De dos polos una luz
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Al mover el encendedor se juntan el polo positivo y el negativo.
La unión de los opuestos hace posible el resplandor. Este descubrimiento de Edison se encuentra actuante en la Creación. De masculinidad y feminidad surge la vida. Hegel hablaba de tesis, antítesis y síntesis. Es la tensión entre los contrarios la que da la potencia como en el arco: la flecha puede impulsarse por las fuerzas opuestas del estiramiento de la cuerda y el tirón de la mano que sostiene la flecha.
Las sociedades tienen también sus tensiones que acumulan potencia para arribar a una situación diferente con un nuevo equilibrio. Se ponen en tensión el escepticismo y la esperanza, la crítica y la confianza. Claro que la verdadera esperanza es crítica y la verdadera crítica es impulsada por la esperanza.
Una esperanza sin sentido crítico prepara su propia decepción. Una crítica que no es para esperar lo mejor se vuelve cáustica y demoledora. Cuando la esperanza critica está sirviendo a la verdad del criticado, evitando que se engañe.
Cuando la crítica es esperanzada no se queda en la oscuridad del túnel sino que avanza a la luz que atisba en el fondo. El ingenuo, el iluso, se enreda en el anhelo y no cae en la cuenta de las falsificaciones. El animal crítico estrangula la esperanza al cancelar la autocrítica y exacerbar lo que descalifica y destruye.
La esperanza crítica logra descubrir el ideal y el obstáculo principal, radical, central, básico, fundamental. Entonces es capaz de escoger el medio más eficaz para removerlo. Se van precisando entonces las estrategias y las tácticas en avances sucesivos hasta que el obstáculo se supera y puede alcanzarse el ideal.
La esperanza se apoya en la crítica aprovechándola para sus rectificaciones y la crítica despeja el camino de la esperanza señalando los campos de enmienda y perfeccionamiento.
En la canonización de un santo juega un papel importante el que llaman humorísticamente “abogado del diablo”. Es quien señala todo aquello que pesa como razón para no canonizarlo.
La salud y el equilibrio en los regímenes, especialmente en los democráticos, es el encuentro de tendencias contrarias. De dos polos una luz. Las mejores normas, gracias a esas polaridades, evitan las severidades rígidas y las concesiones débiles.
Es también un acierto evitar el argumento ad hominem que va dirigido no a juzgar los hechos sino a las personas. Que convierten el diálogo no sólo en polémica sino en acusación descalificadora. La elegancia virtuosa es el diálogo en un nivel de respeto, que no hiere a la persona equivocada, aunque haga pedazos –con hechos y argumentos– su posición errónea.
La comunicación viciada cae en la ramplonería, exhibiendo, en su oposición contaminada, su propia indignidad. No faltan quienes busquen el más ríspido lenguaje de maldición y podredumbre, suponiendo falsamente que es el mejor estilo para servir a la verdad que pretenden esgrimir.
En época de cambios, los esperanzados y los críticos no debieran subrayar distinciones, separaciones y oposiciones, sino alcanzar el nivel de las complementaciones...