res.
“Han sido cuatro generaciones las que hemos estado aquí, y todos nos dedicamos a reparar niños Dios y también a la venta de nacimientos. Mi papá fue el que me enseñó y pues aquí crecí, ahí andaba corriendo”, señaló Rafael, quien además dice que llega a reparar hasta 30 niños en una semana y que son las imágenes de San Judas Tadeo y de la Virgen de Guadalupe, las figuras que más arregla.
Los tres locatarios aceptan que tienen que lidiar con el abandono de las autoridades y de la población. Sin embargo, afirman que el mercado es su vida, y ahí piensan quedarse algunos años más.
‘Aquí nacimos en este ambiente’‘
Diez años tenía cuando aquel fatídico trenazo en Saltillo le quito la vida a su mamá, una de las fundadoras del mercado. Desde entonces doña Susy se ha dedicado a la creación y venta de piñatas en un local ubicado en la segunda planta del Mercado Juárez. “Yo digo que esto es algo que se trae, es algo con lo que se nace y mi mamá se dedicaba a esto, entonces ahí quedó el amor por este trabajo”, dice doña Susy mientras con pincel en mano pinta de azul un sombrero de papel con el que adornará una catrina que orgullosa muestra como su creación en los talleres que toma en el Centro Recreativo de los Grandes, y por el que asegura, deja todo lo que está haciendo para ir a crear.
“Primero me inicié en el negocio por tradición porque mis abuelos y mi mamá fueron de los fundadores del mercado, luego le seguí por necesidad”, comparte la locataria quien conserva el negocio que ha pertenecido a su familia por generaciones y afirma ha tratado de inculcarles a sus hijos esta labor que se ha convertido en tradición familiar, enseñándoles que es un oficio muy bondadoso.
Doña Susy, quien se encarga también de los baños públicos del lugar, recuerda con cariño sus primero años en el mercado desde que era niña, y asegura que ahí todos son una familia. “Una vez salió en el periódico que unas mujeres se pelearon aquí arriba, y eso me dio mucha tristeza.
Llegamos a las siete y media de la mañana y nos vamos hasta las ocho de la noche, son más horas aquí que en tu casa y no es posible que pasen estas cosas”.
“Las ventas son muy bajas”, asegura y dice que es a causa del cambio de ruta del transporte público. “Eso nos afectó muchísimo, el que hayan modificado la ruta y que ya no dejen pasar los camiones por Allende nos pegó en la venta porque la gente ya no pasa por aquí. Me ha pasado que señoras me han regresado piñatas porque los taxis no las quieren recoger con ellas, y pues uno lo que puede hacer es que a veces se las llevo a domicilio, pero no siempre puedo”.